“Las sociedades democráticas y los estados de derecho no debemos consentir la criminalización de quienes escapan del conflicto, la represión, las consecuencias de la degradación ecológica o los desastres naturales. El desplazamiento humano inducido por la guerra, el hambre o por un déficit de desarrollo que condena a la población a vivir en el umbral de la miseria, es un tipo de migración forzosa amparado por el derecho internacional humanitario”. Contundente ha sonado el jesuita Álvar Sánchez, miembro de la delegación de Migraciones de Nador –que ofrece ayuda humanitaria a la población en tránsito: solicitantes de asilo, refugiados, migrantes y desplazados–, durante su intervención en la rueda de prensa de la 63ª campaña de Manos Unidas.
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Para el religioso, “excluir de nuestro círculo al extranjero, tratar de ocultarlo tras el velo de nuestra indiferencia, nos condena a un olvido mutuo y limita nuestra humanidad y libertad. Defender a las víctimas nos humaniza y vencer el miedo a lo desconocido nos hace más libres”. Por ello, ha agradecido a la ONGD de la Iglesia española “la oportunidad de afirmar una solidaridad humana y liberadora, hospitalaria e inclusiva”.
Cada año se multiplica por dos el número de personas que mueren “o son inducidas a la muerte frente a nuestras costas”, según ha puesto sobre la mesa el también párroco de la iglesia Santiago el Mayor. De hecho, el pasado año 4.404 personas fallecieron en la ruta hacia España, lo que significa un aumento del 100% con respecto a 2020, y “hay indicios de que esta situación puede seguir empeorando más”, ha afirmado.
Tal y como lo ha explicado el jesuita catalán, la “dramática frontera” entre Marruecos y España se alza como la séptima más desigual del continente africano. “Si consideramos su dimensión continental, entonces la desigualdad se multiplica: el Producto Interior Bruto de todo el continente africano apenas alcanza el 10% del PIB Europeo”, ha señalado.
¿Qué es Nador?
¿Qué es Nador? “Nador es un punto de confluencia de las rutas migratorias del oeste y norte de África. Aquí, personas de Oriente Medio (Siria, Palestina o Yemen), del África subsahariana (Guinea Conakry, Mali o Costa de Marfil) y de la región del Magreb (Marruecos, Argelia o Túnez) ponen en riesgo sus vidas tratando de avanzar en un incierto proyecto migratorio”, ha explicado.
Y ha continuado: “Nador es esa parte de la frontera sur del Mediterráneo occidental desde la que un capital humano excepcional se ofrece como bálsamo y remedio al envejecimiento demográfico de Europa, a su déficit de millones de trabajadores y a la falta de un horizonte de sentido de unas sociedades que, necesitadas de ansiolíticos y antidepresivos, ven aumentar sus tasas de suicidio juvenil”. Pero para él Nador es, “sobre todo, un lugar de misión de la Iglesia de la diócesis de Tánger, animada por varias comunidades religiosas”.
Como ha reconocido el religioso, “cada vez es más difícil para las generaciones jóvenes afirmar su derecho a no migrar”. De hecho, siete de cada diez jóvenes marroquíes contemplarían el proyecto migratorio como posible horizonte de futuro.
¿Cómo van a cerrarse a la esperanza de que otra vida es posible?
“A nuestra puerta llaman personas que sobreviven como pueden al frío de la intemperie y a la enfermedad. También personas que han sido abusadas a lo largo de un trayecto en el que han visto fallecer a otras compañeras de viaje. Otras llegan escapando de la violencia y la desprotección en sus comunidades de origen. Cuando una madre ha visto morir a sus dos hijos a causa de esa mezcla de malnutrición y enfermedad y sigue viendo disminuir sus recursos, ¿cómo va a cerrarse a la esperanza de que otra vida es posible?”, ha explicado.
De dar respuesta a estas situaciones se encargan los equipos de asistencia médica, social y psicosocial. También el recurso de alojamiento de emergencia y convalecencia, el equipo de acogida, de formación y el ‘Espacio Mujer’.
Manos Unidas ha acompañado a la Delegación para conectar Nador con los países de origen con el fin de tratar de garantizar los derechos y reducir los riesgos de las personas y sus comunidades. Asimismo, la ONGD también participa en la formación de migrantes. “Esta intervención parte de la convicción de que la educación es una estrategia de protección, más cuando la persona ha normalizado las frecuentes conductas de riesgo y abuso que sufren quienes se aventuran a una ruta migratoria”, ha destacado Rodríguez.
Centro Baraka de Formación Profesional e Inserción Sociolaboral
En esa frontera entre Europa y África, el jesuita acompaña la misión educativa y social del Centro Baraka de Formación Profesional e Inserción Sociolaboral, al servicio de la juventud local y de la promoción de la mujer marroquí, por el que cada año pasan más de 900 estudiantes.
“A través de la reflexión ordenada y crítica animamos a los jóvenes marroquíes a identificar su desaliento y a utilizar sus talentos para transformar sus causas. En el Centro Baraka, junto a las competencias técnicas y profesionales, tratamos de formar la personalidad moral de nuestros estudiantes, pues es esta la que a menudo determina su proyección futura. Para nosotros es un indicador de éxito su apuesta por proyectos vitales que estén al servicio de su entorno social”, ha explicado.
Según el jesuita, “está en nuestra mano tratar de cambiar unas narrativas parciales. Europa no solo necesita trabajadores, necesitamos alma, espíritu, resilencia”. “Nos estamos defendiendo de ellos y los estamos combatiendo”, ha alertado.
Contra los discursos xenófobos
Para combatir los discursos xenófobos que cada vez más se trasladan desde la clase política, Rodríguez advierte que “no podemos construir un proyecto de progreso sin universalidad. Todo aquel progreso que consista en encerrarnos en nuestra propia comunidad es un engaño. O somos maduros para poder avanzar juntos a no vamos a llegar a donde deseamos ir como familia humana”.
Por ello, el jesuita ha concluido llamando a conjugar el fortalecimiento de “nuestros valores de identidad, patria, responsabilidad y fe, con valores de inclusión, fraternidad, y aldea global”. “Esto significa dejar de vivir para protegernos de lo desconocido. Estoy seguro de que todos tenemos aspiraciones de unidad, no queremos vivir mutilados”, ha subrayado.