Aún cuatrocientos años después de su nacimiento, Juan Valdés Leal (Sevilla, 1622-1690) es “el barroquismo triunfante de la escuela sevillana de la segunda mitad del siglo XVII”, como lo definen Ignacio Cano, Ignacio Hermoso y Valme Muñoz Rubio, los tres comisarios de la exposición que le dedica el Museo de Bellas Artes de Sevilla.
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Nadie como él representa el artista total, excelente dibujante y grabador, sólido pintor con “un estilo teatral, dinámico, factura inquieta y elocuente puesta al servicio del gesto y la expresión”, que inundó los conventos y los templos sevillanos: la catedral y la iglesia del Sagrario, el convento de los Capuchinos, el convento de San Agustín, el monasterio de San Jerónimo, la Casa Profesa de la Compañía de Jesús o, entre otros, la capilla del Hospital de la Santa Caridad, donde todavía se ve –y se aprecia– su magnetismo.
Capacidad creadora sin límite
La gran exposición del Museo de Bellas Artes de Sevilla, en el que fue convento de la Merced Calzada –el mismo para el que Valdés Leal pintó el Retrato de fray Alonso de Sotomayor y Caro (1657)–, recopila 88 obras procedentes, en gran parte, de templos y colecciones de Andalucía, pero también del Museo del Prado, del Museu Nacional d’Art de Catalunya (MNAC), de la National Gallery de Londres, del Hamburger Kunsthalle y de colecciones privadas. Sobre todo, para desdecir, para desmentir, esa imagen de Valdés Leal que creció en pleno romanticismo como pintor macabro, precisamente, por sus obras del Hospital de la Hermandad de la Santa Caridad que le encargó Miguel de Mañara.
“El mito desenfocado de Valdés como el ‘pintor de los muertos’, que tiene su origen en la fama alcanzada por las Postrimerías del Hospital de la Santa Caridad, es solamente un ejemplo más de esa capacidad creadora sin límite. En esos cuadros, Valdés puso imagen a los pensamientos de Mañara y no, como se le atribuye, una particular atracción por lo tétrico, tal como convenía a la literatura romántica y a las narraciones de los viajeros del siglo XIX”, explica Valme Muñoz Rubio, directora de la pinacoteca sevillana.
Renovación y evolución de la historia del arte
La muestra persigue superar esa imagen –que no elude, en todo caso– con la presencia del famoso Finis gloriae mundi (1671-1672), de la Santa Caridad, o la Vanitas (1660), del The Wadsworth Atheneum Museum of Art (Hartford, Estados Unidos). Sí quiere mostrar un Valdés Leal plenamente entregado al arte religioso y a los encargos conventuales, y no solo pintor de caballete: muralista, talla y policroma esculturas, realiza rejas y retablos, crea arquitecturas efímeras y piezas de mobiliario litúrgico, graba estampas o ilustra libros. De ello son un magnífico ejemplo los trabajos con motivo de las fiestas por la canonización de san Fernando en 1671.
“Pretendemos mostrar la figura de Valdés añadiendo otros parámetros que responden a la renovación y evolución de la propia historia del arte, es decir, teniendo en cuenta nuevos datos consecuencia de importantes investigaciones recientes y atendiendo a una serie de factores fundamentales hasta ahora poco contemplados, como es el contexto histórico que provocó los encargos de las obras o el modo de producción del artista que trabajaba en un taller”, explican Muñoz Rubio, Cano y Hermoso.