A sus 57 años (por tanto, muy lejos de los 75 preceptivos para presentar la renuncia por edad al Papa), Daniel Fernández Torres, obispo de Arecibo, ha dejado de pastorear su diócesis en Puerto Rico. Noticia que sorprendió a los fieles y a los medios locales, que se preguntaban por el posible motivo extraordinario por el que Francisco le había cesado en su cargo.
En un primer momento, la duda no la despejó la Oficina de Prensa de la Santa Sede, que se limitó a informar escuetamente de la destitución, sin dar detalle alguno. Finalmente, fue el arzobispo de San Juan de Puerto Rico, Roberto Octavio González Nieves, quien, a través de su cuenta de Twitter, reconoció que se ha debido a un acto de “insubordinación al Papa”.
Así se confirmó que Bergoglio ha relevado al obispo por su posición respecto a la pandemia de COVID-19, próxima al negacionismo que, entiende el Papa, es una muestra de irresponsabilidad en un pastor, pues puede costar vidas. Y es que, en agosto, Fernández Torres invitó a sus fieles a que ejercieran la “objeción de conciencia” ante las vacunas.
Una postura contraria tanto a la de la Santa Sede, que ha mandado unas directrices claras en este sentido a todas las Iglesias nacionales a través de Doctrina de la Fe y que ha llegado a exigir a todos sus empleados que se vacunen para mantener su empleo, como a la de la propia Conferencia Episcopal de Puerto Rico, que, por esas fechas, emitió un comunicado llamando a la vacunación masiva… Un mensaje firmado por todos los obispos menos uno: el titular de Arecibo.
Tras exigirle que renunciara a su episcopado y negarse este a presentar su renuncia, Francisco no ha esperado más y la salida del obispo ha llegado en forma de destitución. Tras confirmarse su salida, y aunque tampoco entonces quiso explicar que se debía a su posición ante la pandemia, Fernández Torres publicó un breve comunicado en el que les comentaba a sus fieles que “no me corresponde explicarles una decisión que no puedo explicarme yo mismo, aunque la acepte con la paciencia de Cristo por el bien de la Iglesia”.
Del mismo modo, aseguraba irse “con la frente bien alta”, pues ha hecho “lo correcto” y eso le da “paz interior”. También, remachó, se sentía “bienaventurado por sufrir persecución y calumnia por anunciar la verdad de la dignidad del hombre en unas circunstancias como las actuales”.