Después de varias semanas de gran tensión en la frontera entre Ucrania y Rusia, la situación ha podido entrar en una definitiva fase bélica tras el anuncio del presidente ruso, Vladimir Putin, de que reconoce la soberanía de las llamadas repúblicas populares de Donetsk y Lugansk, en la región oriental ucraniana del Donbás, controlada militarmente por grupos prorrusos. Para la OTAN, la Unión Europea y Estados Unidos se trata de la última línea roja traspasada por Rusia al considerarla una invasión encubierta, ya que, además del reconocimiento diplomático, se ha procedido a la entrada de tropas rusas a ambas regiones separatistas.
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Significativamente, en la declaración oficial de Putin, este lunes 21 de febrero, el gobernante ruso apeló en su argumentario a una supuesta defensa de los fieles y clérigos ortodoxos ucranianos que pertenecen al Patriarcado de Moscú y que, a juicio del jefe del Kremlin, son víctimas de una “ofensiva” en su propio país. En este sentido, lamentó que, “cínicamente, las autoridades ucranianas han convertido la tragedia de la división de la Iglesia en un instrumento de la política de Estado”.
Defensa de “lo ruso”
Conviene recordar que el Patriarcado Ortodoxo de Moscú, liderado por Kirill, tiene una fuerte vinculación con el Gobierno de Putin, formando parte de su estrategia de defensa de “lo ruso” (lo que lleva a recuperar la memoria de los zares y la de la Unión Soviética, períodos aparentemente contrapuestos entre sí, aunque en ambos Rusia llegó a su máxima expansión territorial).
Situación que hasta ahora respaldaban tanto la Historia como la misma realidad actual, pero que, en esta escalada en los últimos ocho años de la tensión con Ucrania, ha llevado un cisma encubierto en la ortodoxia. Así, se ha dado un alejamiento de las autoridades eclesiales ucranianas respecto a Rusia que culminó en diciembre de 2018, cuando el Patriarcado de Kiev, subordinado desde hacía tres siglos al de Moscú, se convirtió en la Iglesia Autocéfala Ucraniana, surgiendo así la decimoquinta Iglesia ortodoxa a nivel mundial.
Más cercanía a Bartolomé
De hecho, Epifanyj, elegido entonces como metropolitano de Kiev y de toda Ucrania (título equiparable al de patriarca), ha fortalecido progresivamente su comunidad a nivel nacional, ganándose a cada vez más parroquias y situándolas bajo su autoridad espiritual y no la de Rusia. Además, simbólicamente, también se ha relacionado más estrechamente con el Patriarcado Ecuménico de Constantinopla, la otra gran corriente ortodoxa, pastoreada por el patriarca Bartolomé. Todo ello en detrimento del Patriarcado Ortodoxo de Moscú. Lo que ha causado un gran malestar tanto en Kirill como en Putin, convencido de que en su defensa de “lo ruso” su alianza con la Iglesia es vital.
El resto de comunidades cristianas en Ucrania también han rechazado lo que entienden que es una injerencia de Rusia en su soberanía nacional. En este sentido se ha manifestado con firmeza Sviatoslav Shevchuk, máximo representante de los grecocatólicos, los llamados uniatas, fieles a Roma. En una reciente declaración, producida ante un grupo de embajadores de la Unión Europea, ha recalcado que “nosotros estamos cerca del pueblo”.
Un pueblo, el ucraniano, que puede estar ante su gran prueba en las últimas décadas. Un camino doloroso en el que, pase lo que pase, ya ha perdido a Moscú como su gran referencia espiritual. Algo histórico, pues Rusia siempre ha sentido que en Ucrania está el origen de su identidad étnica y religiosa.