Para muchos hondureños, el pasado 27 de enero de 2022 parecía enlazarse directamente con el 28 de junio de 2009, cuando el izquierdista Manuel Zelaya, tras considerar el Congreso que pretendía extender su mandato más allá de lo previsto por la Constitución, fue cesado como presidente y, en pijama (en una imagen icónica de lo ocurrido), obligado por el ejército a dejar el país. Entonces, se abrió una fractura que dividió a la sociedad centroamericana, considerando unos que se había actuado en defensa de la legalidad y otros que se trataba de un golpe de Estado encubierto.
Después de esta década de gobiernos conservadores (empezando por Roberto Micheletti, elegido por el Congreso para sustituir a Zelaya, a quien siguieron, tras imponerse en las urnas, Porfirio Lobo y Juan Orlando Hernández), volvemos a este 27 de enero en el que, tras su triunfo en las últimas elecciones generales, era investida como nueva presidenta de Honduras Xiomara Castro, de ideología izquierdista y primera mujer en alcanzar el poder en la historia del país. La nueva líder nacional, precisamente acompañada de Zelaya y sosteniendo un cartel de la líder indigenista asesinada Berta Cáceres (muy implicada con la Iglesia de base en su lucha), no dudó en dirigirse a la “resistencia nacional” y llamó a “refundar un Estado socialista y democrático”.
Para valorar este momento de cambio en clave eclesial, Vida Nueva constata la opinión del arzobispo de Tegucigalpa, el cardenal Óscar Andrés Rodríguez Maradiaga, uno de los principales colaboradores del papa Francisco en la reforma de la Iglesia y quien fuera duramente criticado en 2009 por los partidarios de Zelaya al entender que había sido un “colaborador del golpe” tras defender este que su cese había sido un acto en concordancia con el orden constitucional.
Dejando atrás la polémica y apostando por la concordia, Maradiaga destaca a esta revista que “la toma de posesión presidencial de Xiomara Castro ha llenado de esperanza a la gran mayoría del pueblo hondureño”. “El gesto inicial –destaca–, muy sincero y que salió de ella, de recibir una bendición en la ermita histórica de Nuestra Señora de Suyapa, fue algo muy apreciado por la gente humilde. Con su esposo, sus hijos y nietos ya fue un primer mensaje”.
“Los desafíos –enfatiza el cardenal– son muy grandes, pero hay un gran deseo de verdaderos cambios”. “Se necesita refundar Honduras –concluye Maradiaga haciendo alusión a lo proclamado por Castro en su discurso de toma de posesión–, pero no sobre ideologías ya gastadas por el mal uso de algunos políticos. Es mejor sobre la verdad, la justicia, la libertad y el amor. No se necesita buscar en el pasado. La luz de la Doctrina Social de la Iglesia señala claros caminos de una fundación que busque el alivio de la pobreza desde la ética y la honestidad”.