Cáritas destina 20 millones de euros más que el año anterior a ayudas de emergencia. En toda España se calcula que se ha atendido a 500.000 personas más. Su prioridad es garantizar el acceso a la electricidad y el resto de suministros domésticos de los hogares en situación de mayor vulnerabilidad social. La pobreza, como la luz, bate sus propios récords a la par que empeoran los niveles de integración: en 2021, solo cuatro de cada diez hogares de España no mostraban rasgos indicativos de exclusión. Un dato que supone el descenso de más de siete puntos respecto a 2018.
La plataforma eclesial asume nuevos desafíos ante un escenario en que el precio de la electricidad parece buscar como límite el cielo. Vicente Martín Muñoz, delegado episcopal de Cáritas Española, reconoce que no es algo nuevo. Se refiere a ello como una de las manifestaciones “tradicionales”, por decirlo de alguna manera, de la pobreza y exclusión social. Por eso no se muestra “muy partidario” de hablar únicamente de pobreza energética o de pobreza infantil: “Creemos que se corre el riesgo de ofrecer soluciones parceladas y paliativas que nos alejan del necesario abordaje integral de una situación familiar dominada por la precariedad”.
PREGUNTA.- ¿Cómo afecta la subida empinada de la luz a las familias?
RESPUESTA.- Los datos recogidos de nuestros informes de acompañamiento a las personas más vulnerables revelan las consecuencias de la escalada de precios de la energía, sumada al descenso en los ingresos de los hogares. El resultado es que muchas familias que estaban en situación de grave precariedad se ven ahora desbordadas por problemáticas energéticas que agravan aún más su situación.
Sabemos, por ejemplo, que entre los hogares que no logran mantener la vivienda a una temperatura adecuada, más del 75% se han visto además obligados a reducir sus gastos de calzado y vestuario, y más del 51% en alimentación. Más allá del panorama actual, nuestra Fundación FOESSA ya alertaba hace un año sobre los tres grandes factores que influyen en esta situación: el coste de la energía, los ingresos insuficientes de las familias y la ineficiencia energética de los hogares.
P.- Muchas personas piensan que esta inflación afecta solo a quienes ya eran vulnerables, pero no es así, ¿verdad?
Vuelvo a tomar los datos de FOESSA, presentados hace un par de meses, y que producen escalofríos. Según el avance de resultados de la encuesta 2021, realizada a más de 7.000 hogares de todas las comunidades autónomas, año y medio después del estallido de la pandemia, son ya 11 millones las personas que se encuentran en situación de exclusión social en España. Esto pone de manifiesto que el espacio de la exclusión se ha ensanchado y afecta ahora a 2,5 millones de personas nuevas respecto a 2018.
También se da un empeoramiento generalizado de los niveles de integración para el conjunto de la población: la integración plena en 2021 –es decir, hogares que disfrutan de una situación en la que no sufren ningún rasgo indicativo de la exclusión– es disfrutada por solo cuatro de cada diez hogares de España, que representan el 42%. Esto supone un descenso de más de siete puntos respecto al año 2018, en el que el porcentaje era del 49%.
P.- ¿De qué manera concreta la Iglesia, a través de Cáritas, acompaña a las familias afectadas por esta situación? ¿Qué ayudas se han prestado hasta ahora para pagar los recibos?
Ante todo, a través de la escucha y la cercanía, que es el valor añadido del quehacer de Cáritas y que pasa por estar. Este es el primer paso. A partir de ahí, y a través de nuestra red de acogida en más de 5.000 Cáritas Parroquiales, 70 Cáritas Diocesanas en toda España y el apoyo de 81.000 voluntarios, se van ofreciendo soluciones y oportunidades para las distintas necesidades y perfiles de las personas que demandan ayuda.
Nosotros no desglosamos, al menos en los datos que manejamos a nivel estatal, los recursos destinados a cada capítulo específico de ayudas de emergencia, ya sea en alimentación, vestido, suministros domésticos, etc. Toda esta gran labor se incluye en el apartado que denominamos ‘Acogida y Asistencia’ y al que habitualmente destinamos mayor volumen de recursos. En el último año, ascendió a 92 millones de euros, 20 millones más que el año anterior.
P.- ¿Esta cuesta de enero va a ser especialmente dura?
P.- Es muy probable que sea así, porque los indicadores no permiten abrigar esperanzas acerca de un cambio de tendencia, sino todo lo contrario. De ahí la necesidad de mantener despierta nuestra capacidad de respuesta solidaria y generosa. Más allá de la responsabilidad de los poderes públicos de arbitrar políticas sociales que, como viene reclamando Cáritas desde el comienzo de esta pandemia, permitan acudir realmente al rescate de las familias más golpeadas por esta profunda crisis económica y social que no parece dar tregua, existe también una responsabilidad personal y comunitaria.
Esta es la llama que lanzó nuestra campaña de Navidad, en la que se invitaba a cada uno a tener en cuenta que “cada portal importa”. Ojalá que durante todo este año tomemos conciencia de que las situaciones de precariedad pueden convivir en nuestro propio edificio, en la puerta de al lado, en nuestra misma calle, y de que está en nuestras manos.