El español José Luis Mumbiela asegura que los militares rusos enviados a este país centroasiático “son una fuerza de pacificación, no de ocupación. Han cumplido su misión y están ya marchándose”
Casi dos semanas después de que comenzaran las violentas protestas que dejaron más de 200 muertos, la calma ha vuelto a Kazajistán. Testigo de primera línea de aquellas manifestaciones, que comenzaron por el alza del precio del gas pero derivaron luego en un posible intento de revertir el orden político de este país de Asia Central, ha sido el español José Luis Mumbiela, obispo de la diócesis de la Santísima Trinidad en Almaty, la ciudad más poblada y antigua capital. Es también presidente de la Conferencia Episcopal de Kazajistán.
“Desde mi casa oía los disparos. En mi misma calle hay una comisaría de Policía que, en dos días, sufrió 27 intentos de asalto. Los atacantes incluso tenían a francotiradores colocados en las casas vecinas. Era una batalla preparada”, contó Mumbiela este martes en un encuentro con periodistas a través de Internet organizado por la Asociación Iscom. “El Gobierno dice que se trató de un acto terrorista para provocar un cambio de poder. Eso es evidente. Otra cuestión es saber quién estaba detrás”. El obispo español considera que el presidente kazajo, Kasim-Yomart Tokaev, tiene un problema con sus fuerzas de seguridad, una parte de las cuales habrían permitido que las manifestaciones iniciales derivaran en protestas mucho más violentas.
“Ni el Ejército ni la Policía estaban preparadas para un ataque de este tamaño, es una vergüenza nacional, como reconocen ahora”, afirma Mumbiela, que justifica la intervención de tropas rusas. “Son una fuerza de pacificación, no de ocupación. Han cumplido su misión y están ya marchándose. La mayoría ya se ha ido de Kazajistán. Ahora el presidente está haciendo una limpieza de las personas que pueden haber sido responsables de esta situación y creando un nuevo Gobierno”.
El pastor de la diócesis de Almaty, la más importante de este país de 18 millones de habitantes en el que los católicos suponen solo un 1%, según las estadísticas oficiales, reconoce que pasó miedo en los momentos más duros de las protestas. A los tiroteos en la comisaría cercana a su vivienda se unieron los ataques que sufrió una tienda de lujo que está en los bajos de su edificio. “Una de las noches de las protestas llegó un grupo de personas que trataron de romper el cristal golpeándolo, pero no lo consiguieron. Eran sobre las 2,30 de la madrugada. Salí al balcón y cuando me vieron se fueron. No sé si me jugué el pellejo”, comentó Mumbiela, recordando los numerosos disparos que se producían aquellos días.
Al día siguiente del primer intento de robo otros desconocidos trataron de meterse en el portal de su edificio. “Fue el momento más crítico. Pensé que podía pasar cualquier cosa y que tal vez venían a por mí porque los había visto la noche anterior. Pero se fueron. Luego con no salir de casa estabas tranquilo. Alguno de los que salieron murieron por los disparos, no de la policía, sino de los atacantes”.
No ha habido que lamentar daños personales entre la pequeña minoría católica kazaja, asegura el presidente del episcopado, subrayando que las manifestaciones pasaban de largo tanto por las iglesias ortodoxas como por la catedral católica. “No había un objetivo religioso, sino otros fines. Lo que nos preguntamos ahora es lo que habría pasado si hubieran triunfado los que organizaron las protestas, entre los que había islamistas radicales. Tenemos una gran incertidumbre”.