Julián tiene 72 años y lleva diez dependiendo de un respirador del que recibe el oxígeno suficiente para vivir. Fue diagnosticado con apnea de sueño y, debido a esta afección, ha tenido una jubilación anticipada. Carolina es madre de seis hijos y está separada por violencia de género. Actualmente, trabaja como auxiliar de ayuda a domicilio. Cada uno en su casa sufren idénticas consecuencias del brutal encarecimiento de la energía, del pan, del metro… Y los dos tienen en común la misma disyuntiva: pagar el recibo de la luz o comer.
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Sentado en su butaca, con un pequeño radiador para calentarse, y atado a la cánula nasal por donde corre el oxígeno concentrado que le permite relatar cómo es su vida, Julián –que prefiere no desvelar más datos sobre su identidad– hace cuentas de sus facturas de la luz. Ha pasado de pagar 70 euros a 190 al mes. Y en esto, no cabe duda, influye el concentrador de oxígeno que, fijo 24 horas, puede llegar a consumir unos 300 vatios la hora, sobre los 5 o 6 kw/día, según la Asociación de Pacientes de EPOC (APEPOC).
Para Carolina, la electricidad se ha convertido en el mayor gasto de su hogar: casi 300 euros de factura, que le ayuda a pagar su madre. “Yo con mi sueldo no puedo pagarlo”, lamenta. No ha sido suficiente “poner lavadoras tarde en la noche o muy temprano en la mañana”, en las muy añoradas y ya extinguidas horas valle.
Son solo dos de los muchos españoles en los que es evidente que, con el alza de los precios, los ingresos resultan insuficientes para vivir. Por eso, tanto Carolina como Julián han acudido a Cáritas, que solo en la Diócesis de Getafe en 2020 incrementó en un 127,93% el número de personas ayudadas.
Hogares monoparentales
Al igual que ellos, quienes acuden a esta plataforma eclesial presentan dificultades, sobre todo de índole económica, que hablan además de un contexto familiar y personal de vulnerabilidad. Este escenario tiene lugar por la falta de ingresos o al ser estos escasos para la cobertura de necesidades vitales como, por ejemplo, la alimentación y los medicamentos. Se suma a ello el pago de las facturas de agua, gas, internet, así como el del alquiler de la vivienda.
“A mí me han ayudado principalmente con toda la comida, con ropa, pero también a pagar la hipoteca. Me han rescatado con los bonos de los niños, sobre todo con el de la mayor, que va al instituto”. Carolina explica así el apoyo que recibe de Cáritas desde su separación hasta hoy, al que se une el ‘colchón’ que le ofrece su madre al pagar el recibo de la luz: “No me gusta abusar, pero no me queda más remedio para salir adelante. Se han portado muy bien conmigo”. Esta madrileña pone rostros y voz, además, a esos hogares monoparentales que forman parte del 63% de los beneficiados en 2020 por la ONG de la Iglesia.
Goteo en Cáritas
Desde hace unos meses, cuando comenzó a crecer de forma desmesurada el precio de la electricidad, las Cáritas parroquiales comenzaron a recibir un goteo constante de usuarios a los que se les complicaba sobremanera llegar a fin de mes. Por un lado, familias vulnerables que hasta ahora habían conseguido sobrellevar las vicisitudes de la pandemia. Por otro, aquellos que superaron la anterior crisis económica y que ahora vuelven al pozo de la precariedad. A todos ellos se unen otros hogares que se han visto abocados, en un abrir y cerrar de ojos, a solicitar auxilio por primera vez.
Ana Isabel Canadilla Gallego, trabajadora social responsable del programa de vivienda de Cáritas Diocesana de Getafe, explica que, “cuando se trata de problemas para hacer frente a la factura de la luz, se facilita ayuda económica directa para este fin, bien de fondos propios de la parroquia o a través de prestaciones económicas de emergencia de Cáritas Diocesana”.
Medidas gubernamentales insuficientes
Así lo han hecho con Julián, cuya jubilación de 850 euros apenas alcanza para los gastos esenciales: la cesta de la compra, sus medicinas, la hipoteca, la comunidad, el teléfono, una póliza de vida y el seguro de la vivienda. “Me pagan los recibos de luz, cuando no puedo hacerlo yo. Incluso cuando me han llegado a cortar la electricidad en casa por no pagar, han estado ahí para salvarme”.
Ni la rebaja del 10% del IVA, ni la prórroga de las medidas extraordinarias aplicables a situaciones de vulnerabilidad económica y social aprobadas por el Gobierno son suficientes para compensar las subidas. El recibo de los hogares acogidos a la tarifa regulada seguirá en el arranque de este 2022 por encima de los 300 euros por megavatio hora. Eso supone una subida de más de un 500% desde que Pedro Sánchez llegara a Moncloa.