El uso abusivo de las pantallas dispara los suspensos. Esta es solo una de las nuevas alertas de Cáritas, tras la publicación de su informe el ‘Impacto de las pantallas en la vida de la adolescencia y sus familias en situación de vulnerabilidad social: realidad y virtualidad’. El estudio, en el que han participado 930 jóvenes, padres y tutores de familias acompañadas por 36 Cáritas diocesanas, ha sido presentado hoy en la sede del Consejo Económico y Social de Madrid.
El Informe demuestra que hay una relación directa entre el número de suspensos y el uso conflictivo de pantallas. Casi la mitad de la adolescencia y juventud –12 y 17 años– que abusa de las pantallas ha suspendido tres o más asignaturas mientras que ese porcentaje se eleva hasta el 60% cuando hay un uso adictivo. “La conclusión es clara, la adicción y el uso abusivo están estrechamente ligados al absentismo escolar y al número de suspensos”, ha subrayado Daniel Rodríguez, miembro del Equipo de Estudios de Cáritas.
También este uso abusivo de las pantallas provoca mayores conflictos familiares. Los padres tienen claro que las pantallas afectan negativamente a la comunicación en casa y terminan provocando un empeoramiento en la actitud de sus hijos. El 28% consideran que las pantallas son las culpables de que la comunicación haya empeorado en el seno de la familia llevando incluso al engaño en el 20% de los casos.
Asimismo, uno de cada cuatro adultos afirma que el uso de pantallas ha empeorado la actitud de su hijo en casa, lo que, para el 17% de los padres y madres, tiene como consecuencia un incremento de los conflictos en el seno familiar. Por otro lado, Cáritas sostiene que el 11% de los jóvenes prefiere hablar por WhatsApp antes que en persona.
El 36% de los jóvenes hace un uso abusivo de las pantallas –más de 6 horas diarias–. “El abuso de las pantallas puede conllevar o no una adicción. Relacionamos esta adicción con las emociones que las pantallas despiertan y consideramos que se da una conducta adictiva cuando el uso, o la ausencia de este, genera ciertos niveles de aislamiento, ansiedad, falta de control y dependencia”, ha destacado Rodríguez. En esta situación se encuentran uno de cada cinco jóvenes.
El informe, presentado por Natalia Peiro, secretaria general de Cáritas Española, “es el resultado de nuestra preocupación sobre cómo afecta el uso de las pantallas al rendimiento educativo y a la convivencia en el seno de las familias de la infancia y adolescencia a la que acompañamos”. “Presentamos este informe como una radiografía del cuánto y cómo utilizan las pantallas el colectivo de jóvenes en situación de vulnerabilidad y exclusión. Además, aterriza reflexiones y recomendaciones para enfrentarse a esta realidad”, ha añadido.
El estudio revela que la práctica totalidad de los adolescentes tienen contacto diario con las pantallas y el 96% cuentan con móvil propio. Los jóvenes encuestados declaran que, de media, tuvo su primer móvil a los 11,4 años. Pero los más jóvenes señalan que su inmersión en las pantallas fue antes, a los 10,5 años.
“El análisis de estos datos despierta una doble alerta: por un lado, el acceso cada vez más temprano a las pantallas y por otro, que la mayoría de las aplicaciones, redes o páginas donde se abren perfiles son para mayores de 16 años, un aspecto de especial relevancia para enfocar la educación que debe darse desde la infancia sobre el uso responsable de los móviles”, ha recalcado Rodríguez.
Además de generalizado y precoz, el uso de pantallas muestra evidentes diferencias de género. El porcentaje de chicos que juegan a diario, uno de cada tres, triplica el de las chicas y mientras que el 6% de los chicos declaran no jugar nunca ese porcentaje se eleva hasta casi la mitad (43%) entre las chicas.
Ellas, en cambio, muestran mayor preferencia por las redes sociales y aunque las diferencias de género por tiempos de uso no son tan marcadas, sí lo es el propósito del mismo. Las chicas tienden a ser más activas en redes generando muchas más publicaciones lo que hace que tengan un perfil mucho más expuesto mientras ellos tienden a asumir en mayor medida el rol de espectadores y jueces.
El estudio revela que vivir en el espacio de la exclusión no implica un mayor riesgo de adicción. El poder de las pantallas, por lo tanto, atrapa por igual a aquella juventud cuyas familias atraviesan por dificultades como a aquellas otras más integradas.
No obstante, el ejemplo que la juventud recibe en casa es la variable que más influencia tiene sobre la adicción. Cuando un joven convive con progenitores que hacen un uso razonable de las pantallas la probabilidad de llegar a desarrollar una conducta adictiva se reduce un 70%.
En el caso del uso de videojuegos sí hay diferencias importantes entre la población en situación de exclusión y el conjunto de la juventud. La adolescencia en situación de exclusión sufre el doble de adicción a los videojuegos que la juventud en su conjunto y afecta al 12%. Además, la adicción de los adolescentes varones (21%) a los videojuegos cuadriplica al de las chicas (4,9%).
En los casos de uso adictivo a los videojuegos, las condiciones de vida y la escasez de oportunidades sí parecen un elemento diferencial entre la población en situación de exclusión y el conjunto de la juventud.
Par Carmen García, responsable del programa de Infancia, Adolescencia y Juventud, “el origen de esta investigación es mejorar la calidad de vida de todos los niños, niñas y adolescentes y de sus familias en situación de vulnerabilidad social que acompañamos desde Cáritas, donde lo digital se ha incorporado a su día a día”. Y ha añadido: “Existe la necesidad de aprender que la tecnología y el afecto no deben de estar reñidos, sino que debemos tratar humanizar lo digital y no digitalizar a la humanidad”.