Para Pilar Bohórquez Colombo, directora y médica de familia en el Centro de Salud Esperanza Macarena, en Sevilla, “la pandemia ha supuesto un cambio social brusco que nos obliga a adaptarnos”. Si es cierto que, “en un primer momento, su impacto se notó menos en la atención primaria, centrándose la presión en los hospitales, hoy es al revés. Con la realidad de que nuestra red siempre ha recibido menos apoyo, lo que hace que ahora todo sea más complicado”.
Con todo, pese a las dificultades y a la “crispación general”, se sienten “privilegiados”, pues, “para nosotros, la confianza del paciente es la clave”. Algo que la realiza: “Es mi vocación. Hay días duros, pero Dios me sigue llamando a ser médica de familia. Incluso cuando hay enfados y gritos, te pones en la piel del paciente”.
Para Bohórquez, otro aspecto importante es que, “aunque sepamos que nos enfrentamos a algo nuevo, no podemos olvidarnos de nuestra gente: los mayores, los que tienen problemas de movilidad o los que sufren otras dolencias que no son Covid; los de siempre siguen ahí y tenemos que estar con ellos”.
Un proceso en el que le ayuda su fe: “Mi creencia en Dios es un sostén. Gracias a Él nunca me siento sola. Sé que hay alguien que me sostiene, y así lo siento de verdad. Es un consuelo en los momentos difíciles saber que somos parte de un cuerpo y que todos somos importantes”.
Algo, además, que no vive sola, pues está muy implicada en una Comunidad de Vida Cristiana (CVX): “Nos reunimos cada 15 días y compartimos nuestras vivencias. Somos todo tipo de gente y con profesiones muy distintas, lo que te llena mucho, y más en un momento así”.