Tras las declaraciones de Diana Miloslavich, ministra de la mujer en Perú, sobre el total respaldo a la despenalización del aborto en este país, los obispos han ratificado su posición en defensa de las dos vidas.
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Han señalado que este tema “no es exclusivamente de índole religioso, ni social, ni político”, por tanto “es un problema humano. El valor de la vida trasciende la perspectiva confesional, es una cuestión de humanidad”.
Toda vida es importante
Los prelados aseguran que “el primer derecho de una persona es el derecho a vivir, que es el fundamento y condición de posibilidad para ejercer todos los demás derechos”, por ende “su defensa debe estar por encima de cualquier otro valor social, económico, psicológico, afectivo, sanitario y familiar”.
De hecho han mencionado que el derecho a la vida está consagrado en la Constitución como diferentes instancias jurídicas: Convención Americana sobre Derechos Humanos y el Pacto de San José de Costa Rica.
Además señalan que la vida de la madre como del hijo son igualmente importantes y “aún en casos lamentables de violación, parten del presupuesto de que la vida de la madre tiene mayor valor que la del hijo, lo que es arbitrario y falso”.
Por tanto “no existe situación, razón objetiva o dificultad humana que autorice matar a un inocente. Un mal (la violación) no se combate con otro mal (el aborto). Es injusto matar al inocente, creyendo que con ello se ‘sana’ a la mujer madre que sufrió la violación”.
Penalizar a violadores
Al respecto, los obispos han instado al estado a “implementar leyes y procesos para que los culpables de actos de violación paguen sus delitos”, porque muchas mujeres que han “sufrido el vejamen de la violación, siguen cargando con el sufrimiento y la impotencia de ver que la justicia no ha castigado a sus agresores”.
“La Iglesia se solidariza con aquellas mujeres que han sido víctimas de violación. En nuestra misión pastoral hemos podido acoger, atender y ayudar a tantas mujeres”, acotaron.
“La Iglesia ha considerado siempre al concebido como alguien sagrado, y reconoce que tiene alma desde el instante de su concepción. Una vida que biológicamente es distinta a la vida de la madre y que, además, es irrepetible y única”, concluyeron.
Foto: Shutterstock