La Conferencia Episcopal Nacional del Congo (CENCO, por sus siglas en francés) ha pedido a las autoridades político-administrativas y militares del país centroafricano que pongan todos los medios a su alcance para restaurar la paz en la provincia nororiental de Ituri y llevar a juicio a los responsables de la creciente violencia vivida en la zona durante las últimas semanas, que califica de “inaceptable”.
Así lo puso de manifiesto el pasado día 9 en un mensaje firmado por su presidente y arzobispo de Kisangani, Marcel Utembi Tapa, en el que muestra la preocupación de la Iglesia congoleña tras una sucesión de ataques atribuidos a la milicia CODECO (Cooperativa para el Desarrollo de Congo, que defiende los intereses de la comunidad Lendu) que, en apenas una semana, han dejado un centenar de muertos entre la comunidad Hema en el territorio de Djugu.
Los obispos, que transmiten su dolor y solidaridad con las víctimas, relatan algunos de los episodios vividos en las últimas fechas: el 31 de enero, seis personas resultaron muertas y otras tres gravemente heridas y sus chozas quemadas, en un ataque de la milicia CODECO en Alagi; el 1 de febrero, el campo para desplazados de Plaine Savo, en Bule, fue también atacado por la CODECO, con un trágico balance de 63 muertos, entre ellos 24 mujeres y 17 niños.
El 3 de febrero, la propia CODECO asesinó a otra persona en Mulabo; y el 5 de febrero, 60 personas perdieron la vida en el lago Alberto cuando huían, en una embarcación improvisada, del ataque de los milicianos, que decapitaron a nueve de ellas e incendiaron varias decenas de viviendas.
“Quien odia a sus hermanos camina en las tinieblas”, recuerdan los prelados, utilizando las palabras de la primera carta de Juan para instar a los integrantes de CODECO a que dejen de matar a sus compatriotas. Asimismo, exhortan al conjunto de la población a que “no ceda a la manipulación y traición para ser cómplice de los enemigos de la paz”.
“La situación de inseguridad ha durado demasiado tiempo –claman los pastores congoleños–. Es hora de que la sangre deje de correr y de que se consolide la fraternidad entre pueblos y comunidades para que los enemigos se acerquen y los adversarios se pongan de acuerdo para caminar juntos parte del camino”.