Los obispos de Colombia han iniciado la edición 112 de su Asamblea plenaria que culminará el 18 de febrero. En un país donde la paz pende de un hilo, los prelados se han propuesto el desafío de caminar juntos por el bien común.
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Luis José Rueda, arzobispo de Bogotá y presidente de la Conferencia Episcopal, aseguró en el discurso de apertura que “nos desafía a la dolorosa realidad humanitaria que constatamos en las zonas rurales y urbanas”.
“Podemos enunciar algunos signos: el elevado número de homicidios y suicidios, la fragilidad del servicio de salud y sus esfuerzos por responder a la presencia devastadora del covid, la llegada de grandes grupos de migrantes venezolanos, el creciente número de los habitantes de calle”, enumeró.
Anunciar a Cristo
Rueda prosigue que también ha habido “el aumento en el consumo de estupefacientes, el confinamiento por violencia en algunas regiones, el reclutamiento de menores por parte de grupos armados, diversas formas de secuestros, la legislación sobre el aborto y la eutanasia”.
“Todas estas son voces con dolor que nos exigen anunciar y vivir el Evangelio Cristo, porque de allí brota una ética basada en la opción fundamental por la buena nueva de la vida”, acotó.
Asimismo el primado de Colombia mencionó “temas fundamentales que no podemos ignorar” como “la vergonzosa realidad del hambre y la pauperización de grandes sectores urbanos, la devastadora penetración del narcotráfico y la multiplicidad de formas de microtráfico, la polarización política y social, el odio y nuevas formas de agresividad social”.
Por lo que “estos y otros fenómenos sociales son clamores que tocan a nuestra puerta y ante los cuales nos preguntamos, muchas veces con angustia: ¿Cuál es el servicio que el Señor nos pide en este contexto social?”.
Cultivar la ternura
Por otra parte, Rueda ha puesto en perspectiva los esfuerzos que la Iglesia colombiana tiene enfilados en torno al Sínodo de la sinodalidad, que ha convocado el papa Francisco.
Al respecto, señala que “si nos ejercitamos en la espiritualidad de la escucha, los frutos del discernimiento serán más claros: el camino será con cruz, pero con valentía y tomaremos los senderos de conversión que renovarán nuestra vida”.
Por tanto, “la espiritualidad sinodal nos permite y exige cultivar la ternura de Dios y consentir que ella impregne nuestras relaciones eclesiales y sociales”.
“La ternura propicia la experiencia de caminar juntos. “¿Qué es la ternura? Es el amor que se hace cercano y concreto. Es un movimiento que procede del corazón y llega a los ojos, a los oídos, a las manos”, apuntó.
Foto: CEC