Bernardo Álvarez y Óscar García, del clero de la misma arquidiócesis, envían saludo a la comunidad
Al mediodía de hoy miércoles se publicó en Roma la elección de los sacerdotes diocesanos de la Arquidiócesis de la Santísima Concepción Bernardo Álvarez Tapia y Óscar García Barretto como obispos auxiliares del arzobispo Fernando Chomalí, en esa misma iglesia.
La Arquidiócesis de Concepción está 500 kilómetros al sur de Santiago y fue fundada en 1563 por el Papa Pío IV. Actualmente tiene una población total de 1.422.770 habitantes de los cuales 833.700 se declaran católicos (58.6%). Está organizada en 57 parroquias atendidas por 111 sacerdotes seculares y 68 religiosos, además de 58 diáconos permanentes. Cuenta con 62 religiosos varones y 144 mujeres.
Nació en Talcahuano, puerto en la misma arquidiócesis, en agosto de 1980. Después de sus estudios en su ciudad natal, realizó algunos años de ingeniería e ingresó al Seminario Metropolitano de Concepción en el año 2002, donde hizo los estudios de filosofía y teología, obteniendo la Licenciatura en Ciencias Religiosas y Estudios Eclesiásticos por la Universidad Católica de la Santísima Concepción.
Fue ordenado presbítero el 21 de noviembre de 2009 en la catedral de Concepción y asignado vicario parroquial en el Santuario de San Sebastián de Yumbel donde luego asumió como párroco y rector. También, a partir del 2009, fue delegado por el arzobispo para formar parte del Departamento de Espiritualidad de la Arquidiócesis. Desde 2014 ha participado en la Comisión Nacional de Santuarios y Piedad Popular. El año 2020 es designado rector del Seminario, cargo que desempeña al momento de ser llamado al episcopado.
El obispo electo ha enviado un saludo a la iglesia arquidiocesana en el que confiesa: “reconozco lo grande de la llamada, más aún en los tiempos que nos toca vivir como Iglesia y sociedad, frente a mi pobreza y fragilidad, no obstante, después de un tiempo de oración y discernimiento he reconocido la voz del Señor que me animaba, entrando una vez más en la barca de mi vida”.
Más adelante, en su saludo menciona a diversos ámbitos sociales y pastorales, agradeciendo a los integrantes de aquellos en los que ha participado. “Pienso también de manera especial, expresa Álvarez, en tantas personas que han visto perjudicadas sus vidas por causa de nuestras infidelidades al gran don de Dios que hemos recibido en la vocación, con sincero dolor y arrepentimiento queremos reparar el daño causado y seguir afianzando sendas de verdad y de justicia”.
Es uruguayo, nacido en agosto de 1969 en el Departamento de Canelones. En enero de 1992 ingresó en la Congregación de los Pobres Siervos de la Divina Providencia, fundada por San Juan Calabria, donde hizo su primera profesión religiosa, el 2 de febrero de 1994. Al año siguiente fue enviado al Hogar de Menores “Ciudad del Niño, Ricardo Espinoza” de la comuna de Hualpén, en Chile.
Hizo estudios de filosofía y de teología en Chile y Argentina. Fue ordenado presbítero el 14 de agosto de 1999 en Tala, Canelones, Uruguay, desarrollando su ministerio los primeros años como formador de seminarios en Uruguay y Argentina, siendo también asesor y encargado de liturgia.
En 2008 fue nombrado párroco de la Parroquia Nuestra Señora de Guadalupe, en Hualpén, arquidiócesis de la Santísima Concepción, Chile. Cuando la comunidad religiosa de la que formaba parte dejó la arquidiócesis de Concepción, solicitó quedarse haciendo una experiencia diocesana, y en el año 2014 se incardinó en la arquidiócesis de Concepción.
En 2015 fue nombrado párroco de Nuestra Señora del Carmen y colaboró en la atención pastoral del Instituto San José, perteneciente a la Fundación Educacional del arzobispado de Concepción. Ha sido también asesor en la pastoral vocacional y encargado de la pastoral social en el decanato de Arauco.
Desde enero de 2022 es párroco de la Parroquia San José, de Curanilahue, y vicario episcopal de la zona de Arauco.
García también ha enviado un mensaje a la arquidiócesis. Lo inicia agradeciendo “a Dios por el don de la vida, la vocación al ministerio sacerdotal y ahora por este regalo tan inmenso, que –sin merecerlo de mi parte- por medio de su Iglesia me llama al servicio episcopal”.
“Confío, expresa más adelante, en la acción de Dios y en que su obra la llevará a término en este pobre siervo, que desea ser siempre un pastor con olor a oveja, muy cercano al pueblo de Dios, mostrando un Cristo vivo, que manifiesta su misericordia y su amor por cada ser humano”.