De cara al Día Internacional de la Mujer Trabajadora, que se celebra mañana 8 de marzo, las entidades jesuitas Alboan, Entreculturas, Fundación Ellacuría y el Servicio Jesuita a Migrantes-España han presentado hoy en la previa, en el Arrupe Etxea de Bilbao, la iniciativa ‘Mujeres en Marcha’, programa en el que mujeres y niñas de 12 países de África y Centroamérica participan en proyectos para su desarrollo personal, formativo, económico y social. Además, se ha presentado el informe ‘La realidad de las mujeres en los procesos migratorios’.
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El acto, moderado por Pili Kaltzada, comunicadora en Linking Ideas, ha contado con la presencia de Sara Diego, técnica de Incidencia Política de Alboan; África Baeta, periodista de EITB; Lucía Rodríguez, responsable del Departamento de Incidencia Política de Entreculturas; la colombiana Jenny Paula Tenorio, de la Fundación Ellacuría; y Caddy Adzuba, activista congoleña por los derechos humanos y quien en 2014 fue reconocida con el Premio Príncipe de Asturias de la Concordia.
Los derechos, en el centro
Sara Diego ha llamado a “poner en el centro los derechos de las personas migrantes”. Y es que, como constatan en el estudio, del que es autora, “los roles de género perjudican a las mujeres en los procesos migratorios”, tanto “en las causas como en las consecuencias”. Una realidad, por lo tanto, que “han de tener en cuenta todas las políticas migratorias que se implementen”, puesto que, “por el hecho de ser mujeres, estas afrontan violencias específicas en todo su camino migratorio, en el origen, en el tránsito y en el destino”.
Un horror que, además, ha de soportar la incidencia que, tanto en Europa como en otros rincones del mundo, tienen “ciertos discursos de miedo y odio, así como determinadas miradas racistas, que denotan además una falta de voluntad de la comunidad internacional de cara a la apuesta real por una migración regulada y segura”.
Lo sufren más mujeres y niños
Sin duda, nos enfrentamos a uno de los mayores males de nuestro tiempo. Como demuestra el hecho de que, en 2020, hasta 82 millones de personas tuvieran que desplazarse a la fuerza. Un fenómeno que puede ser cuestión de días. Como se percibe ahora con la guerra en Ucrania, donde, en 12 días, ya han huido del país cerca de dos millones de personas. De ellas, se cree, un 45% serían niños y niñas, acompañadas en su gran mayoría por mujeres.
Por ello, no se puede ignorar que las mujeres son las peor paradas del desplazamiento forzoso, padeciendo lacras como la mutilación genital, embarazos y matrimonios prematuros o la trata. Un inferno que se documenta con datos como que “el 35% de las mujeres de todo el mundo han sufrido violencia física y/o sexual por parte de su compañero”. Hasta el punto de que, en los casos más extremos, hasta 167 mujeres son asesinadas al día por un miembro de su familia.
Cambiar sus tristezas por alegrías
Caddy Adzuba, cuya labor de visibilidad de la violencia sexual que padecen tantas mujeres refugiadas y desplazadas en su país le ha llevado a ver seriamente amenazada su vida, ha reconocido que todo vale la pena con tal de “poder dar a las mujeres esperanza para que sean libres en su comunidad y puedan cambiar sus tristezas por alegrías”. En este camino, lo esencial es “protegerlas para que puedan recuperar su vida” y, de un modo paralelo, “acompañarlas en su proceso de resiliencia”.
Con todo, ha lamentado Adzuba, la realidad local que afrontan es muy difícil, padeciendo un “clima hostil”; sobre todo por parte de la Administración, que, lejos de apoyarlas, “nos mira como a bichos raros”.
Viaje a Kivu
Por su parte, África Baeta ha contado cómo varias de las presentes acaban de regresar de un viaje a Kivu, en la República Democrática del Congo, donde han visto de primera mano cómo las mujeres, organizadas en un colectivo, han puesto en marcha un trabajo en red, con medidas concretas, para impulsar el presente y el futuro de numerosos desplazados y refugiados.
Allí se han encontrado “con un grupo de mujeres tremendas”, lo que le ha generado un “fuerte impacto”, pues ha “sentido la realidad” y ha podido “trascender de las cifras” que muchas veces manejamos para explicar los distintos fenómenos. Así, percibe como “un regalo” haber conocido “a mujeres que trabajan de sol a sol en minas de oro por un euro al día y después, encima, son obligadas a prostituirse sin ningún tipo de protección”.
De ahí lo esencial que resulta “conocer a una persona migrante y ver en primera persona su realidad, escuchándola de igual a igual”. Una experiencia que resulta definitiva a la hora de “dejar atrás prejuicios o ideas preconcebidas”, también sobre “cómo han de ser acogidos aquí”.
Falta de políticas inclusivas
La colombiana Jenny Paula Tenorio ha lamentado cómo se ha encontrado con obstáculos como la Ley de Extranjería, lo que la ha expuesto a “la explotación laboral”, dejando atrás su formación y su experiencia previa y “encasillándonos” exclusivamente a “determinados trabajos, como los cuidados de mayores o la limpieza”. En este sentido, ha lamentado “la falta de empatía y el no querer saber por qué dejamos todo atrás y afrontamos un camino muy complicado, y más aún siendo mujeres”. Frente a ello ha demandado “políticas inclusivas y que tengan en cuenta nuestra diversidad”.
Lucía Rodríguez ha rechazado cómo en la UE se “perpetúa la criminalización de la migración”, apostándose casi exclusivamente por la “securitización” y la “externalización de fronteras” y no por la acogida en clave humanitaria. Frente a ello, con las medidas que se están viendo estos días en Ucrania se percibe que otra política en este sentido “es posible”, siendo ahora “necesario que esta se extienda a otras personas que también lo necesitan”.
Pacto Europeo de Migraciones
En la reivindicación de un Pacto Europeo de Migraciones y Asilo que sea “inclusivo, justo y acogedor”, la representante de Entreculturas ha pedido que se incluya “la perspectiva de género” en el fenómeno migratorio, pues ellas sufren “determinadas violaciones específicas de sus derechos humanos”. Para ello debe haber “una cooperación entre los países de origen, tránsito y destino”, lo que, entre otras cosas, ayudará a poner en marcha mecanismos que identifiquen lacras que puedan estar padeciendo estas mujeres en el proceso migratorio, como ser víctimas de trata o abusos.