El papa Francisco volvió a presidir la eucaristía desde el altar principal de la basílica vaticana con motivo de la celebración de la Epifanía del Señor. Nuevamente un buen número de fieles pudo participar en la misa guardando la distancia de seguridad. Además, la celebración ha incluido el anuncio de las diferentes celebraciones litúrgicas del año.
- PODCAST: Cuento de Navidad: volver a creer
- ¿Quieres recibir gratis por WhatsApp las mejores noticias de Vida Nueva? Pincha aquí
- Regístrate en el boletín gratuito y recibe un avance de los contenidos
Buscadores de Dios
En la homilía, el Papa destacó la peregrinación de los magos a Belén quienes “se dejan inquietar por una pregunta y por un signo”. Para Francisco “su corazón no se deja entumecer en la madriguera de la apatía, sino que está sediento de luz; no se arrastra cansado en la pereza, sino que está inflamado por la nostalgia de nuevos horizontes. Sus ojos no se dirigen a la tierra, sino que son ventanas abiertas al cielo”, ya que son “buscadores de Dios”.
El deseo interior de peregrinar “significa mantener vivo el fuego que arde dentro de nosotros y que nos impulsa a buscar más allá de lo inmediato, más allá de lo visible. Es acoger la vida como un misterio que nos supera, como una hendidura siempre abierta que invita a mirar más allá”, destacó. “Van Gogh, escribía que la necesidad de Dios lo impulsaba a salir de noche para pintar las estrellas. Sí, porque Dios nos ha hecho así: amasados de deseo; orientados, como los magos, hacia las estrellas”, apuntó. “Nosotros somos lo que deseamos. Porque son los deseos los que ensanchan nuestra mirada e impulsan la vida a ir más allá: más allá de las barreras de la rutina, más allá de una vida embotada en el consumo, más allá de una fe repetitiva y cansada, más allá del miedo de arriesgarnos, de comprometernos por los demás y por el bien”, sentenció.
Un deseo que también necesita la Iglesia. Por ello Francisco se cuestionó: “¿No estamos, desde hace demasiado tiempo, bloqueados, aparcados en una religión convencional, exterior, formal, que ya no inflama el corazón y no cambia la vida? ¿Nuestras palabras y nuestros ritos provocan en el corazón de la gente el deseo de encaminarse hacia Dios o son “lengua muerta”, que habla sólo de sí misma y a sí misma? Es triste cuando una comunidad de creyentes no desea más y, cansada, se arrastra en el manejo de las cosas en vez de dejarse sorprender por Jesús, por la alegría desbordante e incómoda del Evangelio” o cuando un sacerdote cae en el clericalismo funcionarial.
La escuela de los magos
Por ello, el Papa denunció la “crisis de la fe” que viene de “la desaparición del deseo de Dios”. “Tiene relación con la somnolencia del alma, con la costumbre de contentarnos con vivir al día, sin interrogarnos sobre lo que Dios quiere de nosotros. Nos hemos replegado demasiado en nuestros mapas de la tierra y nos hemos olvidado de levantar la mirada hacia el Cielo; estamos saciados de tantas cosas, pero carecemos de la nostalgia por lo que nos hace falta” que “lleva a la tristeza y a la indiferencia”.
Para el pontífice, “la fe, para comenzar y recomenzar, necesita ser activada por el deseo, arriesgarse en la aventura de una relación viva e intensa con Dios”. Por ello invitó a ir “a la ‘escuela del deseo’ de los magos”. Ellos “nos enseñan que es necesario volver a comenzar cada día, tanto en la vida como en la fe, porque la fe no es una armadura que nos enyesa, sino un viaje fascinante, un movimiento continuo e inquieto, siempre en busca de Dios”.
Los magos “nos enseñan que necesitamos interrogantes, necesitamos escuchar con atención las preguntas del corazón, de la conciencia; porque es así como Dios habla a menudo, se dirige a nosotros más con preguntas que con respuestas. Pero dejémonos inquietar también por los interrogantes de los niños, por las dudas, las esperanzas y los deseos de las personas de nuestro tiempo”. También “nos enseñan que necesitamos una fe valiente, profética, que no tenga miedo de desafiar a las lógicas oscuras del poder, y se convierta en semilla de justicia y de fraternidad en sociedades donde, todavía hoy, tantos Herodes siembran muerte y masacran a pobres y a inocentes, ante la indiferencia de muchos”.
Ellos, prosiguió Francisco, “nos estimulan a recorrer nuevos caminos. Es la creatividad del Espíritu, que siempre realiza cosas nuevas. Es también una de las tareas del Sínodo: caminar juntos a la escucha, para que el Espíritu nos sugiera senderos nuevos, caminos para llevar el Evangelio al corazón del que es indiferente, del que está lejos, de quien ha perdido la esperanza pero busca lo que los magos encontraron, una inmensa alegría”. También, enseñan que “el camino de la fe sólo encuentra impulso y cumplimiento ante la presencia de Dios. El deseo se renueva sólo si recuperamos el gusto de la adoración. Porque el deseo de Dios sólo crece estando frente a Él”. Y es que para el papa el corazón “se enferma cuando los deseos sólo coinciden con las necesidades. Dios, en cambio, eleva los deseos; los purifica, los sana, curándolos del egoísmo y abriéndonos al amor por Él y por los hermanos”.