Como explica a Vida Nueva el obispo de Tarazona, Eusebio Hernández Sola, vive estos días emocionado, con el alma en un puño. Por un lado, está “triste, impactado por el dolor de una guerra absurda”. Por el otro, está “alegre, viendo como el seminario es una gran familia”.
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Y es que, desde este domingo 13 de marzo, el gran edificio destinado a la formación de los futuros sacerdotes se ha llenado de mucha vida: “La de los 60 refugiados de Ucrania a los que alojamos aquí. En su gran mayoría son mujeres, niñas y adolescentes, habiendo también tres hombres”. De ahí que no sea raro que, “mientras hablo por teléfono con vosotros, me cruzo por los pasillos con mujeres que me saludan sonrientes con un ‘hola’ y un ‘gracias’ y con niños que van en carro o que juegan con bicis”.
Misión conjunta
Un caudal de vida y esperanza que, pese a la dureza del momento (“todos hemos llorado mucho, ellos y nosotros”), partió de un afán conjunto por ayudar a las víctimas de la invasión rusa: “Ante la crueldad de todo lo que estaba ocurriendo en Ucrania, me pregunté: ‘¿Qué puedo hacer yo?’. Significativamente, esa misma pregunta se la plantearon por los mismos días el alcalde [Luis José Arrechea, del PP], con quien tengo muy buena relación, y un grupo de laicos de la diócesis… Y así fue como formamos un gran equipo entre las tres realidades, ayudando también en la parte administrativa la Diputación de Zaragoza, con cuyo presidente [el socialista Juan Antonio Sánchez Quero] mantengo una gran relación”.
En pocos días, el operativo estaba en marcha y nueve furgonetas, una camioneta y un coche salieron desde Tarazona a la frontera polaca con Ucrania, trayendo hasta aquí a estas 60 personas. Tras llegar pasadas las dos de la tarde del domingo, el obispo les recibió y, tras abrazar uno a uno a todos, les dijo: “Os ofrezco todo lo que tengo”. Y así fue como, tras una breve celebración marcada por un ambiente alegre (dadas las circunstancias), todos pasaron al seminario, donde ya se han instalado.
Pistas para jugar
Un lugar que, como asegura Hernández Sola, será ideal para ellos: “Es muy grande y espacioso. Y, para los niños, hay pistas para jugar al fútbol, al rugby o al frontón”. Además, contarán con un equipo de médicos y con otro de ucranianos locales que ayudarán como traductores y la idea es que, poco a poco, los chicos reciban clases. A nivel espiritual, aquellos que sean de fe ortodoxa podrán participar en eucaristías para ellos, encargándose el propio obispo de encontrar a sacerdotes de su rito para este servicio.
Todo, como recalca el pastor turiasonense, “partiendo de la base de la impresionante ola solidaria que se ha despertado en toda la comarca, habiendo mucha gente que se ofrece a ayudar en lo que sea”. Un trabajo en equipo que refleja dos cosas: “Por un lado, que este es un modo maravilloso de ser Iglesia en salida y, como nos invita el papa Francisco, ir al encuentro del hermano. Tendremos problemas, seguro, pero hay que arriesgar y dar un paso adelante. Por otro, tener claro que no podemos hacerlo solos, sino que hemos de ir de la mano de otras instituciones sociales y políticas, sin diferenciar por siglas o ideas, y así llegar a más gente que nos pueda necesitar”.
Gran experiencia vital
A nivel personal y de fe, Hernández Sola tiene claro que esta no es una experiencia vital más: “Estoy muy emocionado. Son gente buena, con un corazón grande, y nos necesitan… Nos aporta mucho a todos poder acompañarlos. Además, como agustino recoleto que soy, he pasado 35 años en la Congregación de los Religiosos, viendo todo tipo de situaciones en América Latina y teniendo la oportunidad de recorrer la Europa del este cuando cayó el Muro. Estuve también en Rusia, así que conozco a su pueblo. Por eso vivo con tanta fuerza este momento de dolor que atraviesan y mi abrazo es desde el corazón”.
Fotos: Diócesis de Tarazona.