“Toni, hermano, que Dios te bendiga y te guarde. Descansa en paz y sigue trabajando desde el cielo mientras nosotros avanzamos por este valle de lágrimas”, ha dicho el cardenal en su homilía
“Es siempre doloroso enterrar a una persona querida. Hoy se nos rompe el corazón. Y la pregunta que muchos de nosotros nos hacemos ante la muerte de nuestro pastor, hermano y amigo es: ‘¿Por qué tan pronto? ¿Por qué el Señor no ha escuchado nuestras peticiones?’“. Haciéndose preguntas, así ha comenzado el cardenal arzobispo de Barcelona, Juan José Omella, su homilía en el funeral de Antoni Vadell, uno de sus tres obispos auxiliares –junto a Sergi Gordo y Javier Vilanova–, fallecido el pasado 12 de febrero tras una larga enfermedad.
Con una catedral repleta de fieles, el purpurado ha admitido no tener respuesta a las cuestiones planteadas. Sin embargo, “en el silencio de la oración, en la paz del diálogo amoroso con el Señor, hay una luz que puede iluminar nuestras dudas y nuestros dolores”. Y ha continuado: “El Señor nos regaló la presencia de nuestro querido Toni Vadell y ahora se lo lleva con Él. Podemos decir en verdad que todo viene de Dios y todo vuelve a Él. Cuesta, a veces, entenderlo, pero el Señor sabe darnos siempre lo que más nos conviene”.
Durante su alocución en la misa funeral, el también presidente de la Conferencia Episcopal Española ha recalcado que “nuestro hermano Toni se ha ido al encuentro del Padre, de la mano de Jesucristo, principio y fin de la historia, en el amor sin medida del Espíritu Santo”. “El misterio de Dios fue el fundamento y la roca sobre la cual se ha edificado sólidamente su vida, y sobre la que se apoya también la vida de toda la Iglesia, la de todos los fieles e incluso la de aquellos que niegan a Dios o no le conocen”, ha aseverado.
“Tanto Toni, como todos los sacerdotes que he conocido en nuestra Diócesis afectados por la enfermedad –ha proseguido–, la han sabido llevar con gran dignidad humana y creyente, dándonos un ejemplo admirable de cómo debemos ponernos en las manos de Dios aceptando siempre su voluntad. Especialmente en este tiempo de pandemia cuando el contacto personal ha quedado tan restringido y los momentos de soledad son muy frecuentes”.
Asimismo, Omella ha recordado que en él ha podido descubrir “una profunda espiritualidad, fundamentada en el misterio pascual, en la Cruz de Cristo Resucitado, signo de renuncia y de amor; y también una profunda espiritualidad apostólica, al estilo de san Juan de Ávila, patrón de los sacerdotes españoles, a quien trató siempre de imitar en el seguimiento a Cristo”.
Según ha señalado, “Toni decía que, cuando le comunicaron que tenía un tumor en el páncreas, puso su vida totalmente en las manos del Señor y que, aunque le dolía pensar que ese tumor pudiese llevarle a la muerte, en la oración sentía como nunca la cercanía de Dios, el consuelo del Señor”.
“Hombre de fe recia, también ha mirado al crucificado a lo largo de su enfermedad y, especialmente, en estos últimos tiempos. Unió su dolor al de Cristo, poniendo en sus manos su vida y todo su ser. Perdemos, en palabras de santa Teresa, una ‘gran columna’, y yo, personalmente, pierdo no solo una gran ayuda en mi ministerio pastoral, sino sobre todo un hermano pequeño al que quiero de corazón”, ha sentenciado.
El purpurado se ha preguntado qué diría Vadell en un momento así, qué enseñanza catequética regalaría, para luego contestarse: “Él tenía muchos recursos para mostrar el mensaje de Jesús. Era un muy buen comunicador. Seguro que, como él solía hacer muchas veces, nos sugeriría una imagen o una metáfora a través de la cual iría mostrándonos cómo ser mejores laicos, consagrados, diáconos, presbíteros y obispos. Me atrevo a decir que elegiría dos iconos: Cristo en el lagar y la Virgen de Lluc“.
Por un lado, “Toni ha querido vivir su sacerdocio haciéndose pan, alimento, para los demás. Se ha dejado triturar y ha querido hacer suyas esas hermosas palabras: si Cristo se entrega por mí, yo me entrego por Él y por la Iglesia que peregrina en Barcelona. Me decía un día en el hospital: ‘Estoy muy flojo, no tengo fuerzas, el mal va avanzando. Crece el tumor. Solo queda como remedio el milagro, si es la voluntad de Dios. Me abandono en sus manos. Mi oración es la ofrenda de mi vida al Señor por la Iglesia, por la Diócesis'”, ha compartido.
Por otro lado, “le gustaba mucho contemplar a la Virgen de Lluc, patrona de Mallorca. Sabía ponerse en sus manos como un niño se pone en el regazo de su madre. ¡Cuántas veces rezó a la Virgen de Lluc nuestro querido Toni! Hoy ante nuestra Madre, la Virgen María, rezamos y le pedimos que vuelva sus ojos misericordiosos hacia Toni, su madre, su hermano, su sobrina y toda su familia y que les muestre el fruto bendito de su vientre, Jesús nuestro Salvador”.
“Le pedimos, también, que os conceda la paz, la esperanza y el consuelo a vosotros: Antonia, su madre, a su hermano Joan, a su sobrina, a todos los familiares y amigos. Que el Señor os recompense por todo el cariño con el que habéis tratado a Toni durante su enfermedad. Gracias a todos los que habéis estado cerca de él, le habéis acompañado físicamente y con vuestras oraciones. Gracias por vuestro testimonio y vuestra generosa entrega”, ha dicho Omella.
Dirigiéndose a su “hermano pequeño”, Omella ha concluido así: “Toni, hermano, que Dios te bendiga y te guarde. Descansa en paz y sigue trabajando desde el cielo mientras nosotros avanzamos por este valle de lágrimas”.