El presidente de la Conferencia Episcopal Española, Juan José Omella, apuesta por una presencia dialogante de la Iglesia en medio de la sociedad. Pero libre de ingenuidad. Con esta premisa, el cardenal arzobispo de Barcelona dibujó esta tarde la hoja de ruta de la Iglesia en la actual coyuntura social y política.
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Para el purpurado, “el mundo que viene a medio plazo, va exigir que trabajemos todos muy unidos para hacer frente a la grave crisis económica y social que se está extendiendo en nuestro país, por Europa y por el mundo”. “No tengamos miedo, trabajemos unidos, eficaz y solidariamente, buscando siempre el bien común”, expuso en la ponencia de apertura en el II Congreso Iglesia y Sociedad Democracia, organizado por la fundación Pablo VI, que se celebra en Madrid entre hoy y mañana.
Una gran desconocida
Consciente de que “vivimos un profundo de época”, el cardenal reconoció que en la sociedad actual “la Iglesia católica es una gran desconocida para muchos conciudadanos nuestros”, subrayando “el afeo sistemático de algunos medios de comunicación y de diversos agentes sociales y políticos”.
Tampoco dudó en referirse de forma indirecta a la crisis de los abusos sexuales para admitir que “esta gran familia ha cometido errores gravísimos de los que pedimos una y otra vez perdón, pero también es cierto que son una muy pequeña minoría”.
Puntos de fricción
En paralelo, condenó las ideologías “progresistas” detallando los puntos que son “objeto de rechazo y de ataque” a la Iglesia: “la visión católica del ser humano, la moral sexual, la identidad y la misión de la mujer en la sociedad, y la defensa de la familia formada por el matrimonio entre un hombre y una mujer”. “Podemos pensar diferente sin tener que ser atacados. Todos merecemos respeto”, reivindicó a continuación.
En esta misma línea, dejó caer que “los niños no son del Estado, sino que los niños son de las familias y el Estado es erigido por los individuos para que trabaje al servicio de las familias para ayudarlas, cuando lo requieran, en su misión educativa”.
Experiencia eclesial
Desde ahí, defendió la labor de una Iglesia evangelizadora que “siempre está en reforma y en continua conversión”. En relación a su presencia en la vida pública como promotora “del diálogo social”, reivindicó que “la Iglesia tiene mucha experiencia e información y en su misión espiritual y humana no tiene otro interés en este mundo que defender la dignidad del ser humano, promover el bien común de la sociedad y del mundo en el que vivimos y trabajar para rehacer la comunión y la fraternidad”.
Es más, el purpurado expuso que “ante un mundo profundamente dividido, que avanza a velocidades muy distintas y bajo sistemas de valores muy diversos, la Iglesia, presente en el mundo entero, quiere ofrecer al mundo una plataforma de diálogo y conocimiento mutuo que haga posible el respeto y la amistad social que aseguran la paz y la concordia”. A renglón seguido, insistió: “Los cristianos hemos sido llamados por Jesucristo a ser agentes de comunión”.