“Recibe este signo de nuestra fe, cátedra de la verdad y la caridad de Cristo, anuncia a él con la vida, las acciones y las palabras”. Así, el papa Francisco ‘bautizó’ a los primeros ministros catequistas –laicos y laicas– de la historia, durante la III Jornada de la Palabra de Dios, celebrada el 23 de enero de 2022, entregándoles una cruz, al tiempo que dispensaba una bendición para que “vivan a plenitud su bautismo colaborando con los pastores de las diversas formas de apostolado para la edificación de tu Reino”.
Ocho seglares catequistas, a los que se unieron ocho lectores, ministerio puesto en marcha el pasado año. De los primeros catequistas reconocidos institucionalmente por la Iglesia, una es de España y cuatro, de Latinoamérica. Se trata de Rosa María Abad, de la Archidiócesis de Madrid; Wanderson Saavedra Correia y Regina de Sousa Silva, de la Diócesis de Luziânia, en Brasil; Víctor Hidalgo Chumbe y Martiniano Dávila Yalta, de la Diócesis de Yurimaguas en Perú.
Lo cierto es que el continente del Papa argentino ha estado a la vanguardia de la renovación de la catequesis. Así lo asegura Omar Osiris López García, de la Arquidiócesis de México y oficial en el Pontificio Consejo para la Promoción de la Nueva Evangelización. “Providencialmente, Latinoamérica ya venía promoviendo este ministerio desde hacia más de una década”.
El sacerdote subraya que “algunas diócesis de México, Venezuela y Brasil venían instituyendo de manera temporal a algunos laicos, varones y mujeres, como ministros catequistas”, como también “las conferencias episcopales de Venezuela, de Brasil y la Arquidiócesis de México publicaron algunos documentos pastorales para orientar y promover su institución”. Asimismo, el área de Catequesis del Consejo Episcopal Latinoamericano (CELAM) ha propiciado encuentros regionales entre comisiones episcopales para realizar consultas y compartir experiencias y “han visto conveniente la institución de este ministerio de forma estable”.
Además, López apunta que estos nuevos ministros de América Latina son una muestra palpable del camino emprendido en el continente para “hacer realidad las directrices del Concilio Vaticano II, poniendo de relieve la misión de los laicos en la obra evangelizadora de la Iglesia”. En este sentido, cita el documento La alegría de iniciar discípulos misioneros en el cambio de época. Nuevas perspectivas para la catequesis en América Latina y el Caribe, que ofrece una serie de orientaciones para la formación de los candidatos a este ministerio y los lugares para su ejercicio, mientras que, en 2019, durante la I Semana latinoamericana y caribeña de iniciación a la vida cristiana, “se puso en perspectiva la importancia de los laicos para el desempeño de ciertos ministerios en y para la Iglesia”.
Por otra parte, a juicio del presbítero mexicano, el Documento final del Sínodo amazónico pone de relieve la insistencia de una nueva ministerialidad en la Iglesia; por eso, “los participantes vieron urgente promover y conferir de manera equitativa algunos ministerios a hombres y mujeres a partir de la conciencia de su dignidad bautismal”.
Son once años los que Regina de Sousa Silva lleva de vocación catequética. Ella es la primera laica brasileña en recibir el ministerio de catequesis. Reside en el estado de Goiás, región centro-oeste del coloso sudamericano. Sirve en la Diócesis de Luziânia, jurisdicción sufragánea de la Arquidiócesis de Brasilia, específicamente en la parroquia Nuestra Señora de Fátima, donde coordina la catequesis.
Refiere que Waldemar Passini Dalbello, obispo de la zona, la invitó junto con su compañero Wanderson Saavedra a recibir el ministerio de catequista en el Vaticano. “De inmediato organizamos el viaje y buscamos la documentación necesaria”, rememora. Nunca imaginó recibir esta distinción y admite ser consciente de que “nosotros estamos aquí representando a todos los catequistas”, porque “la catequesis es construida por hombres y mujeres sobre la acción del Espíritu Santo” que “dedican su vida por ser un servicio esencial para la vida de la Iglesia”.
En un país tan extenso y diverso como Brasil, los catequistas tienen grandes desafíos. Entre ellos, apunta Regina, “debemos despertar el entusiasmo de cada bautizado para que escuche la voz del Espíritu Santo, que nunca falte su presencia que es fecunda en nosotros, para que podamos revelar a Dios a todas las personas”. Su contribución como mujer se refleja en el trabajo de todas aquellas compañeras que “se encuentran al servicio de diversas pastorales para evangelizar desde la verdad”, en un mundo que “demanda cambios”.
Mientras tanto, considera fundamental, en ambientes tan crispados como el político, asumir la actitud del buen samaritano, en especial, la “escucha atenta y tierna para crear puentes entre nosotros y caminar juntos”.
Sus inicios en la enseñanza de la fe se dieron de la mano de su catequista, quien la motivó a seguir este camino, puesto que “yo quería llevar la Palabra de Dios, yo quería tener un trabajo en la Iglesia, un trabajo bonito donde pudiese hablar sobre ese amor a Dios. Yo sentía que ese amor debía pasarlo a otras personas, no cabía más en mí”. De este modo, comenzó su periplo, cuyo frutos recoge con la satisfacción del trabajo cumplido. Por ahora, más allá de las muestras de alegría por compartir con sus colegas del mundo en la Plaza de San Pedro, Regina ratifica su misión de “continuar tal como venía haciéndolo con pasión, amor y entrega”.
Wanderson Saavedra Correia, por su parte, como Regina, lleva once años de servicio en Luziânia y actualmente se desempeña como formador de catequistas de toda la diócesis. Es el primer laico brasileño en recibir el ministerio de manos de Bergoglio. Para él, sin duda, es “un honor como representante del país, un reconocimiento del caminar de quienes enseñan la Palabra y como muestra de cariño del Papa hacia todos nosotros. Es una gracia representar a todos nuestros hermanos y hermanas aquí en Roma”.
Por tanto, “lo veo como un regalo de Dios, y esa es nuestra mayor victoria: poder ser semillas del Evangelio”. El joven catequista sabe que su labor va más allá del simple voluntariado, afirma que “es un compromiso con Dios, comprometerse con esta forma de vida. Una vez que eres catequista, siempre serás catequista”, vocación en la que “Cristo es el centro de tus acciones, y más todavía en esta sociedad tan digitalizada, donde todo está al alcance de tu mano, pero a la vez nos encontramos más separados”. En este sentido, agradece al Santo Padre el gesto fraterno y manifiesta que “los catequistas brasileños le aman por todo lo que ha hecho por nosotros”.
Víctor Hidalgo Chumbe y Martiniano Dávila Yalta conocen al dedillo la expresión “desgastar la suela de los zapatos”. Ambos pertenecen al Vicariato apostólico de Yurimaguas, zona nororiental de Perú, donde se han destacado por su servicio con las comunidades más pobres de toda esta comarca amazónica.
Martiniano, laico pasionista, debido a las grandes distancias entre las 16 comunidades que integran el vicariato, ha tenido que hacer caminatas de hasta 20 días para “enseñar el mensaje de Dios”. Recibir de Francisco el ministerio de la catequesis “es un privilegio y, a la vez, una responsabilidad grande”, confiesa. En su diccionario no figura “el no puedo”, porque “en las regiones de donde venimos nos toca hacer las veces de sacerdote, médico y psicólogo”.
Víctor Hidalgo refrenda a su compañero. En la Amazonía, los catequistas amplían su oferta “más allá de los sacramentos propiamente dichos”. Por ejemplo, “en mi caso, organizo actividades con todos: niños, jóvenes y adultos. Así como llevas la Palabra, debes emprender proyectos de diversa índole, desde apoyar a damnificados hasta organizar cooperativas socioproductivas”.