Del nuevo obispo de Solsona se espera que dé “serenidad” a la diócesis catalana después del terremoto provocado tanto en la Iglesia como en la opinión pública la renuncia del ya emérito Xavier Novell. Así al menos lo han manifestado a Vida Nueva fuentes vaticanas, que destacan de Francisco Conesa su capacidad para “calmar los ánimos” y “hacer equipo”. A la par, destacan que, tras su carácter “aparentemente tranquilo”, se esconde un “hombre de gobierno perspicaz”. Su aval en este sentido sería su capacidad de resolución de conflictos y problemas de diferente índole tanto como vicario general de Orihuela-Alicante, como en sus cinco años de pastoreo menorquín.
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Esas mismas fuentes desmienten, como se ha dejado caer en algunos medios de comunicación, que su designación suponga ningún “desaire” o “intervencionismo” a la Iglesia catalana. Menos aún, que sea un cambio de tendencia para “descatalanizar” las diócesis, por el hecho de tener origen valenciano, o que suponga un desprecio al clero regional.
Supervisión completa
En este sentido, cabe pensar que más allá de las ternas presentadas por el nuncio Bernardito Auza y del correspondiente análisis realizado en la Congregación de los obispos, presidida por el cardenal Marc Ouellet, la delicada coyuntura por la que atraviesa Solsona podría haber contado con la supervisión tanto del presidente del Episcopado español, el cardenal Juan José Omella, como del propio Papa Francisco, que conoce de primera mano el caso Novell.
“Tampoco se puede acusar a Omella de estar descafeinando el perfil de los obispos en Cataluña. Si nos remitimos a los nombramientos bajo su mandato, se han repartido mitras con diferentes sensibilidades, pero con algo en común: cordura y moderación”, reflexiona un clérigo mientras repasa en voz alta uno a uno todas las plazas que se han ido ocupando desde que aterrizara como arzobispo de Barcelona a finales de 2015.
Tesis irrisoria
Esta misma opinión es la que se comparte en el entorno de la Conferencia Episcopal Tarraconense, órgano que aglutina a todos los obispos catalanes. Incluso se toman con humor esas conclusiones. “Por esa regla de tres, cuando mandaron a Saiz Meneses a Sevilla se podría hablar de exilio y cuando nombraron a Planellas al frente de Tarragona podrían haberlo catalogado de espaldarazo. En ambos casos, la balanza política se inclinaría hacia otro lado”, comentan a Vida Nueva, subrayando que “a estas alturas resulta irrisorio que se considere que se nombra a un obispo y no a otro por tener un carné de partido”.
En este sentido, desde la Tarraconense sí valoran precisamente ese perfil “moderado” de Conesa frente al marcado posicionamiento de Xavier Novell, que “no ayudó mucho a la Iglesia catalana”. “Si bien hay otros sacerdotes y obispos que piensan como él, ninguno dio un paso al frente como él durante el ‘procés’, precisamente con la conciencia de que somos pastores de todos”, añaden sobre aquel momento crítico de tensión que confían que no se repita: “Ojalá no volvamos a caer en una ideologización que se coló por todos los rincones de Cataluña”.