Ateos, alejados, no creyentes, no practicantes, agnósticos, decepcionados… Los sinónimos de quienes no pisan un templo ni se les espera en Occidente se acumulan, a la vez que se van vaciando los bancos de las iglesias. Nueva evangelización, Iglesia en salida, atrio de los gentiles… En paralelo, se multiplican las propuestas para frenar lo que aparentemente solo parecía una crisis vocacional al sacerdocio y la vida consagrada, pero en realidad se ha manifestado como un secularismo global. Y laical.
Ahora, una nueva disciplina busca salir al rescate o, más bien, poner orden a tanta iniciativa que, a ojos de quien le ha dado forma, se asemeja a esa ropa amontonada en un cajón de rebajas de unos grandes almacenes con poca probabilidad de ser adquirida. Se llama marketing religioso. Detrás de este término está Carlos Luna, un laico dominico con más de 20 años en el sector de la mercadotecnia, que ha buscado aplicar sus vocaciones laboral y evangelizadora. O lo que es lo mismo, poner al servicio de la Iglesia una metodología empleada en su trabajo.
Ya en 2017, puso en marcha los congresos internacionales Reinspira, que buscaban ir creando un caldo de cultivo que ahora ha materializado en un manual autoeditado, cargado de investigación y experiencia, además de estar espolvoreado de reflexiones, propuestas, intuiciones y casos prácticos. Pero, sobre todo, de futuro. Es lo que expone en las 538 páginas de ‘Fundamentos de marketing religioso. 11 lecciones para evangelizar y vendernos mejor sin perder la esperanza ni la misión’. (Reinspira Ediciones).
“Esto no es magia; si verdaderamente queremos cambiar la tendencia, hay que invertir en formación y en nuevas iniciativas, pero, sobre todo, hay que perder el miedo. O entramos en esa conversión personal y pastoral que nos pide el Papa o…”. Carlos Luna no termina la frase, porque lo suyo no son los avisos apocalípticos, sino la búsqueda de soluciones creativas, aun cuando se avecina lluvia torrencial.
En alguna ocasión, Francisco ha dejado caer que el anuncio de Cristo “no es proselitismo, ni publicidad, ni marketing, sino coherencia de vida”. Sin enmendar esta reflexión genérica que comparte, Carlos Luna aclara que el marketing religioso no pasa por lucrarse, colocar un producto saltándose a la torera la ética y la moral, ni por convertirse en una versión actualizada del cepillo de misa. “La fe no es un producto, sino un don; pero evangelizar exige planificar, no desde lo que queremos, sino desde lo que le hace falta al otro. No se trata de vender ni pelear por cuotas de mercado, ni de medir en términos de facturación. Esa es una visión muy reducida de esta disciplina, que en realidad busca aplicar la manera en la que Cristo era capaz de escuchar y acoger al otro, respondiendo a sus necesidades”.
Es más, Carlos está convencido de que su trabajo viene a ser una aplicación práctica de la exhortación programática Evangelii gaudium. “Si algo nos propone Francisco es ponernos en salida, y eso exige reinventarnos con recursos y espacios en agenda para intentar llegar a la gente”.
Para Luna, Jorge Mario Bergoglio “es un ejemplo de valentía, porque ha sabido jugar esa baza. Se ha dado cuenta de que hay que conectar con los no creyentes y lo está consiguiendo, rompiendo prejuicios y clichés que ellos tienen, orillando mecanismos de reticencia y frenos que tenían los de fuera para concentrarse en lo esencial. Lástima que desde dentro algunos no nos hayamos dado cuenta de esta sana estrategia centrada en la misericordia y la ternura”, apunta sobre esa apertura real, sin condiciones ni prejuicios.
Por eso, no duda en elogiar el modelo de la madrileña iglesia de San Antón: no solo porque esté abierta 24 horas, sino porque se presenta como el templo de libre acceso y sin prejuicios. “Está en pleno Chueca, lo que ya supone una presencia amigable en el barrio por excelencia del colectivo LGTBI. A la vez, se ha convertido en el refugio para los sin techo, pero también en punto de encuentro para quien tiene mascotas… Estos tres mensajes hacen que, por extensión, aquel que pasa por delante sabe que no se va a sentir rechazado, aunque su casuística personal sea otra diferente a las anteriores”, comenta sobre el centro de operaciones de Mensajeros de la Paz, aplaudiendo además otros detalles que no ha pasado por alto el padre Ángel García: hay sillones, no solo bancos de misa; se ofrecen para escucharte voluntarios, no solo sacerdotes; te cargan el móvil gratis, tienes wifi… “Es lo que, desde un punto de vista técnico, se llama posicionamiento, teniendo en la cabeza y el corazón al usuario potencial, para acercarse a él en función de sus necesidades y llamadas”, sentencia.