En su apoyo incondicional a Vladímir Putin y a la invasión rusa de Ucrania, Kirill, patriarca ortodoxo de Moscú, se ha quedado solo. Y, justamente, en un momento histórico en el que acaba de romper definitivamente amarras con Bartolomé, patriarca ortodoxo de Constantinopla, tras acusarle directamente de haber “creado” un “cisma” en la ortodoxia ucraniana, patrocinando en la sombra el nacimiento en 2018 de la Iglesia Autocéfala de Kiev, pastoreada por Epifanyi, rompiendo con tres siglos de subordinación a Moscú.
Así, el último en marcar distancias ha sido precisamente el patriarca ortodoxo de Kiev, Onufriy, líder de la Iglesia local fiel a Moscú y, por tanto, a Kirill. En una declaración muy medida y en la que hay que leer entre líneas para comprender realmente su significado, el patriarca reivindica en primer lugar su primado: “La Iglesia Ortodoxa Ucraniana es la Iglesia del pueblo ucraniano. Une a los creyentes del Este y Oeste, Norte y Sur de nuestro país. Se compone de personas de diferentes nacionalidades y tendencias políticas. Pero todos somos uno en Cristo. Durante más de 1.000 años de historia, nuestra Iglesia siempre ha estado y permanece con su pueblo”.
Sin embargo, “hoy, nuestro país está pasando por una dura prueba causada por el ataque a nuestro país por parte de las tropas de la Federación Rusa. En todas las iglesias y monasterios de la Iglesia Ortodoxa Ucraniana continúan las oraciones intensificadas porque, lo antes posible, lleguen la paz y el cese del derramamiento de sangre”.
En este sentido, reitera que “constantemente pedimos una solución pacífica de los conflictos a través del diálogo. La guerra es el peor pecado del mundo. Nos obliga a mirar a otra persona no como una imagen de Dios, sino como un enemigo al que hay que matar”. Por lo tanto, y he aquí el gran matiz a tener en cuenta, “no hay excusa para aquellos que inician guerras”.
Desafortunadamente, al haberse ignorado este llamado a la paz por parte de quienes han iniciado la guerra, “una gran cantidad de civiles murieron durante estos pocos días, incluidos ancianos, mujeres y niños; se destruyó la infraestructura humanitaria: hospitales, maternidades, escuelas, orfanatos; y los sobrevivientes se ven obligados a dejar sus hogares e incluso el país para salvar sus vidas, convirtiéndose en refugiados y desplazados”.
Ante esta tragedia, “a fin de evitar sacrificios y sufrimientos aún mayores para nuestro pueblo, hacemos un llamado a todos aquellos que dependen de él para que proporcionen verdaderos corredores humanitarios para la evacuación inmediata de los civiles de los asentamientos en la línea de fuego y para garantizar su seguridad”. Un claro toque de atención al Gobierno de Putin, quien, pese a lo acordado en las mesas de diálogo con Kiev, ha boicoteado en diferentes ocasiones los corredores humanitarios, provocando la muerte de muchos ucranianos que habían confiado en ellos para iniciar su salida del país.
La petición de Onufriy concluye reivindicando a los “militares ucranianos” que, “en cumplimiento de su juramento y deber de defender la patria, lamentablemente, resultaron heridos o hechos prisioneros. La Iglesia Ortodoxa Ucraniana, preocupada por sus conciudadanos, pide mostrar compasión humana y caridad cristiana, organizar la extradición de los heridos y el intercambio de prisioneros de guerra”.