Si algo nos ha enseñado la pandemia, es que las redes sociales pueden ser un buen aliado para que un sacerdote pueda atender a su parroquia virtual. Más allá de las situaciones de confinamiento, la relación de los curas con las redes sociales no acaba de aclararse. Por ello, el sacerdote colombiano Diego Meza es estudiante de Doctorado de la Facultad Ciencias Sociales de la Pontificia Universidad Gregoriana de Roma, es uno de los investigadores del estudio ‘Navegando por el hiperespacio. Un análisis comparativo del uso de Facebook por parte de los sacerdotes’, cuyas conclusiones acaban de ver la luz. Ahora, comparte con Vida Nueva algunas de las reflexiones recogidas en el informe.
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Vida privada y ministerio publico
PREGUNTA.- ¿Para qué utilizan Facebook los sacerdotes? ¿Cuál es la conclusión de este estudio?
RESPUESTA.- Nos sorprendió un poco descubrir que los sacerdotes usan menos esta plataforma que la población en general. Sin duda, las preferencias personales y las características demográficas pueden explicar este fenómeno, pero solo hasta cierto punto. Creemos que la mayoría de los sacerdotes consideran que Facebook no es adecuado para el trabajo pastoral y luchan por hacer malabarismos con sus ambivalencias inherentes, como la privacidad y la confusión de roles. El tema del acceso a la infraestructura de información y telecomunicaciones surgió en ciertos países, así como el problema de la alfabetización digital. En Colombia, las áreas rurales tienen una cobertura irregular, mientras que en Haití y Congo el costo de acceso también parece ser un tema importante. También hay diferencias con respecto al contexto social general en el que viven y trabajan los sacerdotes. Las sociedades que son más avanzadas tecnológica y administrativamente (donde los sacerdotes en promedio han tenido más tiempo para adaptarse a las tecnologías digitales y, por lo tanto, tienen más conocimientos de medios de comunicación) tienden a preferir una distinción más rígida entre la vida privada y su trabajo.
Entre los principales hallazgos de esta investigación podría mencionar que existe una clara correlación entre la visibilidad sacerdotal de los perfiles y los temas de sus publicaciones. Quien hace explícita su identidad sacerdotal suele hablar de ministerio sacramental y de evangelización, de teología y de su vida personal. Aquellos que no se presentan como sacerdotes tienden a hablar sobre “obras de misericordia” (aspectos no sacramentales de su trabajo), sobre temas sociales y políticos, y sobre otras cosas que no son relevantes para su ministerio. Siguiendo estas indicaciones, detectamos huellas de diferentes modelos de sacerdocio. En algunos países, los sacerdotes parecen expresar un alto grado de formalidad y distancia social, mientras que en otros parecen ser más informales, como se demuestra en la elección de los temas y objetivos comunicativos. Esta dicotomía corresponde en cierta medida a su “yo público”, es decir, a cómo se presentan en sus perfiles. Nos dimos cuenta de que los sacerdotes que son muy explícitos sobre su identidad tienden a ser menos agradables al relacionarse con las personas, y obtienen una puntuación baja en las categorías “expresar apoyo, orar por las personas” y “vida privada”. Creemos que este hallazgo hace eco de dos experiencias eclesiales diferentes, la iglesia “vieja” y algo cansada del opulento Occidente en contraste con la iglesia “joven” vibrante en América Latina, África y Asia.
Entusiasmo en la pandemia
P.- ¿Qué procedimiento se ha seguido en esta investigación que contempla realidades diferentes de varios países?
R.- Este trabajo nació como un proyecto de investigación en el curso de Mass Media and Comunication de la Facultad de Ciencias Sociales de la Pontificia Universidad Gregoriana de Roma y fue coordinado por el profesor y sacerdote jesuita Peter Lah. A lo largo de los primeros meses se hicieron algunas aproximaciones al tema de las redes sociales y se trazó el diseño metodológico. Básicamente se recopilaron las publicaciones de cada perfil, así como la información general de cada usuario, y posteriormente se organizaron a través de algunas categorías. Por ejemplo, tipo de contenido, características técnicas del post, número de “me gusta”, comentarios, etc.
El grupo de investigación quedó conformado por estudiantes de varias nacionalidades. Después de realizar algunos acercamientos a los perfiles de Facebook de algunos sacerdotes, la muestra de estudio se constituyó con los clérigos de algunas diócesis del Congo, Eslovenia, Italia, Filipinas, Brasil, Colombia, Haití y España. Nuestro libro cuenta con un reporte pormenorizado de cada país en el que se incluyen los factores contextuales y los hallazgos más importantes. También incluimos un capítulo en donde analizamos comparativamente los anteriores resultados.
P.- ¿Qué papel ha jugado la pandemia en el uso de las redes por parte de los sacerdotes?
R.- Con la pandemia, notamos un entusiasmo creciente por parte de los sacerdotes de usar Facebook para transmitir la eucaristía, publicar breves meditaciones espirituales e informaciones sobre su trabajo pastoral. El desafío sin precedentes presentado por las restricciones impuestas por los gobiernos a las reuniones públicas durante la pandemia se afrontó con creatividad y esfuerzo. Estas respuestas estuvieron mediadas por la alfabetización digital de los sacerdotes y la disponibilidad de recursos tecnológicos y económicos de cada contexto. Pensemos por ejemplo en la cobertura de internet en cada área geográfica. De otra parte, también encontramos que el aumento de publicaciones durante la pandemia no sólo incluía contenido religioso sino una gran cantidad de material que clasificamos dentro de la categoría “entretenimiento”. Así las cosas, interpretamos este uso como un instrumento de gratificación personal, que particularmente se incrementa en condiciones de distanciamiento social, agotamiento e impotencia.
Una nueva forma de comunicar
P.- ¿Cómo pueden ser las redes sociales un aliado en la tarea pastoral de un presbítero?
Varias enseñanzas se desprenden de nuestra investigación. Quisiera señalar algunas. En primer lugar, se puede observar que las experiencias religiosas online complementan la vida cristiana de las personas, en lugar de sustituirla. En este sentido, los sacerdotes deben aprender que las redes sociales no solo tienen el potencial de expandir el alcance y efectividad de estas actividades, sino que también cambian la forma en que se hacían previamente. Pensemos, por ejemplo, en la interacción de los fieles en las redes sociales y la atmósfera de pasividad en algunas celebraciones y reuniones parroquiales.
En segundo lugar, cuando usamos las redes sociales, conscientes de sus límites y sesgos, es mejor que lo hagamos bien. Necesitamos aprender un lenguaje que sea visual, en lugar de conceptual, el tipo de lenguaje que usó Jesús en parábolas y referencias constantes a la experiencia. Tenemos un rico tesoro en el arte cristiano al que podemos recurrir, y la oportunidad de agregar nuestras propias contribuciones a esta tradición, para expresar la fe de nuevas maneras. Incluso cuando el sacerdote entra en escena, su lenguaje debe ser personal. Estos aspectos cobran fuerza, los mensajes serán notados y tal vez algunas semillas caigan en un suelo fructífero.
Finalmente, está la cuestión de la alfabetización digital. Hay que recordar que la formación digital está a la par de la alfabetización general. De hecho, difícilmente se puede considerar maduro –espiritual, intelectual, psicológica y políticamente– a quien no sabe interpretar la realidad cada vez más digitalizada que le rodea, y comprometerse con esta realidad. De forma concreta estos elementos podrían integrarse fácilmente en los planes de estudios de las escuelas católicas y en los programas de formación para el clero y los laicos. Un proceso que incluya elementos técnicos y prácticos y que permita comprender y evaluar críticamente diferentes aspectos del mundo mediático.