El 5 de octubre de 2021, la Comisión independiente sobre abusos sexuales en la Iglesia (CIASE) presentó su informe a Véronique Margron, presidenta de la Conferencia de Religiosos y Religiosas de Francia (CORREF); y a Monseñor Eric de Moulins-Beaufort, presidente de la Conferencia Episcopal Francesa (CEF). Se estima que 216.000 personas han sido abusadas en Francia por clérigos o religiosos desde 1950.
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PREGUNTA.- ¿Cómo recibió el informe de la CIASE?
RESPUESTA.- Siento una inmensa gratitud por el trabajo de las mujeres y los hombres que integran esta comisión. Pude comprobar que son personas magníficas que han dado su tiempo sin reservas, tratando de ser lo más rigurosos posible en su disciplina. Todos están muy afectados por este trabajo y por la escucha de las víctimas, por lo que han sufrido y por conocer las deficiencias de las instituciones que no les protegieron ni escucharon.
También agradezco la decisión de la CEF y de la CORREF de crear la Comisión presidida por Jean-Marc Sauvé. Probablemente sea una de las mejores investigaciones a nivel nacional, porque evalúa numerosas fuentes científicas a la vez que otorga un papel primordial a la palabra de las víctimas. Al tiempo, siento un profundo dolor. Esta mezcla es un sentimiento extraño y paradójico. De dolor y vergüenza ante lo que parece ser la incapacidad de las instituciones de afrontar lo peor de sí mismas, aunque haya pasado mucho tiempo. Esta debilidad, este fracaso, revela problemas abismales.
P.- ¿Por dónde empezar?
R.- El informe es muy extenso y presenta 45 recomendaciones. Se hace necesario un método, establecer una agenda que no signifique rechazar las cosas, sino organizarlas viendo qué se debe implementar a corto y medio plazo, qué es parte del cambio cultural y qué se debe examinar con el pueblo de Dios, ya que las decisiones jerárquicas no secundadas por el pueblo de Dios no darían fruto. Escuchar a las víctimas sigue siendo una prioridad. No todos han testificado todavía y algunos han descubierto la existencia del CIASE ese mismo día.
En la semana siguiente a la publicación del informe, el CIASE recibió 200 emails, y en lo que a mí respecta, recibí unos cuarenta. Es necesario que haya una escucha constante, neutral y profesional. También es necesario prever “turnos” en las instituciones eclesiales para cuando estas personas quieran ponerse en contacto con una persona de la Iglesia, algo que no siempre sucede. Tras la publicación del informe, se activó un número gratuito para denunciar abusos sexuales en la Iglesia, con profesionales independientes. Si lo desean, las víctimas pueden ponerse en contacto con un número específico o una dirección de correo electrónico de CEF o de la CORREF.
P.- Está también el problema del resarcimiento…
R.- La segunda urgencia absoluta será la creación de comisiones independientes para recibir a todas las personas víctimas de abuso que lo deseen y así implementar mediaciones. Si piden un método de compensación, la comisión tendrá la tarea de responder lo mejor posible a la solicitud de cada uno y asegurar la mediación con el instituto religioso implicado. Y esta solicitud puede cifrarse en una indemnización económica, acceso a archivos, saber si ha habido otras víctimas, o la voluntad de explicar su experiencia a jóvenes religiosos en formación…
Se trata de reconocer el delito sufrido por la víctima y tomar en serio sus palabras. En última instancia, hemos de permanecer lo más cerca posible de la persona, ya que el trauma se experimenta de forma individual. No siempre se corresponde con la respuesta en términos penales. Las repercusiones del mal hecho en la vida de las personas y los efectos a largo plazo del mal sufrido son dramas individuales que deben ser respondidos.
Una bofetada en el rostro del Evangelio
P.- ¿Por qué la publicación de este informe es un punto de inflexión?
R.- El 5 de octubre fue un momento histórico para la Iglesia. Me atrevo a pensar que para todos habrá un antes y un después y espero que nunca más volvamos a pensar que podemos ser juez y parte en esta causa. La independencia es un hecho fundamental. Lo mismo ocurre con los equipos de escucha. Varias de las víctimas contactadas no han querido servirse de ellos, aunque están formados por profesionales, porque la gente los considera demasiado cercanos a los institutos o diócesis implicados. La confianza toma tiempo y requiere desapego.
Este 5 de octubre también fue decisivo porque esa mañana fue como una bofetada en el rostro del Evangelio ya que fueron personas de fuera de la institución, las palabras de las víctimas y el presidente de la Comisión, Jean Marc Sauvé, quienes mostraron a la Iglesia la verdad sobre su parte más oscura. Nuestra Iglesia, que pretende decir la verdad no solo en lo que respecta a la fe, sino también en lo que respecta a lo humano, ha escuchado su verdad de boca de otros.
P.- El informe refleja que también ha habido abusos en el ámbito familiar, en el deporte… ¿hay una especificidad en los abusos que se cometen en el seno de la Iglesia?
R.- Si y no. Algunos psicólogos dicen que las agresiones sexuales cometidas en la Iglesia son neoincesto: la Iglesia se vive en familia, los sacerdotes son como padres y las religiosas, a veces, incluso como madres. El carácter íntimo de la agresión conjuga una mezcla de miedo y afecto y el abuso de autoridad está cerca de lo que se observa en el incesto. La estrategia del agresor suele ser similar: intenta continuar con sus agresiones obligando a la víctima a callar con chantajes basados en el miedo y el cariño, jugando con que la familia, como la Iglesia, no quiere escándalos.
La especificidad radica en el hecho de que la familia es un mundo pequeño mientras que la Iglesia es un mundo muy organizado. Así, la estrategia de los agresores contamina todas las instituciones de modo que ninguna llega a reaccionar como debiera. A ello se añade el agravante de clericalismo, de una relación problemática con el secreto, y con la referencia a lo sagrado. Referirse a lo sagrado significa establecer que no hay ninguna ley que se nos pueda imponer. Estas cuestiones forman parte de la estrategia del agresor y de la institución que, al tiempo, también perpetra la agresión.
P.- ¿Cómo?
R.- Es más difícil para los niños hablar en ambientes muy religiosos ya que sienten que están engañando a sus padres. Se agrava más cuando los abusadores, en el ámbito eclesial, aluden a la voluntad de Dios. La relación con la pureza juega un importante papel de modo que algunos agresores en la Iglesia han jugado con ello para que la agresión se mantenga en secreto.
Es escalofriante. La relación con la pureza es tanto antropológica como bíblica: desde el Génesis se trata de pasar de lo puro a lo santo. La relación con la pureza es algo muy arcaico en nosotros, que nada tiene que ver con la ética. Además, cuando se corrobora por un discurso religioso manipulado, el agredido se siente paralizado.
Ni siquiera se trata de hacer un discurso superficial sobre la castidad si no se va a cuestionar en profundidad ni la realidad, ni la sexualidad como tal, ni la violencia o el abuso. Desde el principio, la Biblia llama las cosas como son: el día es el día, la noche es la noche y el asesinato es un crimen. Hay que llamar a las cosas por su nombre.
*Entrevista original publicada en el número de enero de 2022 de Donne Chiesa Mondo. Traducción de Vida Nueva