“Preguntémonos con franqueza si un sacerdote debe ser necesariamente célibe. Tengo una opinión muy alta del celibato, pero ¿es esencial? ¿Por qué no tener también sacerdotes casados?”, se pregunta el presidente de los obispos de la Unión Europea
Sexualidad, secularización, el papel de las mujeres… El cardenal Jean Claude Hollerich no ha escatimado en sus respuestas a La Croixe. Sobre todo, en lo que se refiere a la formación del clero, en la que apuesta porque “laicos y mujeres” tengan también voz. Asimismo, el presidente de los obispos europeos ha reivindicado que la Iglesia debe cambiar su forma de ver la sexualidad, la cual define como “bastante reprimida”.
“Obviamente, no se trata de decirle a la gente que puede hacer cualquier cosa o de abolir la moralidad, pero creo que tenemos que decir que la sexualidad es un regalo de Dios. Lo sabemos, pero ¿lo estamos diciendo? No estoy seguro de eso”, ha afirmado. Además, ha señalado que “es necesario que los sacerdotes puedan hablar sobre su sexualidad y que podamos escucharlos si tienen dificultades para vivir su celibato. Deberían poder hablar de ello libremente, sin temor a ser reprendidos por su obispo”. Y, en cuanto a los sacerdotes homosexuales, ha asegurado que “son muchos” y que “sería bueno que hablaran de ello con su obispo sin que éste los condene”.
Con respecto al celibato en la vida sacerdotal, Hollerich ha llamado también a la reflexión: “preguntémonos con franqueza si un sacerdote debe ser necesariamente célibe“. Así, si bien ha asegurado que tiene “una opinión muy alta del celibato”, ha querido reflexionar sobre si es “realmente esencial”. “Tengo diáconos en mi diócesis que ejercen su diaconado de manera maravillosa, dan homilías con las que tocan a las personas mucho más fuertemente que nosotros que somos célibes. ¿Por qué no tener también sacerdotes casados?”, se ha preguntado el purpurado.
En este sentido, Hollerich ha apuntado que “incluso si un sacerdote ya no puede vivir esta soledad, debemos ser capaces de comprenderlo, no condenarlo”. Algo que él mismo ha reconocido haber sentido alguna vez. “Y también es obvio que todo sacerdote se enamora de vez en cuando. Toda la cuestión es cómo comportarse en este caso. Primero debes tener la honestidad de admitirlo, luego actuar de tal manera que puedas continuar viviendo tu sacerdocio”, ha añadido.
Hollerich ha hablado también de los abusos cometidos en el seno de la Iglesia, algo que, a su entender, por el hecho de que los sacerdotes sean “representantes de Dios en la tierra”, es “una falta mucho más grave que si un profesor o un preparador deportivo cometiera estos actos. El hecho de que esto haya sido tolerado para proteger a la Iglesia duele”.
Además, considera que si “hubiésemos dado más voz a las mujeres ya los jóvenes, estas cosas se habrían descubierto mucho antes. Debemos dejar de pretender que las mujeres son un grupo marginal en la Iglesia. No están en la periferia de la Iglesia, están en el centro. Y si no damos voz a los que están en el centro de la Iglesia, tendremos un gran problema”.
Por último, el arzobispo de Luxemburgo ha reflexionado acerca de cómo ha cambiado Europa en las últimas décadas y la progresiva secularización del continente. “Cuando era pequeño, todos los niños estaban en la iglesia. Mis padres no fueron allí, pero me enviaron allí, porque era normal hacerlo”, ha dicho. “Pero después de reflexionar”, ha apuntado el cardenal, “veo que este pasado no fue tan glorioso. Obviamente no lo percibí cuando era niño, pero hoy me doy cuenta de que ya había muchas grietas e hipocresía en esta sociedad en ese entonces. Básicamente, la gente no creía más de lo que cree hoy, incluso si iban a la iglesia. Tenían una especie de práctica dominical cultural, pero no inspirada en la muerte y resurrección de Jesús”.
Además, ha señalado directamente a “aquellos católicos para quienes la misa dominical era solo un ritual importante que brindaba estabilidad a sus vidas”. Y es que, tal como lo percibe Hollerich, “para muchos, llamarse católico sigue siendo una especie de disfraz dotado de una moralidad general. Según ellos, esto contribuye a mantener unida a la sociedad, a ser “buenos cristianos”, pero sin definir realmente lo que eso significa”.
“Esta era debe terminar”, ha afirmado. “Ahora debemos construir una Iglesia en la fe. Ahora sabemos que somos y seremos una minoría. No debemos sorprendernos ni quejarnos de ello. Tengo la dulce certeza de que mi Señor está presente en la Europa actual“.