“El camino de la fraternidad es largo, difícil, pero es ancla de salvación para la humanidad. A las muchas señales de amenaza, a los tiempos oscuros, a la lógica del conflicto opongamos el signo de la fraternidad que, acogiendo al otro y respetando su identidad, lo impulsa a recorrer un camino común”. Así de contundente se ha mostrado el papa Francisco en su videomensaje con motivo del II Día Internacional de la Fraternidad Humana, que hoy se conmemora en la Exposición Universal de Dubai.
El Pontífice ha comenzado su discurso agradeciendo al gran imán de Al-Azhar, Ahmed Al-Tayyeb, con quien, hace justamente tres años firmó el ‘Documento sobre la fraternidad humana por la paz mundial y la convivencia común’ en el marco de su visita a Abu Dabi. “En estos años hemos caminado como hermanos conscientes de que, respetando nuestra respectivas culturas y tradiciones, estamos llamados a construir la fraternidad como una defensa contra el odio, la violencia y la injusticia”, ha destacado.
Asimismo, Jorge Mario Bergoglio ha agradecido también a todos aquellos que les han acompañado en el camino: al jeque Mohamed bin Zayed Al-Nahyan, al Alto Comité para la Fraternidad Humana y a la Asamblea General de las Naciones Unidas.
Para Francisco, “la fraternidad es uno de los valores humanos y universales que debería estar en la base de las relaciones entre los pueblos, de manera que cuantos sufren o son desfavorecidos no se sientan excluidos y olvidados, sino acogidos, sostenidos como parte de la única familia humana”. “¡Somos hermanos!”, ha recalcado.
“Todos, en nuestro compartir sentimientos de fraternidad los unos por los otros, debemos hacernos promotores de una cultura de la paz, que anime el desarrollo sostenible, la tolerancia, la inclusión, la compresión recíproca y la solidaridad”, ha añadido.
El Papa ha gritado, hasta en tres ocasiones que “todos vivimos bajo el mismo cielo”. “Independientemente de dónde y de cómo vivimos, del color de la piel, de la religión, de la clase social, del sexo, de la edad, de las condiciones de salud y de las económicas. Somos todos distintos y, al mismo tiempo, iguales, y este periodo de pandemia nos lo ha demostrado. Lo repito una vez más: solos no nos salvamos”, ha afirmado.
“En el nombre de Dios debemos reconocernos hermanos y hermanas. Como creyentes, pertenecientes a distintas tradiciones religiosas, tenemos un papel que cumplir. ¿Cuál sería? Ayudar a nuestros hermanos y hermanas a elevar su mirada y su oración al Cielo. Levantemos los ojos al Cielo, porque quien adora a Dios con un corazón sincero ama también al prójimo. La fraternidad nos lleva a abrirnos al Padre de todos y a ver en el otro un hermano, una hermana, a compartir la vida, a sostenernos recíprocamente, a amar y conocer a los demás”, ha continuado.
Según el Pontífice, “hoy es el tiempo oportuno para caminar juntos. No lo dejemos para mañana o para un futuro que no sabemos si llegará; hoy es el tiempo oportuno para caminar juntos, los creyentes y todas las personas de buena voluntad, juntos. Es un día propicio para darse la mano, para celebrar nuestra unidad en la diversidad –unidad no uniformidad–, para decir a las comunidades y a las sociedades en las que vivimos que ha llegado el tiempo de la fraternidad. Todos juntos, porque es fundamental ser solidarios los unos con los otros”.
En el mismo sentido, ha agregado: “No es tiempo para la indiferencia, o somos hermanos o todo se derrumba. Y no se trata absolutamente de una expresión literaria de tragedia, no, sino de la verdad. O somos hermanos o todo se derrumba. Lo constatamos en las pequeñas guerras actuales, en esta tercera guerra mundial en pedazos. Cómo se destruyen los pueblos, cuánta hambre pasan los niños, cómo se derrumba la educación. Es una destrucción. O somos hermanos o todo se derrumba”.
Antes de concluir, Bergoglio animó a todos a “comprometerse con la causa de la paz y responder a los problemas y a las necesidades concretas de los últimos, de los pobres, de los indefensos. La propuesta es la de caminar el uno al lado del otro, ‘hermanos todos’, para ser concretamente constructores de paz y de justicia, en la armonía de las diferencias y en el respeto de la identidad de cada uno”.