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Lejos de clamar ante Putin por el fin de la guerra, Kirill denigra a un Occidente que ve encarnado en “un desfile gay”

El patriarca ortodoxo de Moscú rechaza “una especie de mundo ‘feliz’, el mundo del exceso de consumo, el mundo de la ‘libertad’ visible”





La de ayer domingo, 6 de marzo, era seguramente la homilía más esperada desde que Kirill es patriarca ortodoxo de Moscú. Muchos esperaban que se desmarcara de Putin y rechazara tajantemente la invasión de Ucrania, considerando que la dignidad humana está por encima de la idea que une al líder político y al religioso: la recuperación de la Gran Rusia. No obstante, Kirill defraudó a quienes esperaban algo así en la Divina Liturgia (significativamente, en el Domingo del Perdón para la ortodoxia rusa) que presidió en la Catedral de Cristo Salvador de Moscú.



Tras reivindicar que “la primavera es el renacimiento de la vida”, un camino cuaresmal que desemboca en “un milagro de vida”. Kirill reclamó que “toda la fe cristiana que compartimos es una fe que afirma la vida, que está en contra de la muerte, en contra de la destrucción, que afirma la necesidad de seguir las leyes Divinas para vivir, para para no perecer ni en este mundo ni en el venidero”.

Crisis en el Donbás

Llegado a este punto, el patriarca ruso lamentó que “esta primavera se ha visto ensombrecida por graves acontecimientos relacionados con el deterioro de la situación política en el Donbás”, conllevando al “estallido de las hostilidades” en esta región de Ucrania que Rusia cree suya, reconociendo Putin semanas atrás la independencia de dos repúblicas prorrusas en un territorio en guerra desde hace ocho años.

“Durante ocho años –prosiguió, en línea con el argumentario de Putin– ha habido intentos de destruir lo que existe en el Donbás. Y en el Donbás hay rechazo, un rechazo fundamental a los llamados valores que hoy ofrecen quienes reclaman poder mundial”.

Una “prueba terrible”

Considerando Kirill que hoy está sometida “a prueba la lealtad de este Gobierno”, reivindicó que la alternativa occidental al modelo encarnado por Putin es “una especie de mundo ‘feliz’, el mundo del exceso de consumo, el mundo de la ‘libertad’ visible”. Una civilización a su juicio decadente y cuya “prueba”, “muy simple y al mismo tiempo terrible”, se encarna en este ejemplo: “Es un desfile gay”.

“Las peticiones de muchos –añadió– para realizar un desfile gay son una prueba de lealtad a ese mundo tan poderoso; y sabemos que, si las personas o los países rechazan estas peticiones, entonces no entran en ese mundo, se vuelven extraños a él”.

Un pecado condenado por Dios

De ahí la llamada a mantener lo que considera su fidelidad a unos supuestos valores evangélicos, siempre a contracorriente: “Pero sabemos cuál es este pecado que se promueve a través de las llamadas marchas de la dignidad. Este es un pecado que está condenado por la Palabra de Dios, tanto en el Antiguo como en el Nuevo Testamento. Además, el Señor, condenando el pecado, no condena al pecador. Solo lo llama al arrepentimiento, pero no para que, a través de una persona pecadora y con su comportamiento, el pecado se convierta en un estándar de vida, una variación del comportamiento humano, respetado y aceptable”.

En este punto, Kirill culminó su argumento y, lejos de poner en el centro del Evangelio la dignidad del hombre, y mucho más en un contexto en el que a este se le arrebata la vida violentamente, el patriarca ortodoxo ruso sentenció de un modo tajante: “Si la humanidad reconoce que el pecado no es una violación de la ley de Dios, si la humanidad está de acuerdo en que el pecado es una de las opciones para el comportamiento humano, entonces la civilización humana terminará ahí. Y los desfiles gay están diseñados para demostrar que el pecado es una de las variaciones del comportamiento humano. Por eso, para poder entrar en el club de esos países, es necesario realizar un desfile del orgullo gay”.

lealtad reprimida por la fuerza

De ahí que, a su juicio, se esté viendo estos días lo que entiende que es un señalamiento injusto al pueblo ruso que se mantiene fiel a su cosmovisión: “Ya sabemos cómo la gente se resiste a estas demandas y cómo esta resistencia es reprimida por la fuerza. Esto quiere decir que estamos hablando de imponer por la fuerza un pecado condenado por la ley de Dios y, por lo tanto, de imponer por la fuerza a las personas la negación de Dios y de su verdad”.

Una idea que, llevada “al ámbito de las relaciones internacionales, no solo tiene un significado político. Estamos hablando de algo diferente y mucho más importante que la política. Estamos hablando de la salvación humana, de dónde va a parar la humanidad, de qué lado se está respecto a Dios Salvador, que viene al mundo como Juez y Creador, a la derecha o a la izquierda. Hoy en día, por debilidad, estupidez, ignorancia y, en la mayoría de los casos, por falta de voluntad para resistir, muchos van allí, al lado izquierdo. Y todo lo que está relacionado con la justificación del pecado, condenado por la Biblia, es hoy una prueba de nuestra fidelidad al Señor, de nuestra capacidad de confesar la fe en nuestro Salvador”.

¿Quién está atacando a Ucrania hoy?

Su última reflexión, ya encarnada totalmente en la política, siguió a la siguiente pregunta: “¿Quién está atacando a Ucrania hoy, donde la represión y el exterminio de personas en el Donbás se lleva a cabo desde hace ocho años?; ocho años de sufrimiento y el mundo entero ha estado en silencio… ¿Qué significa eso?”.

Consciente de que “nuestros hermanos y hermanas [ucranianos] están sufriendo realmente”, y “además pueden sufrir por su lealtad a la Iglesia”, Kirill llamó a que “todos perdonen los pecados y los insultos, incluso donde es muy difícil hacerlo, donde las personas están en guerra entre sí”. Eso sí, matizó, sin perder de vista que “el perdón sin justicia es capitulación y debilidad. Por tanto, el perdón debe ir acompañado de la indispensable preservación del derecho a estar del lado del mundo, del lado de Dios”.

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