El papa Francisco, en el día que se cumplen 9 años desde su elección, ha rezado el ángelus con los fieles reunidos en la Plaza de San Pedro. Muchos de los congregados portaban banderas ucranianas, polacas y también banderas de la Paz.
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El pontífice condenó el ataque sobre Mariúpol, que lleva el nombre de la Virgen, ha sido una “ciudad mártir” de la guerra ucraniana con el asesinato de niños y demás civiles sin razones estratégicas. El Papa clamó para que “cese la inaceptable agresión armada antes de que reduzca las poblaciones a cementerios”. “Con dolor de corazón, uno mi voz a la de la gente corriente que implora el fin de la guerra. En nombre de Dios, espero que se escuche el grito de quienes sufren y se ponga fin a los bombardeos y ataques, y se apuesta verdaderamente sobre las negociaciones y que los corredores humanitarios sean efectivos y seguros”, reclamó. “En nombre de Dios os pido: parad esta masacre”, denunció haciendo llamar la atención sobre la situación de los refugiados y la solidaridad experimentada con ellos. Por eso ha pedido a las diócesis y comunidades religiosas que incrementen su oración porque “Dios es solo de la Paz no de la guerra, el que apoya la violencia profana su nombre”.
El sueño del cansancio
A partir del evangelio de la Transfiguración (cf. Lc 9,28-36), el Papa se ha fijado en que los tres apóstoles que acompañan a Jesús en este momento se duermen, es “una nota discordante”. Como ocurrirá también en Getsemaní, “esta somnolencia en momentos tan importantes es sorprendente”. Francisco detalló que se durmieron cuando Jesús estaba en oración porque “, fue una oración que se prolongó durante mucho tiempo, en silencio y recogimiento”.
Ante esto, el Papa se preguntó: “¿No se parece este sueño extraviado a muchos de nuestros propios sueños que nos llegan en momentos que sabemos que son importantes? Tal vez por la noche, cuando nos gustaría rezar, pasar un rato con Jesús después de un día pasado por mil carreras y compromisos. O cuando llega el momento de intercambiar unas palabras con la familia y ya no tenemos fuerzas”. “Nos gustaría estar más despiertos, más atentos, participar, no perder oportunidades preciosas, pero no lo conseguimos, o lo conseguimos de alguna manera”, añadió.
Una luz que transforma
Para Francisco, la cuaresma es una “oportunidad” para descubrir que “Dios quiere despertarnos de nuestro letargo interior. Porque –recordémoslo bien– mantener el corazón despierto no depende sólo de nosotros: es una gracia, y hay que pedirla”. Como los discípulos, prosiguió, “también nosotros necesitamos la luz de Dios, que nos hace ver las cosas de otra manera; nos atrae, nos despierta, reaviva el deseo y la fuerza de rezar, de mirar en nuestro interior y de dedicar tiempo a los demás. Podemos superar el cansancio del cuerpo con la fuerza del Espíritu de Dios”.
“Démosle al Señor la oportunidad de sorprendernos y de despertar nuestros corazones”, propuso el pontífice invitando a rezar un poco antes de dormir o leer el evangelio, “porque la Escritura ilumina nuestros pasos y enciende nuestro corazón”; o contemplar el “Crucifijo y maravillarnos del amor loco de Dios, que nunca se cansa de nosotros y tiene el poder de transfigurar nuestros días, de darles un nuevo sentido, una luz diferente e inesperada”.