El pontífice ha hecho un llamamiento frente a la trata de mujeres y ha condenado la mutilación genital femenina que todavía se sigue practicando en diversas partes del mundo
El papa Francisco se ha reunido con los fieles de la Plaza de San Pedro para la oración mariana del ángelus. En esta ocasión, además, el pontífice ha bendecido una escultura de la santa de origen sudanés Josefina Bakhita, cuya fiesta se celebra el 8 de febrero, lo que ha hecho que el Papa haga un llamamiento contra la trata de personas; además este domingo se celebrar la Jornada contra la mutilación genital femenina, una práctica que el pontífice ha condenado por ser humillante para las mujeres y su integridad física. Francisco ha condenado estas realidades que viven la mujeres y niñas.
Con motivo de la jornada de la vida que se celebra en Italia, ha apoyado a los obispos del país en su apoyo del cuidado de la vida frente a la cultura del descarte y la bajada de la demografía. También el pontífice ha compartido dos cosas bellas: toda la unidad del pueblo marroquí por salvar al niño Rayan y el testimonio de un migrante ghanés en Italia que ha empezado a trabajar en una bodega de vino hasta que se le ha encontrado un cáncer y quiere volver a abrazar a su padre por última vez algo que ha sido posible gracias a una colecta entre los vecinos del pueblo en el que vivió en el Monferrato. Para el Papa estos son los santos de la puerta de al lado.
Comentando el evangelio del día, en el que Jesús se sube a una barca e invita a Simón a salir al mar, ha destacado que “cada día la barca de nuestra vida abandona la orilla de nuestro hogar para adentrarse en el mar de las actividades cotidianas”. Para el Papa “cada día intentamos ‘pescar fuera del mar’, cultivar sueños, perseguir proyectos, vivir el amor en nuestras relaciones. Pero a menudo, como Pedro, experimentamos la ‘noche de las redes vacías’, la decepción de esforzarse tanto y no ver los resultados deseados”.
El pontífice ha lamentando “cuántas veces también nosotros nos quedamos con una sensación de derrota, mientras la decepción y la amargura surgen en nuestros corazones”. Ante esto, el Señor “elige subirse a nuestro barco. Desde allí quiere anunciar el Evangelio al mundo. Esa misma barca vacía, símbolo de nuestra incapacidad, se convierte en la ‘cátedra’ de Jesús, el púlpito desde el que proclama la Palabra”. “Esto es lo que le gusta hacer al Señor: subirse a la barca de nuestra vida cuando no tenemos nada que ofrecerle; entrar en nuestros vacíos y llenarlos con su presencia; servirse de nuestra pobreza para proclamar su riqueza, de nuestras miserias para proclamar su misericordia”, destacó Francisco.
“Dios no quiere un crucero, le basta con un pobre barco ‘destartalado’, siempre que lo acojamos”, sentenció. Por ello, invitó a preguntarse a los fieles: “¿le dejamos entrar en el barco de nuestras vidas? ¿Ponemos a su disposición lo poco que tenemos? A veces nos sentimos indignos de Él porque somos pecadores. Pero esta es una excusa que no le gusta al Señor, porque lo aleja de nosotros. Es el Dios de la cercanía: no busca el perfeccionismo, sino la acogida”.
El Papa destacó también la confianza de Pedro que “no se apoya en las estrategias de los pescadores, que conocía bien, sino en la novedad de Jesús. Lo mismo ocurre con nosotros: si acogemos al Señor en nuestra barca, podemos hacernos a la mar. Con Jesús, navegamos por el mar de la vida sin miedo, sin ceder a la decepción cuando no pescamos nada, y sin ceder al ‘no hay nada más que hacer’. Siempre, tanto en la vida personal como en la vida de la Iglesia y de la sociedad, se puede hacer algo hermoso y valiente. Siempre podemos volver a empezar, el Señor siempre nos invita a volver al juego porque Él abre nuevas posibilidades”, señaló. Por eso concluyó invitando: “ahuyentemos el pesimismo y la desconfianza y hagámonos a la mar con Jesús. Incluso nuestro pequeño barco vacío será testigo de una pesca milagrosa”.