Durante la audiencia general, Francisco pidió una vez más rezar por la paz en Ucrania y también dirigió una peculiar oración rogándole al Señor el fin de las hostilidades en Europa del Este
La guerra de Ucrania volvió a estar muy presente en la audiencia general que el papa Francisco presidió este miércoles en el Aula Pablo VI del Vaticano, con una presencia de fieles y peregrinos cada vez más numerosa estas últimas semanas, muestra de que, al menos en Europa, ya queda atrás la parte más difícil de la pandemia del coronavirus.
Continuando con su ciclo de catequesis sobre la vejez, el Pontífice centró su reflexión en esta ocasión en el recurso que los ancianos suponen para la juventud. Al inicio de su alocución, recordó el pasaje bíblico en el que Dios, ante la rabia que le dio la maldad de los hombres, optó por la solución radical de eliminarlos con el diluvio universal, reconociendo que también hoy es habitual pensar en ocasiones que era mejor no haber nacido.
Por un lado “tenemos el optimismo de una juventud eterna, encendido por los progresos extraordinarios de la técnica, que pinta un futuro lleno de máquinas más eficientes y más inteligentes que nosotros, que curarán nuestros males y pensarán por nosotros las mejores soluciones para no morir”. Pero, por otro lado, está cada vez más presente el temor de que “una catástrofe final que nos extinguirá. Es lo que sucede con una eventual guerra atómica”, dijo Jorge Mario Bergoglio.
Durante su catequesis, pidió una vez más rezar por la paz en Ucrania y también dirigió una peculiar oración rogándole al Señor el fin de las hostilidades en Europa del Este, escrita por el arzobispo de Nápoles, Mimmo Battaglia, titulada ‘Perdónanos la guerra, Señor’. Sus palabras fueron aplaudidas por los fieles, algunos de los cuales ondearon banderas ucranianas en el Aula Pablo VI.
El Papa realizó durante la audiencia general una nueva crítica de la corrupción y del ambiente que la propicia. “El mundo de la corrupción parece parte de la normalidad del ser humano. Estos es feo”, dijo. Hay un pensamiento “inconsciente” que lleva a vivir en estado de corrupción con normalidad, lo que “lamentablemente” es posible. “La corrupción obtiene gran ventaja de esta despreocupación que no es buena: ablanda nuestras defensas, ofusca la conciencia y nos hace –también involuntariamente– cómplices”.
Las personas mayores pueden resultar determinantes para evitar ese ambiente. “La vejez está en condiciones de captar el engaño de esta normalización de una vida obsesionada por el disfrute y vacía de interioridad: vida sin pensamiento, sin sacrificio, sin interioridad, sin belleza, sin verdad, sin justicia, sin amor”, dijo Francisco, invitando a los ancianos a “dar la alerta, la alarma, pues hace falta la sabiduría de los viejos para ir contra la corrupción”.