Tras el reciente y polémico Festival de Benidorm (CCOO, BNG o el PP han pedido en el Senado que se investigue la decisión del jurado), Rigoberta Bandini no será la próxima representante de España en Eurovisión, pero de lo que no parece haber dudas es de que su carrera musical se ha disparado con su gran éxito, ‘Ay mamá’.
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Así, quienes la han conocido estos días atraídos por su estilo libre, desenfadado y lleno de energía, han podido escarbar en sus canciones menos conocidas por el gran público y, por ejemplo, se han podido sorprender con una muy especial: ‘Que Cristo baje’.
Entre el todo y la nada
Composición que se inicia así: “Aunque yo juegue el juego de no persistir / hay tantas cosas que me quedan por decir / que al final siempre acabo por no decir nada”. Una letra que no rehúye de la profundidad (“no creo que pueda desgranar esta verdad”) y que acaba apelando a la pequeñez de quien busca: “Me rindo en todo para dejarme llevar. / Pero ese todo también se infectó de nada”.
Un juego espiritual entre el todo y la nada que dirige su mirada directamente a Jesús de Nazaret para hacerle una petición clara: “Quiero que Cristo baje a enseñarme a rezar”. Un camino que se inicia con fuerza y que, en el estribillo, se adentra en una dimensión de lejanía en la que el mismo Cristo es el compañero de viaje: “Que me acompañe en este viaje semi astral. / Pillarnos juntos un billete a las Bahamas”.
Como los apóstoles
Una peregrinación sin nada en los bolsillos, como los grandes apóstoles (“no tengo traje y me marché hace dos semanas”) para, finalmente, acabar en una celebración de la compañía en clave espiritual: “Aquí estoy, / aquí estamos. / Aquí estoy, / aquí estamos”.
En la parte final de la canción, Rigoberta Bandini acude a la reivindicación de la mirada femenina que marca prácticamente toda su obra: “No creo que pueda enjaular mi feminidad. La veo de lejos sin saber a dónde va. / Porque este trono se incendió y yo aspiro llamas”.
Llamada apasionada
Un viaje que finaliza así, encendiendo unas entrañas de por sí apasionadas: “Quiero que Cristo baje a enseñarme a rezar. / ¡Que Cristo baje a rezar! / ¡Que baje ya! / ¡Quiero que baje Cristo a rezar! /
Aquí estamos”.
Hoy, decenas de miles de personas tararean y repiten en las redes la petición más conocida de Rigoberta Bandini: “Mamá, mamá, mamá… Paremos la ciudad”. Seguro que, cuando muchos más conozcan su obra entera, no se quedan indiferentes ante su llamada más íntima y en la que mira hacia lo alto: “Quiero que Cristo baje a enseñarme a rezar”.
Formada con las teresianas
No obstante, a la cantante, barcelonesa de 31 años que en realidad se llama Paula Ribó, no le es ni mucho menos ajeno lo espiritual. Formada con las teresianas del barrio barcelonés de Sant Gervasi, en una reciente entrevista en la contra de ‘La Vanguardia’ respondía así a la cuestión de si tenía creencias: “Sí, ¡todas! Creo en todo. Cuando canto conecto a la gente con Dios”.
Además, ‘El Español’, en un perfil que le ha dedicado estos días, recoge un post que ella misma escribió en su cuenta de Instagram el 14 de octubre de 2020 y en el que afirma lo siguiente: “La creación en sí es un acto de fe. Y hay una fuerza mucho más grande que nosotros que guía cada paso. ¿God? En verdad el nombre es lo de menos. A mí me encanta llamarle Dios porque resulta provocador en según qué circuitos y, joder, me encanta provocar. Así que viva el arte y viva Dios”.
¿Provocación? ¿Pose? ¿Búsqueda de corazón…? Por suerte, quedan muchos años de carrera libre y sin etiquetas de Rigoberta Bandini para descubrirlo.