De sus últimos viajes al desafío ecológica, pasando por la marcha de la pandemia, la situación de la crisis migratoria y los grandes conflictos. En su discurso con motivo del nuevo año que dedicó este lunes a los miembros del cuerpo diplomático acreditados ante la Santa Sede, el papa Francisco repasó ampliamente la situación del mundo y subrayó cuáles son los mayores preocupaciones de la Iglesia católica en el tablero internacional.
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Los inmigrantes y refugiados fueron una vez más protagonistas en el discurso, que tuvo lugar en el Aula de las Bendiciones del Palacio Apostólico del Vaticano. Al recordar su “conmovedora” visita a la isla de Lesbos el pasado diciembre, el Pontífice destacó cómo ante los rostros de los desplazados “no podemos permanecer indiferentes ni quedarnos atrincherados detrás de muros y alambres espinados, con el pretexto de defender la seguridad o un estilo de vida”.
En un mensaje dirigido a los países que se niegan a acoger a los inmigrantes y refugiados, dijo que “a nadie se le puede pedir lo que no puede hacer, pero hay una clara diferencia entre acoger, aunque sea limitadamente, y rechazar totalmente”. Es por ello que resulta necesario “vencer la indiferencia y rechazar la idea de que los migrantes sean un problema de los demás”. También advirtió en este sentido cómo estos grupos de extranjeros son en ocasiones transformados “en armas de coacción política, en una especie de ‘artículo de negociación’, que despoja a las personas de su dignidad”.
Cohesión interna para gestionar la migración
Francisco aprovechó para mandar un mensaje a los miembros de la Unión Europea, animándoles a encontrar una “cohesión interna en la gestión de las migraciones”, para conseguir así que se “compartan las responsabilidades en la recepción de migrantes, la revisión de las solicitudes de asilo, la redistribución e integración de cuantos puedan ser acogidos”.
La pandemia no podía dejar de estar presente en el discurso del Papa ante los representantes de los 183 países con los que la Santa Sede mantiene relaciones diplomáticas. Al lamentar que el coronavirus siga provocando “aislamiento social y cosechando víctimas”, recordó a Monseñor Aldo Giordano, recientemente fallecido por Covid-19 y que fue un nuncio apostólico “muy conocido y estimado en el seno de la comunidad diplomática”.
Bergoglio señaló cómo la pandemia “nos impone una suerte de ‘cura de realidad’” y volvió a defender el uso de las vacunas, que no son “instrumentos mágicos de curación”, sino “la solución más razonable para la prevención de la enfermedad”. También pidió más cooperación internacional en ese ámbito para acabar con la triste realidad de muchas zonas del mundo, donde “el acceso universal a la asistencia sanitaria sigue siendo un espejismo”. Por ello animó a adoptar “una política de desinteresada ayuda mutua”, de manera que se garantice a todo el mundo el acceso a instrumentos diagnósticos, vacunas y fármacos.
Pasos “débiles” frente a la emergencia climática
La diplomacia multilateral debería ser para Francisco el eje sobre el que responder a los grandes desafíos globales, como son la cuestión migratoria, la pandemia y el cambio climático. Al hablar de este último problema, consideró que aún queda “mucho por hacer” y lamentó que aunque en la reciente conferencia sobre el calentamiento global celebrada en Glasgow, la COP26, se dieron “algunos pasos que van en la correcta dirección”, estos fueron “más bien débiles”.
Siria, Líbano, Libia, Irak, Yemen y Ucrania fueron algunos de los países citados por el Pontífice en su repaso a los conflictos que sacuden hoy al mundo, que criticó una vez más tanto “la abundancia de armas disponibles” como “la falta de escrúpulos de quienes se encargan de difundirlas”. En este sentido destacó que “un mundo sin armas nucleares es posible y necesario” y repitió en dos ocasiones que resulta “inmoral” la posesión de este tipo de artefactos.
“Dolor” ante los abusos a menores
Además de reivindicar una vez más el respeto al derecho a la libertad religiosa y a la vida, que va “desde la concepción hasta su fin natural”, Bergoglio también enfatizó la importancia de asegurar el acceso a la educación. En ese ámbito confesó lo “doloroso” que le resulta constatar que “en diversos ámbitos educativos ―parroquias y colegios― se han producido abusos a menores, con graves consecuencias psicológicas y espirituales para las personas que los han sufrido”.
Estos episodios constituyen “crímenes sobre los que debe haber una firme voluntad de esclarecimiento, examinando los casos individuales para determinar las responsabilidades, hacer justicia a las víctimas y evitar que semejantes atrocidades se repitan en el futuro”.