Ha sobrevivido a un ictus, un accidente de tráfico, una depresión, el Covid y la presidencia de la SGAE. El año en que ha lanzado con su banda su primer disco de estudio en casi 30 años, ‘Organización Nautilus’, ha reunido al Grupo de Comunicación Poética Rompente, activo entre 1975 y 1983, con el que ha editado un nuevo libro y empieza el año con su flamante Medalla de Oro de las Bellas Artes.
PREGUNTA.- Medalla de Oro de Bellas Artes, ¡buena forma de terminar 2021 y empezar 2022!
RESPUESTA.- Curiosamente, la primera de estas medallas la recibió Salvador Dalí, en 1971, y me causó una gran sorpresa, porque ni te presentas ni la esperas. Pero lo cierto es que como se decidió en Consejo de ministros el Día de los Inocentes… a punto estuve de no creérmelo (risas). (…)
P.- ¿Cómo es el estado de coma?
R.- Fue un coma de 18 días. Menos los tres últimos días en los que me iban bajando la sedación, el resto del tiempo no oía a nadie, y tenía que discutir conmigo mismo todo el tiempo, ¡un horror! Encerrado conmigo mismo. Después tuve una excitación postcoma que me dejó un acelerón tremendo, me imaginaba que había librado una batalla con la muerte… En fin, un horror.
P.- ¿Se quita el miedo a la muerte después de una experiencia así?
R.- Sobre todo si previamente no lo tenías. A mí lo que me preocupa es la mala muerte, pero culturalmente no pienso mucho en ella. Aunque a los gallegos nos atribuyen pensamientos funerarios como La Santa Compaña, eso no es más que una humanización de la muerte. Todos calzados, caminando tras la luz. De hecho, mi abuela cuando iba a morir quería ponerse los zapatos para poder caminar…
P.- ¿Es un hombre espiritual?
R.- No, soy un tipo que milita en el absurdo, que es una clave para interpretar la vida. Los misticismos, a mí, no me atraen mucho. De hecho, cuando leo a san Juan de la Cruz solo veo la parte de amor romántico en sus versos, no la mística.