Europa

La orden de Pío XII: ¡Todos los judíos a los conventos!

El Papa fue “el primero en llenar el Vaticano de refugiados” para esconderlos del régimen nazi durante la II Guerra Mundial





Entre septiembre de 1943 y junio de 1944, el monasterio de Santa Maria dei Sette Dolori, en Trastevere (Roma), se convirtió en uno de los refugios más importantes para los judíos italianos en plena II Guerra Mundial. Ahora, una nueva investigación señala que fue el propio papa Pío XII quien pidió que se escondiera en los conventos a los judíos durante la persecución perpetrada por el régimen nazi.



Así lo revela el memorial del monasterio de Santa Maria dei Sette Dolori en Roma, en el que, tal como recoge ADN Kronos, puede comprobarse que fue el mismo Papa quien solicitó la protección de los perseguidos durante los nueve meses de ocupación alemana de la capital.

La reconstrucción de la historia ha sido obra del investigador Antonello Carvigiani, y se ha publicado en el ensayo ‘El deseo del Papa: salvar vidas. Pío XII en la crónica del monasterio de Santa Maria dei Sette Dolori’, que aparece en el último número de la revista ‘Nuova Storia Contemporanea’ (Le Lettere).

“El Papa fue el primero en llenar el Vaticano”

“Las tropas alemanas, dominando Italia, persiguen a los hombres por todas partes y los deportan a campos de concentración”, se lee en la crónica del convento. “De manera especial persiguen a los judíos, a quienes disparan o matan en cámaras de gas. En esta situación judíos – antifascistas – soldados – carabinieri y burgueses, buscaron refugio en institutos religiosos, que con grave peligro, abren las puertas para salvar vidas humanas. Este es el deseo expresado, pero no de modo imperativo, por el Santo Padre Pío XII, quien fue el primero en llenar el Vaticano de refugiados”.

Según los datos que pueden leerse en la crónica, “en nuestro convento están refugiadas unas 150 personas, son familias enteras con numerosos hijos, mujeres y hombres que mantenemos aquí con sus familias, después de que los superiores nos hayan dado permiso para dejarlos aquí”. Para dar cabida a tanta gente, los religiosos renunciaron “a varias de nuestras habitaciones. La sala de arriba de la Iglesia, llamada noviciado, está llena de gente”.

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