Cada vez son más las voces que, en el seno de la ortodoxia, se levantan ante Kirill, patriarca ortodoxo de Moscú, y le exigen una condena rotunda de la invasión rusa de Ucrania. El último en manifestarse ha sido, a través de una carta pública a su homónimo, el metropolitano Jean de Dubna, arzobispo de las Iglesias Ortodoxas de Tradición Rusa en Europa Occidental.
- PODCAST: La paz se desangra en Ucrania
- ¿Quieres recibir gratis por WhatsApp las mejores noticias de Vida Nueva? Pincha aquí
- Regístrate en el boletín gratuito y recibe un avance de los contenidos
En la misiva, le transmite la “consternación” que siente “en estos días sombríos en los que la guerra se libra en medio de Europa tras la intervención militar de la Federación Rusa en Ucrania”. Como pastor de una archidiócesis “que reúne a fieles de todos los orígenes” a lo largo y ancho del continente, De Dubna observa preocupado que “nuestra misma unidad está amenazada por la situación que se ha creado”.
Le pide mediar ante Putin
Convencido de que, ante todo, “nuestros fieles esperan que sus pastores lleven la voz de la Iglesia y el mensaje evangélico de paz”, se adhiere, “con emoción”, al llamamiento “que le han dirigido los miembros del Santo Sínodo de la Iglesia Ortodoxa Ucraniana, pidiéndole que intervenga ante las autoridades políticas de la Federación Rusa para que cese este baño de sangre”.
En esta línea, él mismo se dirige a Kirill para que “alce su voz como primado de la Iglesia Ortodoxa Rusa contra esta guerra monstruosa y sin sentido y para que interceda ante las autoridades de la Federación Rusa para que, lo antes posible, cese este conflicto mortal que hasta hace poco parecía impensable entre dos pueblos y dos naciones unidas por siglos de historia y su común fe en Cristo”.
Otra lectura del Evangelio
En alusión directa a su homilía del pasado domingo en la Catedral Patriarcal de Cristo Salvador de Moscú, en la que Kirill “dio a entender que justifica esta agresión cruel y asesina como ‘un combate metafísico’”, De Dubna reconoce que la recibió “con infinito dolor”, recalcando que “no puedo suscribir tal lectura del Evangelio. Nada podrá jamás justificar que los ‘buenos pastores’ que debemos ser dejemos de ser ‘artesanos de paz’, sean cuales sean las circunstancias”.
Un clamor que concluye con emoción y casi a modo de ruego: “Su Santidad, humildemente y con gran pesar, le ruego que haga todo lo posible para poner fin a esta terrible guerra que divide al mundo y siembra la muerte y la destrucción”.