Culturas

Dostoievski, otra barricada frente a Putin





Doscientos años después de su nacimiento en el Hospital de Pobres de Moscú, Fiódor Mijáilovich Dostoievski (1821-1881) sigue buscando incansablemente a Dios. Y es un símbolo, una tea, un faro. “Hoy, justo hoy, hace falta más que nunca volver a Dostoievski”, señala Antonio Spadaro, director de La Civiltà Cattolica. Y lo hace, precisamente, para reivindicar al gran autor ruso del siglo XIX, con su cristianismo y su alma rusa, para contraponerlo frente a la invasión de Ucrania.



Dostoievski pensaba que el hombre no es nada sin Dios. “Nunca he podido imaginarme a los hombres sin Él”, llega a decir. Y toda su visión de Dios habita en Crimen y castigo, Los demonios, Los idiotas o Los hermanos Karamazov, novelas en las que da testimonio de una constante búsqueda de la fe, del amor, por encima de todo. “Dostoievski expone, a través de sus personajes, que el camino de la fe necesita del amor humano y el amor es el camino que nos lleva a Dios”, describe Tamara Djermanovic, profesora de Estética y Literaturas Eslavas de la Universidad Pompeu Fabra (UPF).

Es a través del amor –y el amor de Cristo– donde Dostoievski encontró a Dios, y de Él mana la “humanidad” que reivindica también Spadaro frente a la “barbarie de la guerra”. Así es como resume el jesuita Ferdinando Castelli la visión de Dostoievski: “El poder del Salvador debe buscarse en el ofrecimiento que Él nos hace de su amor, sin imponerlo. No es el Dios de los rayos, de los milagros o de la espada, sino del silencio humilde, de la comprensión amorosa y de la misericordia infinita”. El novelista italiano Alessandro D’Avenia lo simplifica aún más: “Dostoievski escribe sus obras como si fueran una continuación del Evangelio”.

Ese mismo Dostoievski, el que afirmó que “mi modelo moral, mi ideal es uno solo, Cristo”, es hoy quien se ha transmutado en antorcha y guía frente a la guerra de Ucrania, la invasión con la que Vladímir Putin ha escandalizado al mundo. “¿Qué diría Dostoievski de Putin? No lo sabemos, pero es muy posible que viera en él a uno de los siniestros personajes de Los demonios. Y a uno de los peores”, expone el crítico y poeta Eduardo Jordá. Si Dostoievski fue un autor incómodo tanto para el zarismo como para la Unión Soviética –opinaba que “el socialismo pone en peligro la civilización”–, lo es también para Putin y la Rusia nuevamente imperialista.

Protestas contra la guerra

“Hace pocos días, alguien decidió prohibir una conferencia sobre Dostoievski en una universidad italiana como protesta contra la invasión de Ucrania. Si esto es cierto, y parece que lo es, estamos cometiendo un error monumental –prosigue Jordá–. Ahora mismo, en Rusia, hay miles de personas que se juegan el tipo protestando contra la guerra. Y jugarse el tipo significa una condena a quince años de cárcel y la pérdida automática del puesto de trabajo. El que proteste sabe que está condenado a convertirse en un paria social sin derechos de ningún tipo, y eso que en Rusia nadie anda muy sobrado de derechos. Pues bien, aun así, miles de personas siguen protestando. Y entre esas personas hay miles de lectores de Dostoievski”.

La Universidad Bicocca, en Milán, dio marcha atrás y finalmente ha dado vía libre al curso que imparte Paolo Nori. “Creo que lo que está pasando en Ucrania es algo horrible –denunció el propio escritor italiano–, pero censurar un curso es ridículo. Que una universidad italiana prohíba un curso de un autor como Dostoievski es algo que no puedo creer”. ¿Por qué?

El crítico Rafael Narbona escribió en El Cultural una crítica acerca de los ensayos de André Gide sobre el autor de Memorias del subsuelo, y manifiesta: “Dostoievski no es un nacionalista arrogante, sino un enamorado de su patria. Piensa que el destino de Rusia es ‘encabezar los intereses comunes de toda la humanidad’. No habla de un liderazgo político, sino espiritual. El ruso es profundamente generoso. El dolor ajeno nunca le deja indiferente”.

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