Sin la visita al belén de la Plaza de San Pedro que el papa Francisco había convertido en tradición propia, ha transcurrido la última tarde de 2021 para el pontífice. En el programa se ha mantenido con la oración de vísperas –las primeras de la solemnidad de Santa María, madre de Dios– y el ‘Te Deum’ de acción de gracias por el año que termina. La situación de la pandemia del coronavirus en Italia ha hecho, como ocurrió el 8 de diciembre en el homenaje a la Inmaculada, que el Papa no se acerque al belén peruano instalado junto al obelisco, evitando así cualquier tipo de aglomeraciones. De hecho, el pontífice ha dejado de lado el que venía siendo el protocolo habitual y ha llevado la mayor parte del tiempo la mascarilla puesta.
La celebración litúrgica ha comenzado a las 17:00 h. en el interior de la Basílica Vaticana presididas por el cardenal Giovanni Battista Re, decano del colegio cardenalicio, y junto al solemne canto del tradicional himno el pontífice ha impartido la bendición tras un momento de adoración eucarística. Re presidió esta celebración hace un año debido a un ataque de ciática del pontífice. La novedad ha estado en que el Papa ha seguido la oración desde la habitual silla blanca de las audiencias de los miércoles, junto el resto de cardenales en la nave central de la basílica. El papa sí que ha pronunciado su homilía desde el ambón, durante la oración de vísperas, y ha pedido para todos la capacidad de desarrollar una “actitud interior” la del “asombro, maravilla, contemplación…” como hacen los pastores o María y José ante el “misterio de la Encarnación”.
El misterio de la realidad
“La Navidad no puede celebrarse sin asombro. Pero un asombro que no se limita a una emoción superficial, ligada a la exterioridad de la fiesta, o peor aún a un frenesí consumista”, advirtió. Para el Papa celebrar así la Navidad “significaría calentarnos por unos instantes a un fuego de paja, y no exponernos con todo nuestro ser a la fuerza del Acontecimiento, no captar el centro del misterio del nacimiento de Cristo”.
De María, ha destacado el pontífice que “su corazón está lleno de asombro, pero sin un rastro de romanticismo, zafiedad o espiritualismo. No. La Virgen nos devuelve a la realidad, a la verdad de la Navidad”. “El asombro cristiano no procede de los efectos especiales, de los mundos fantásticos, sino del ‘misterio de la realidad’: ¡no hay nada más maravilloso y sorprendente que la realidad! Una flor, un terrón de tierra, una historia de vida, un encuentro… El rostro arrugado de un anciano y el rostro recién florecido de un niño. Una madre sostiene a su hijo en brazos y lo amamanta. El misterio brilla”, reclamó el Papa.
Gratitud en la prueba
Además, Francisco destacó el mensaje de gratitud de María, en este último día del año. “La gratitud de la Virgen que, contemplando a su Hijo, siente la cercanía de Dios, siente que Dios no ha abandonado a su pueblo, ha venido, está cerca, es Dios-con-nosotros. Los problemas no han desaparecido, las dificultades y las preocupaciones no faltan, pero no estamos solos” gracias a Jesús, “Él, el Unigénito, se convirtió en el primogénito entre muchos hermanos y hermanas, para conducirnos a todos, perdidos y dispersos, de vuelta a la casa del Padre”.
Algo que ha sido clave en la pandemia cuando, ha destacado el Papa, “ha aumentado la sensación de desconcierto en todo el mundo”. “Tras una primera fase de reacción, en la que nos sentimos todos en el mismo barco, se ha extendido la tentación del ‘sálvese quien pueda’”, ha lamentado. “Pero gracias a Dios hemos reaccionado de nuevo, con sentido de la responsabilidad. En efecto, podemos y debemos decir ‘gracias a Dios’, porque la elección de la responsabilidad solidaria no viene del mundo: viene de Dios; es más, viene de Jesucristo, que ha impreso de una vez por todas en nuestra historia el ‘rumbo’ de su vocación original: ser todos hermanos y hermanas, hijos del único Padre”, reclamó Bergoglio.
Un mensaje a Roma
Como es habitual, el Papa, como obispo de Roma, se dirigió a su diócesis –de hecho se estrenado en esta celebración el nuevo alcalde de roma, el social demócrata Roberto Gualtieri– y destacó que esta “lleva esta vocación escrita en su corazón” por su vivencia de la “apertura universal”. “Viene de su historia, de su cultura; viene sobre todo del Evangelio de Cristo, que ha echado aquí profundas raíces, fecundadas por la sangre de los mártires”, destacó. Pero, advirtió que “una ciudad acogedora y fraternal no se reconoce por su ‘fachada”, por los buenos discursos, por los actos altisonantes”.
Por ello invitó a la atención cotidiana “a los que más lo están pasando mal, a las familias que se llevan la peor parte de la crisis, a las personas con discapacidades graves y sus familias, a los que necesitan transporte público para ir a trabajar todos los días, a los que viven en los suburbios, a los que se han visto desbordados por algún fracaso en sus vidas y necesitan servicios sociales, etc.” Por ello deseó para el año nuevo, que “los que viven aquí y los que se quedan por trabajo, peregrinación o turismo, puedan apreciarla cada vez más por su cuidado en la acogida de los más frágiles y vulnerables, la dignidad de la vida, la casa común”.