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Francisco Javier Sancho: “Los santos son grandes constructores de paz”

Vida Nueva conversa con el director del CITeS con motivo del simposio por el cuarto centenario de la canonización de Teresa de Jesús, Ignacio de Loyola, Isidro Labrador, Francisco Javier y Felipe Neri que comienza mañana





El Centro Internacional Teresiano-Sanjuanista de Ávila (CITeS) acoge del 11 al 13 de marzo un simposio mundial en el cuarto centenario de la canonización de Teresa de Jesús, Ignacio de Loyola, Isidro Labrador, Francisco Javier y Felipe Neri. Bajo el título ‘Santidad, misión y experiencia de Dios’ diversos especialistas ahondarán en la figura de los cinco santos. Vida Nueva conversa con Francisco Javier Sancho Fermín, carmelita descalzo y director del Centro Internacional Teresiano Sanjuanista (CITeS)- Universidad de la Mística.



PREGUNTA.- ¿En qué se parecen Teresa de Jesús, Ignacio de Loyola, Isidro Labrador, Francisco Javier y Felipe Neri?

RESPUESTA.- La grandeza y belleza de estos cinco santos es que no se parecen en nada, si bien es cierto que hay muchos elementos en los que sintonizan de una u otra manera. A excepción de Isidro Labrador, nacido en el siglo XI, los otros cuatro vivieron en el siglo XVI, una época llena de tantos contrastes y, al mismo tiempo de tanto progreso y necesidades. Una época de expansión del cristianismo y de revisión de tantos aspectos. De ese espíritu humanista y misionero que florece con fuerza en el XVI son partícipes, protagonistas y promotores estos cuatro santos. En cierto modo, aunque en un contexto muy diferente, Isidro Labrador también fue un verdadero misionero en su ámbito. Los cuatro santos del XVI también se caracterizan por haber dado a luz nuevos carismas y familias religiosas. Cierto que el fundador de la Compañía de Jesús fue Ignacio de Loyola, pero Francisco Javier formaba parte de ese grupo que dio inicio a los Jesuitas.

Otro aspecto que aúna a estas figuras es lo que queda reflejado en el título del congreso: que son personas caracterizadas por una profunda experiencia de Dios. Creo que a la luz de estos cinco testimonios podemos recuperar y recrear una imagen renovada de la santidad, como configuración de una vida en constante relación con Jesús, con Dios y receptiva de la misión que, de una u otra forma, Dios a todos nos encomienda. Contar en este grupo con cuatro consagrados y un laico casado también enriquece notablemente la perspectiva.

‘Gaudete et exultate’

P.- ¿Cómo encajan estos cinco santos en ese modelo de santidad del que nos habla el papa Francisco en ‘Gaudete et exultate’?

R.- Pienso que la respuesta emerge a la luz de cuanto el papa Francisco anota en el número 20 de su encíclica: “En el fondo, la santidad es vivir en unión con Él los misterios de su vida. Consiste en asociarse a la muerte y resurrección del Señor de una manera única y personal, en morir y resucitar constantemente con Él. Pero también puede implicar reproducir en la propia existencia distintos aspectos de la vida terrena de Jesús: su vida oculta, su vida comunitaria, su cercanía a los últimos, su pobreza y otras manifestaciones de su entrega por amor”. Si algo caracteriza profundamente la vida de estos cinco personajes es, precisamente, su profunda unión-configuración con Cristo, que les lleva a hacer vida ese misterio asimilado, de entrega a favor de los demás.

Para el Papa, al igual que el convencimiento vital de estos cinco santos, la misión y santidad reside en la certeza de que Dios nos llama a todos a ser santos, una santidad que forja la felicidad, la verdadera vida para la que fuimos creados. El Papa contrapone, en cierto sentido, la santidad a “la vida mediocre, aguada, licuada”.

Emerge, además, una dimensión humana y humanizadora en el testimonio de estos santos y la proyección existencial que el Papa subraya en la verdadera santidad, donde la alegría, la dulzura, la ternura, la magnanimidad, el sentido de la comunidad, la unidad y la oración constante son frutos, efectos y camino.

Muchísimo más se podría evidenciar de la sintonía de la encíclica con estos santos. Es evidente que en el trasfondo de la misma encíclica, en el corazón del Papa, están muy presentes todos o casi todos estos santos.

P.- En estos momentos en los que Europa vive una guerra, ¿qué nos dirían ellos?

R.- Ciertamente, los santos son grandes constructores de paz. En primer lugar, una paz que han intentado forjar en lo profundo de su corazón y que les lleva a ser testigos vivos que contagian esa misma paz.

Pero esa paz hay que forjarla desde lo profundo, no simplemente desde la exterioridad. Una paz que apunta, como por ejemplo recordará Teresa, a que los seres humanos sean capaces de descubrir su gran dignidad, su gran riqueza. Porque solo así serán capaces de respetar y servir a la dignidad inalienable de los otros. Un verdadero humanismo solo puede nacer desde dentro y no simplemente como planteamiento ideológico.

Y ahí emerge la gran centralidad de Cristo, en quien necesariamente hemos de poner la mirada, porque Él nos revela el verdadero rostro del Dios Amor, y porque en Él se manifiesta la grandeza del ser humano y toda su potencialidad.

Dios nos ha creado para el amor, para ser felices, para alcanzar la verdadera plenitud. Reafirmarnos en este camino, en clave existencial, recuperando una fe entendida como encuentro personal con Cristo, es una de las claves centrales para que todos nos sigamos empeñando en construir una sociedad de justicia y de paz.

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