Vaticano

Francisco en el prime time de la televisión italiana: “La capacidad de ser perdonado es un derecho humano”

  • El pontífice fue entrevistado en directo en el magazine ‘Che tempo che fa’ de Rai 3, con 6,7 millones de espectadores
  • Bergoglio habló de los migrantes, las guerras, la educación de los hijos y sus gustos musicales





“La guerra es un sinsentido”. Así de contundente se ha mostrado el papa Francisco en horario de ‘prime time’ en el programa magazine ‘Che tempo che fa’ de Rai 3, la televisión pública italiana, congregando ante el televisor a 6,7 millones de espectadores. El pontífice ha sido entrevistado durante una hora por el presentador Fabio Fazio que recibe frecuentemente a personajes del ámbito eclesial y social italiano.

“Hay como un contrasentido de la creación, por eso la guerra es siempre destrucción. Por ejemplo, trabajar la tierra, cuidar a los niños, formar una familia, hacer crecer la sociedad: esto es construir. Hacer la guerra es destruir. Es una mecánica de destrucción”, señaló a partir de las tensiones entre Ucrania y Rusia.



Migrantes rechazados

El Papa ha lamentado “la cultura de la indiferencia” ante las noticias sobre migrantes que pierden la vida. “¿Cuánto tiempo lleva Yemen sufriendo la guerra y cuánto tiempo llevamos hablando de los niños de Yemen? Un claro ejemplo, y hace años que no hay solución al problema”, apuntó. Por ello, denunció que “hay categorías que importan y otras que están en el fondo: los niños, los inmigrantes, los pobres, los que no tienen comida. Estos no cuentan, al menos no cuentan en primer lugar, porque hay gente que quiere a estas personas, que intenta ayudarlas, pero en el imaginario universal lo que cuenta es la guerra, la venta de armas. Piensa que, con un año sin fabricar armas, podrías dar comida y educación a todo el mundo, de forma gratuita”.

“Vemos cómo se movilizan las economías y lo que es más importante hoy, la guerra: la guerra ideológica, la guerra de poderes, la guerra comercial y tantas fábricas de armas”, añadió el Papa. Además, rechazó la falta de acogida de los migrantes y “Cuánto sufren en manos de los traficantes los que quieren escapar”. “Sufren y luego se arriesgan a cruzar el Mediterráneo. Entonces, a veces, son rechazados, por alguien que por responsabilidad local dice ‘No, aquí no vienen’; hay estos barcos que van de un lado a otro buscando un puerto, que vuelven o mueren en el mar. Esto ocurre hoy”, lamentó.

“Vienen a España e Italia, los dos países más cercanos, y no son recibidos en otros lugares. El inmigrante debe ser siempre acogido, acompañado, promovido e integrado. Acogida porque hay dificultades, luego acompañamiento, promoción e integración en la sociedad”.

Frente a la indiferencia y la injusta división del mundo, el pontífice reclamó que “echamos de menos tocar las miserias y tocar nos lleva al heroísmo. Pienso en los médicos, enfermeros y enfermeras que dieron su vida en esta pandemia: tocaron el mal y eligieron quedarse allí con los enfermos”. Algo que también aplicó al cuidado de la creación. “Debemos meternos esto en la cabeza: hacernos cargo de la Madre Tierra”, señaló al comentar datos sobre los plásticos que acaban en el mar.

La cercanía de los hijos

Francisco también lamentó el fenómeno del bullying y cómo los jóvenes son víctimas de “una increíble sensación de soledad” a pesar de estar hiperconectados. Por ello, recomendó a las familias ejercitar la cercanía, por ello, relató que a las parejas jóvenes les pregunta si “¿Juegan con sus hijos? Esa gratuidad de papá y mamá con el niño. A veces escucho respuestas dolorosas: ‘Pero padre, cuando salgo de casa para trabajar están durmiendo y cuando vuelvo por la noche vuelven a dormir’. Es la sociedad cruel que se desprende de sus hijos. Pero la gratuidad con los propios hijos: jugar con los niños y no asustarse de los niños, de las cosas que dicen, de las hipótesis, o incluso cuando un niño, ya mayor, un adolescente, mete la pata, estar cerca, hablar como un padre, como una madre”.

Hablando de la libertad, el Papa destacó en directo que “como Dios nos hizo libres, somos dueños de nuestras decisiones y también de tomar decisiones equivocadas”, por eso, destacó sin miedo a “escandalizar a algunos”, “la capacidad de ser perdonado es un derecho humano. Todos tenemos derecho a ser perdonados si pedimos perdón. Es un derecho que proviene de la propia naturaleza de Dios y que ha sido dado como herencia a los hombres. Hemos olvidado que quien pide perdón tiene derecho a ser perdonado. Si has hecho algo, pagas por ello. ¡No!, Tienes derecho a ser perdonado, y si tienes una deuda con la sociedad, puedes pagarla, pero con el perdón”.

Frente a la mundanidad espiritual

Ante el mal, ha recordado que “vienen precisamente porque el hombre ha perdido la capacidad de seguir las reglas, ha cambiado la naturaleza, ha cambiado tantas cosas, y también por su propia fragilidad humana. Y Dios permite que esto continúe”. Por eso, lamentando sufrimientos injustos, el Papa, señaló que Dios “es fuerte, sí, omnipotente en el amor. En cambio, el odio, la destrucción, están en manos de otro que ha sembrado el mal en el mundo por envidia”.

En este sentido, el papa Francisco ha destacado la fuerza de la fraternidad como elemento clave en el futuro del mundo. Fijándose en la Iglesia ha rechazado la “mundanidad espiritual” como su mayor mal y ha apostado por “una Iglesia que peregrina”. El pontífice ha rechazado el “clericalismo que hay en la rigidez, y debajo de todo tipo de rigidez hay podredumbre, siempre” y ha advertido sobre “el pelagianismo y el gnosticismo” porque o no cuenta con la fuerza de Dios o es una espiritualidad vacía. Así, invitó a rezar que “significa mirar nuestros límites, nuestras necesidades, nuestros pecados…. Rezar es entrar con fuerza, más allá de los límites, más allá del horizonte, y para nosotros los cristianos rezar es encontrarnos con ‘papá’”.

Amigos que dan fuerza

En el terreno más personal, el Papa comentó: “Me gusta estar con mis amigos a veces para contarles mis cosas, para escuchar las suyas, pero efectivamente necesito amigos”. En este sentido justificó su tarea de vivir en “Santa Marta donde encuentras gente que habla con todo el mundo, encuentras amigos. Es una vida más fácil para mí, no me apetece hacer la otra, no tengo fuerzas y las amistades me dan fuerza”. En este sentido bromeó sobre vivir en el Palacio Apostólico: “los Papas que estaban antes eran santos, y yo no puedo, no soy tan santo”.

También recordó su reciente salida a bendecir una tienda de música, su gusto por el tango –“un porteño que no baile el tango, no es un porteño”, sentenció–, que de pequeño quería ser carnicero porque cuando iba con su abuela la caja la tenía siempre lleva de dinero… o la llamada de Dios después de estudiar Química. El papa recomendó, finalmente no perder el sentido del humor que, según él, “es una medicina” y “hace mucho bien”.

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