La nueva presidenta de la Hermandad Obrera de Acción Católica (HOAC), Maru Megina, conversa con Vida Nueva sobre la reforma laboral aprobada, no sin polémica, el pasado 3 de febrero en el Congreso de los Diputados. “Gobierno, patronal y sindicatos se han puesto de acuerdo para eliminar los aspectos más duros de nuestro mercado laboral para pasar a modernizar las relaciones laborales y avanzar en negociación colectiva, reducir la temporalidad y proteger el empleo dándole mayor estabilidad”, afirma.
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PREGUNTA.- ¿Cómo valora la nueva norma en lo que al trabajo decente promovido por la Iglesia se refiere?
RESPUESTA.- En esta ocasión, Gobierno, patronal y sindicatos se han puesto de acuerdo para eliminar los aspectos más duros de nuestro mercado laboral para pasar a modernizar las relaciones laborales y avanzar en negociación colectiva, reducir la temporalidad y proteger el empleo dándole mayor estabilidad. Esto supone, en cualquier caso, mejoras para las y los trabajadores, especialmente para los precarios, los más desprotegidos. Con este decreto ley se rompe la tendencia de reformas laborales anteriores de abaratar costes, otorgar más poder a las empresas y debilitar la negociación colectiva. Nos parece que el acuerdo recupera la centralidad del trabajo y el diálogo social como mecanismo fundamental para introducir los cambios necesarios. Por tanto, como Iglesia presente en el mundo obrero creemos que va en la buena dirección y no podemos por menos que alegrarnos de esta buena noticia
Después de todo lo que ha pasado en los últimos años en este país es doloroso que sigamos sin aprender la lección. Sin ir más lejos, el último informe FOESSA sobre las consecuencias de la pandemia habla de un panorama desolador en el que el empobrecimiento, la desigualdad y la exclusión han llegado a cotas impensables, mientras el enriquecimiento de algunos es escandaloso en una sociedad cada vez más polarizada. Sin embargo, esto no parece constituir una prioridad a nivel económico y político. Todo esto ocurre porque el individualismo y el egoísmo campan a sus anchas. Este sistema nos convence de que la mejor forma de vivir es preocuparme solo por mí y no por el otro. Para cambiar esto los derechos de las personas en el trabajo deben ser elemento central de la configuración de la economía y es esta la que debe adaptarse a las necesidades y derechos de las personas. “En una sociedad realmente desarrollada el trabajo es una dimensión irrenunciable de la vida social, ya que no solo es un modo de ganarse el pan, sino también un cauce para el crecimiento personal, para establecer relaciones sanas, para expresarse a sí mismo, para compartir dones”, como nos recuerda el papa Francisco.
P.- ¿Podríamos hablar de una reforma laboral acorde a la Doctrina Social de la Iglesia?
R.- Este decreto ley no acaba con todas las injusticias ni con la pérdida de derechos que sufre el mundo obrero desde hace tiempo, pero es un buen paso en la dirección adecuada. Es también esperanzador que se produzca fruto del diálogo y que ayude a ir recuperando y equilibrando la negociación colectiva. Pero es necesario que se ponga en práctica y que se siga avanzando y se acompañe con otras medidas como la subida del SMI, que ayuden también a ir mejorando condiciones de los y las trabajadoras más empobrecidos. El papa Francisco en el Mensaje a la 109 reunión de la Conferencia Internacional del Trabajo, dice: “Busquemos soluciones que nos ayuden a construir un nuevo futuro del trabajo fundado en condiciones laborales decentes y dignas, que provengan de una negociación colectiva, y que promuevan el bien común, una base que hará del trabajo un componente esencial de nuestro cuidado de la sociedad y de la creación”. Por tanto, tenemos que hablar del trabajo del cuidado y de cómo cuidamos el trabajo para que en nuestra sociedad las personas seamos lo primero.
P.- Una medida del papa Francisco, para el que el trabajo decente es un elemento central de su pontificado, es la posibilidad de reducir la jornada laboral. ¿Es esta una forma de crear empleo?
R.- Hace años que estamos hablando de su necesidad. La rentabilidad de las grandes empresas ha subido de manera constante al igual que sus beneficios, pero esto no ha repercutido en la creación y calidad del empleo sino todo lo contrario. Al tiempo que los y las trabajadoras perdían poder adquisitivo se fue destruyendo y precarizando el empleo. Por eso hace falta un reparto más equitativo de los beneficios, otra fiscalidad, pero también repartir el trabajo para que haya para todos/as al tiempo que los salarios garanticen una vida digna a todos y todas las trabajadoras. Que el aumento de la rentabilidad repercuta también en la vida de los trabajadores al tiempo que se adapta la jornada laboral. Hoy es posible trabajar menos para trabajar todos. El Papa nos recuerda que “no existe peor pobreza que aquella que priva del trabajo y de la dignidad del trabajo”.
Freno a los contratos temporales
P.- Acabar con los contratos temporales es una buena noticia para los trabajadores, pero, sobre todo, para los jóvenes…
R.- El colectivo de los jóvenes, junto al de las mujeres y las personas migrantes, son de los que peores condiciones de vida y trabajo arrastran. Esto es especialmente preocupante porque estamos condenando el futuro de nuestro país, porque estamos perdiendo la generación con mayor nivel de formación y capacidad a no ser protagonistas de la evolución de la sociedad, a no poder participar en ella. Por eso es necesario asegurar unas condiciones laborales dignas que les permitan plantearse su propio proyecto de vida. Los jóvenes, como el resto de los precarios, viven al día y sin poder hacer planes.
Pero para que esta sea una buena noticia para ellos se tiene que garantizar el desarrollo y la puesta en práctica de esta reforma y además seguir avanzando en medidas complementarias que vayan asegurando el acceso al trabajo y a un trabajo digno sin el que no podrán salir de esta situación.
P.- ¿Qué le pide a los políticos ahora?
R.- Los graves problemas de esta sociedad son la deshumanización y el empobrecimiento. Tenemos que lograr que el trabajo sea humano, sea digno. El Papa también dice que “el trabajo un componente esencial de nuestro cuidado de la sociedad y de la creación. En ese sentido, el trabajo es verdadera y esencialmente humano. De esto se trata, que sea humano”. Esto pasa por poner en el centro la dignidad de las personas y el bien común, empezando por los más empobrecidos, si queremos conseguir una sociedad decente, justa y humana.
A los partidos políticos, a los sindicatos y a todas las personas de buena voluntad les pedimos que dediquen sus esfuerzos a mejorar la vida de la gente, a recuperar la esperanza. La política es la tarea más digna cuando se pone en el centro a la persona y este tiene que ser su principal objetivo como servidores de la sociedad.