“Esto es pobreza: la conciencia de tener que aprender cada día”
El papa Francisco ha salido este domingo a la ventana del palacio apostólico del Vaticano para rezar el ángelus junto a los fieles de la plaza de San Pedro. Durante su catequesis, Francisco ha reflexionado acerca de las Bienaventuranzas y cómo Jesús define a sus discípulos a través de ellas. Y, entre ellas, “la primera es base de todas las demás: ‘Bienaventurados los pobres, porque vuestro es el reino de Dios’.
“El discípulo de Jesús no encuentra su alegría en el dinero, el poder u otros bienes materiales, sino en los dones que recibe cada día de Dios: la vida, la creación, los hermanos, etc.”, ha señalado Francisco. “Son regalos de la vida”. Por ello, “el discípulo ha aprendido a vivir en la gratuidad”.
Sin embargo, esta actitud va también hacia el sentido de la vida, “porque el discípulo de Jesús no cree poseerlo, que ya lo sabe todo, sino que sabe que debe aprender cada día”. “Esto es pobreza: la conciencia de tener que aprender cada día. El discípulo de Jesús, por tener esta actitud, es una persona humilde, abierta, libre de prejuicios y rigideces“, ha aseverado.
“En cambio”, ha continuado el Papa, “quien está demasiado apegado a sus propias ideas, a sus propias certezas, difícilmente sigue realmente a Jesús, lo sigue un poco, sólo en las cosas en las que ‘él está de acuerdo con él y está de acuerdo conmigo'”. Esto, además, trae “la tristeza”, porque “las cuentas no le cuadran, porque la realidad escapa a sus esquemas mentales y se encuentra insatisfecho”. El discípulo, en cambio, “sabe interrogarse a sí mismo, sabe buscar humildemente a Dios todos los días”.
Esta lógica de las Bienaventuranzas es contraria a la lógica del mundo, en la que “los que son ricos son felices, los que están llenos de bienes, los que reciben aplausos y son envidiados por muchos, los que tienen todas las certezas”.
Sin embargo, ante la paradoja de las bienaventuranzas, “el discípulo se deja poner en crisis, consciente de que no es Dios quien debe entrar en nuestra lógica, sino que debemos entrar en la suya. Esto requiere un camino, a veces agotador, pero siempre acompañado de alegría. Porque el discípulo de Jesús se alegra con el gozo que le viene de Jesús”.