Erasmo Figini, un importante diseñador de interiores italiano y padre de cuatro niños que llevan su apellido, afirma que descubrió el verdadero significado de la paternidad solo a través de la experiencia del cuidado y de la adopción.
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El primero era un niño de cinco años con sida, luego vino otro, y después otro, tanto que hoy Figini acoge a once niños y adolescentes en su casa y ha perdido la cuenta de cuántos ha logrado acoger junto a su esposa en Como, ciudad lombarda donde junto a amigos y empresarios creó La Cometa, un centro de actividades al servicio de jóvenes que necesitan un punto de referencia. Para los niños y jóvenes de la zona es un lugar de socialización y, a la vez, de ayuda para padres en dificultades. También cuenta con talleres donde los jóvenes aprenden un oficio. Figini les forma en la fabricación de muebles y su restauración porque usar las manos ayuda a curar heridas profundas.
A través de los talleres artesanales, Figini amplía su rol de padre putativo que comenzó tras el nacimiento de dos hijos biológicos y la adopción de esos dos primeros hijos que llegaron repentinamente a su vida: “Son los hijos adoptivos los que me han dado una gran lección sobre la paternidad similar a la experiencia de san José. Los hijos, también los naturales, no son tuyos, te son confiados y tú como padre eres una herramienta sencilla para dar amor a un ser único e irrepetible”, explica durante un descanso de su trabajo en La Cometa.
“Aprendí esto con un sentido de enorme asombro cuando llegó el primer niño en acogida que luego adoptamos. Sentir que lo quería como si fuera mío fue una revelación”, continúa. “Te llega un niño y lo amas con un amor misericordioso. No es una posesión, es muy importante porque es un amor gratuito que da libertad”. Porque un niño “es un huésped sagrado” en el sentido griego del término: él es el que habita en tu casa y al que se le debe hacer espacio.
La figura paterna
La segunda gran lección sobre la paternidad, dice Erasmo Figini, es la comprensión de que “un hijo debe descansar en nuestras certezas”. ¿Qué significa? “Esto es especialmente cierto cuando llega la edad de la rebeldía. Un hijo quiere desafiar las reglas del padre, pero el padre no debe permitir que el hijo las altere. Llega con paciencia el momento en que ese hijo dirá que tenías razón y que su rebeldía servía para comprobar si lo que decías tenía sentido”. Por eso, Figini cree que está mal asumir una actitud demasiado amistosa: “Está mal revisar las certezas morales de uno para mantener una relación con un niño. Piensas que así te estás acercando a tu hijo y en cambio estás perdiendo autoridad. El hijo ya no te cree”.
Por último, Erasmo Figini no teoriza sobre la paternidad perfecta, el padre que se sacrifica incesantemente por sus hijos. Permanece, en cierto sentido, dentro del gran perímetro de lo humano. “Lamento que la figura paterna esté siendo masacrada estos días. Los niños y jóvenes que asisten a La Cometa son los primeros en buscar roles paternos concretos de madre y padre. Sin embargo, lo importante es la calidad del tiempo que les dedicas, necesitan saber que estás ahí, aunque no estés físicamente”.
Los niños en acogimiento familiar plantean especialmente el tema del sufrimiento, del desamor que se siente en la familia de origen: “No hay palabras sino abrazos. En la vida gana el que abraza al más fuerte. La autoridad misericordiosa no se escandaliza ante nada, no cambia hábitos ni estilos de vida para acoger, sino que da a los niños la certeza de que la familia lo acoge y piensa en él. Esto sucede cuando entendemos que la vida no es ir donde nos lleve el corazón, sino asumir la responsabilidad de padre y madre y llevarla a cabo sin egoísmos y sin dudas”.
La relación matrimonial
Figini también reflexiona sobre la relación matrimonial: “Como es casi impensable pensar en el amor para siempre entre un hombre y una mujer, interviene ese sacramento del matrimonio donde el tercero es Dios que nos acompaña para vencer las inevitables tormentas de la vida. Esta relación de comunión, esta certeza sólida, es lo que buscan los niños”, prosigue el diseñador, refiriéndose una vez más a los niños que llevan dentro de sí la herida “eterna” de no haber experimentado esa certeza y ese amor entre la pareja que los generó. Es en esta circunstancia que puede ayudarles el hecho de vivir en una familia que no es la propia, pero que está dotada de las características intrínsecas necesarias para dar amor. Es algo que puede ayudarles a construir la esperanza de que no todo está perdido.
Sin ceder a la idea de que los roles parentales son intercambiables, el fundador de La Cometa explica: “Es fundamental que cada uno defienda el rol del otro, pero como hombres no podemos ser madres o viceversa. Una madre es educadora, pero en mediación, y lo siento particularmente cuando mi esposa es la portadora de las peticiones de los niños en acogimiento familiar y de alguna manera me trae un mensaje contundente ya racionalizado. Como padre siento que mi tarea es educar para estar en el mundo, vivir cada detalle con verdad y sinceridad, captar el significado de todo y tomar las cosas en serio sin tener miedo porque la vida real para nosotros los creyentes es a la que nos enfrentaremos después”.
*Reportaje original publicado en el número de diciembre de 2021 de Donne Chiesa Mondo. Traducción de Vida Nueva