Al presidir la eucaristía inaugural de la Semana de Oración por la Unidad de los Cristianos, el obispo de Saltillo aseguró que si buscamos la unidad, la armonía, la comunión entre los cristianos, es porque queremos vencer el pecado
El obispo de la diócesis de Saltillo, Hilario González García, presidió la eucaristía con la que se inauguraron este 18 de enero los trabajos de la Semana de Oración por la Unidad de los Cristianos, convocada por la Conferencia del Episcopado Mexicano (CEM).
En su homilía, el también segundo vocal de la Comisión Episcopal para el Diálogo Interreligioso y Comunión explicó que el deseo de unidad, armonía y comunión entre los cristianos es más fuerte que la división.
“Si buscamos la unidad, la armonía, la comunión –dijo– es porque queremos vencer el pecado, la maldad y la división, con la gracia de Dios, con el espíritu que nos mantiene unidos a Cristo (…) y reflejar con mejor fidelidad el rostro amoroso de Cristo; que seamos uno para que el mundo, las personas, la sociedad crean en Jesús“.
Recordó que la Semana de Oración por la Unidad de los Cristianos tiene más de cien años entre las Iglesias cristianas de occidente, pero a raíz del Concilio Vaticano II ha tomado cada vez mayor fuerza e impacto.
Para el obispo Hilario González, orar por la unidad de los cristianos no es algo accesorio, sino fundamental, por lo que hizo un llamado a la comunidad católica a estar en sintonía con el “testamento de Jesús”, de que todos los cristianos se mantengan unidos para que el mundo crea.
Tras señalar que en todos los aspectos de la vida humana, la división, la competencia, el descrédito de unos y otros, es un signo negativo, el obispo dejó en claro que ninguna institución puede salir adelante si experimenta la división.
“Y sabemos que desde el punto de vista espiritual, la división en la persona, en las relaciones interpersonales, en las comunidades, en la sociedad es una consecuencia del pecado”.
“Es un signo de mucha esperanza que el deseo de unidad sea más fuerte que la división; porque el deseo de mantener viva la fe es más fuerte que la adversidad que experimenta; porque la caridad que brota de Dios es más fuerte que la crueldad, la marginación o la injusticia”, dijo.
Habló también del aporte de los cristianos a la sociedad: “se preguntará la gente, ¿qué caso tiene seguir siendo cristiano en esta sociedad del cansancio, del hastío, del aburrimiento, de la búsqueda de otras ofertas?”.
Efectivamente –respondió– sigue siendo una vocación “a ser como esta estrella, a seguir brillando para que las personas de todas las culturas, de todas las naciones, de todos los tiempos observen esta estrella y se acerquen a adorar a Dios, a reconocer a Jesús como Señor y Salvador”.
Concluyó: “Los cristianos no podemos ser creyentes apagados, no podemos ser velas debajo de la cama, ocultas, en el ropero; los cristianos, hemos de ser luz que se pone en lo alto para que se dé gloria a nuestro Padre, que brillemos los creyentes en Cristo, cualquiera que sea nuestra denominación para que el mundo crea que esa luz no es humana, sino porque Dios está presente en cada creyente y en cada persona”.