“Soy un ciudadano español, miembro del Partido Socialista y cristiano. Ah… y antiguo alumno de los jesuitas (Colegio Inmaculada de Alicante y Licenciado en Deusto). El sábado pasado almorcé con el cardenal Cañizares y me animó para que le escribiera a Su Santidad remitiéndole el articulo que escribí cuando le eligieron Papa. Lo hago con gusto y con respeto. Su elección ha reavivado mi fe. No le molesto mas. Que Dios le ayude mucho para que la Iglesia sea la referencia de bondad en un mundo que tantas maldades soporta”.
Así reza la carta que el ex presidente del Congreso de los Diputados, José Bono, le envió al Papa a los pocos meses de su elección junto al artículo ‘Ve, Francisco, y repara mi Iglesia en ruinas’ (El País, 18 marzo 2013). El contenido se ha hecho público hoy, día en que el también ex ministro destapa su archivo secreto, con gran protagonismo eclesial, en lo que ha venido a bautizarse como ‘Los papeles de Bono’. En total, casi 20.000 documentos forman el ‘Legado de José Bono’, que está disponible para su consulta en la Fundación Pablo Iglesias.
La misiva encontró respuesta de puño y letra el 11 de agosto de 2013: “En medio de la pila de cartas por contestar hoy me encuentro con la suya. Gracias por su generosidad y, si escribe otro artículo, puede decir que el hombre de blanco es un desordenado. Un porteño como yo me dijo que me había tocado ‘bailar con la más fea’. Algo de verdad hay en lo de bailar… lo de la fea no lo comparto: pecadora sí, pero linda”.
Al mismo tiempo, el Pontífice le agradece las palabras que en su texto le dedica a Benedicto XVI, porque “se lo merece, es un gran hombre”. Que existía este intercambio de cartas no era ningún secreto, pero sí su contenido. Y es que la cartera de Salobre, su pueblo natal y donde reside, le entregó la carta en mano tras anunciarlo por todo el pueblo: “¡A Pepe le ha escrito el Papa!”.
Entre todos los documentos, el político manchego esboza una pequeña autobiografía en la que da detalles sobre su fe. “Nací en el entorno rural de la Sierra de Alcaraz (…). En Alicante estudié el bachillerato, en el Colegio Inmaculada de los Jesuitas. Después de Alicante, Madrid fue mi destino para cerrar el ciclo académico en la Universidad. Conseguí plaza en el colegio mayor Nuestra Señora del Buen Consejo, también de la Compañía de Jesús, centro en el que consideraba poder abrigar y conservar mi vocación religiosa”, relata.
Y continúa: “Allí ingresé en FECUM (Federación Española de Congregaciones Universitarias Marianas), de carácter progresista y antifranquista. En esa etapa universitaria la conciencia política y mis inquietudes religiosas convergieron como ramas de un mismo árbol: el de la justicia social. El ambiente que respiraba en la Universidad era claramente antifranquista, si bien el impulso de un mundo más justo y solidario nacía del Evangelio”.
Por eso, “tuve oportunidad de compaginar mi fe cristiana con una actividad subversiva de cierta intensidad que, en más de una ocasión, acabó con visitas a la comisaría o al cuartelillo de la Guardia Civil en las excursiones fuera de Madrid. En 1968 fui elegido delegado de curso por mis compañeros de ICADE e ingresé en el clandestino Sindicato Democrático de Estudiantes Universitarios Madrileños (SDEUM). En ICADE (Universidad de Deusto), me licencié en Derecho y cursé estudios de Ciencias Empresariales”, agrega.
Fue concretamente en esa etapa cuando el también ex ministro cree que “nació y se robusteció mi vocación política desde un enfoque humanista, intelectual y religioso, visión a la que sumaría los rasgos que más marcan mi personalidad, como el orden hasta el extremo, la disciplina, y la auto exigencia personal”.
Según cuenta Bono, “mis amigos dicen que mi carácter cercano, el perfil moderado, religioso, patriota y mi absoluta radicalidad contra el terrorismo de ETA y los objetivos de los nacionalismos separatistas están en el origen de la enemistad y, en muchos casos, el odio político de algunos de mis adversarios más recalcitrantes, que veían con desagrado que la imagen pública que tenía atrajese votos de los caladeros de la derecha”.
En esta breve biografía también da cuenta de su “cercana y contradictoria” relación con la Iglesia católica, que “venía de lejos, desde niño”. “La sencilla religiosidad de mi madre chocaba con la pícara distancia de mi abuelo Toribio hacia las sotanas y su aversión hacia ‘el cura chico’ y párroco de Salobre, del que solía repetir: ‘La gente pasa hambre y al perro del cura no le falta de comer’. Sin embargo, durante mi vida pública siempre he tratado de tender puentes entre la Iglesia y la política”, reconoce.
En este sentido, recuerda al cardenal arzobispo de Toledo y primado de España, Marcelo González Martín, “a quien me unió una sincera y estrecha amistad, y no tuve reparos en promover la restauración de innumerables templos y conventos”.
De hecho en el obituario escrito para El País el 28 de agosto de 2004, Bono se expresaba así: “Conocí al cardenal gracias a un afortunado conflicto del que surgió una sincera amistad. Sin embargo, no siempre fuimos amigos. Cuando en mi primer año como presidente de Castilla-La Mancha tuve que ajustar las fiestas religiosas al calendario oficial, suprimí sin advertirlo la festividad de San José. Don Marcelo no quiso ser indulgente con el error y publicó una pastoral de la que aún recuerdo su dureza con quien, sin duda, él imaginaba un peligroso iconoclasta”.
“¿Qué será capaz de hacer con otros santos –se preguntaba– si al de su nombre lo destierra del calendario festivo? Una entrevista entre los dos, con motivo de este asunto, fue el inicio de una sólida relación. Nos conocimos con una carga importante de prejuicios y recelos: don Marcelo era el cardenal que ofició el funeral de Franco y yo un socialista que había luchado contra la dictadura del general. Habrá quien se sorprenda y hasta quien se moleste porque un cardenal y un socialista se lleven bien“, remataba.
Del mismo modo, continuaba: “Ahora que don Marcelo ya ha cerrado los ojos para siempre me agrada hacer público lo que me dijo cuando me nombraron ministro de Defensa: ‘Quizá la luz del saber y de la fe lleguen algún día a confabularse para que no cerremos los ojos ni los corazones y sepamos descubrir que el futuro pasa por la fraternidad y el entendimiento universal'”. “¡Que aprendan clérigos y políticos intransigentes!”, afirma en un mensaje muy actual.
Por otro lado, ‘Los papeles de Bono’ también recogen palabras del cardenal Vicente Enrique y Tarancón en boca de José María Martín Patino, quien fuera secretario personal del purpurado. El ex ministro recoge la transcripción no corregida de un almuerzo que ambos mantuvieron en 2007: “Me comenta que Tarancón no quería que se mencionara a la Iglesia católica en la Constitución (…) Tarancón comentó que esto sería un neoconfesionalismo larvado que traería malas consecuencias para la Iglesia y para el Estado”.
Según los recuerdos de Bono, Patino le confesó que Tarancón había votado a Felipe González como presidente de España, pues era “un hombre de equilibrio y de paz”.
Otro capítulo especial lo ocupa el arzobispo emérito de Oviedo, Gabino Díaz Merchán. Según la misma transcripción no corregida de las conversaciones con Patino, “hubo un almuerzo entre Gabino Díaz Merchán y Juan Pablo II en el que este le habló de su intención de beatificar a los mártires de la Guerra Civil y el obispo le dijo que eso no era muy bueno, porque en España se entendería muy mal y que él no podría ir a su pueblo natal, Mora, sin ser recibido como un hipócrita después de haber perdonado como había hecho a quienes habían asesinado a sus padres”.
El entonces presidente de la Conferencia Episcopal Española “quedó aterrorizado de la decisión del Papa para llevar adelante las beatificaciones. Tarancón también estaba en contra de esas beatificaciones pero dice Patino que el Papa era muy obstinado y que incluso Tarancón llegó a decirle que molestaría en España ese tipo de actuación. El Papa al parecer contestó que no lo hacía para molestar y Tarancón le replicó que ‘aunque no se haga para molestar, molesta’”.