Hay quien dice (¿seré yo, maestro?) que Rosalía debería ser declarada profeta del Amor, papisa de la Iglesia del Sermón de la Montaña o, incluso, santa súbita en vida. Pueden tratarse de expresiones arrastradas por la pasión, pero lo cierto es que, solo unas horas después de estrenar en todo el mundo su último disco, ‘Motomami’, copa todas las clasificaciones en las distintas plataformas musicales. Un éxito arrollador en el que, como ya es frecuente en toda su obra, Dios se cuela por numerosas rendijas.
Basta con asomarse a la canción ‘G3 N15’, donde la artista catalana susurra: “Si sientes calor, lo sientes por dentro, / es que tienes un ángel ardiendo en el pecho. / Si en el corazón ya no tienes frío, / es que tienes un ángel, el que Dios te envió”.
¿Y quién es el ángel de la guarda de Rosalía? Su abuela, cuya voz aparece al terminar la composición y, con un mensaje al contestador del teléfono rebosante de ternura, le dice esto en catalán: “Buen día, mi amor. Me gusta pensar que en los momentos difíciles siempre ayuda muchísimo tener una referencia en Dios. La familia siempre está en primer lugar… No, diría que en primer lugar siempre está Dios, y después la familia. La familia es tan importante… La familia siempre es importante. Llevas un camino que es un poco complicado. Cuando me miro, pienso: ‘Qué complicado es el mundo en el que se ha afincado la Rosalía’. Pero bueno, si tú eres feliz, yo soy feliz”.
Cristianismo a borbotones en el que se baña Rosalía, bajo el manto de su abuela, y que en ‘Hentai’ clama al cielo que “lo primero es Dios”. En la canción que da nombre al disco, ‘Motomami’, invita al que se planta ante ella a obrar según el Evangelio rosalista: “Cada copia que ves / tú dale tu bendición. / Y ya no quiero competir / si no hay comparación”. Y es que, claro, ante tal terremoto en erupción no hay copias ni comparaciones posibles…
En ‘Diablo’, la oración se instala en la aceptación confiada: “Si lo que pasó, ya no pasará. / Si lo que pasó, ya no pasará. / Si Dios te lo da, te lo quitará. / Si Dios te lo da, te lo quitará”. Y puesto que “yo mi lealtad nunca la pierdo, ni por el dinero”, Rosalía se rinde ante la voluntad que la trasciende: “La bala de Dios juega en la ruleta. / Tú no has vigila’o, se ha ido tu pureza. / Ya no sé quién eres, diablos. / Ya no sé quién eres, diablos”.
Porque, hermanos en la fe rosalista, aceptemos, como se proclama en ‘Cute’, “que aquí el mejor artista es Dios”. Fortaleza construida de seguridades, de esperanza en ser finalmente abrazado por quien todo lo puede, como nos enseña la artista en ‘Como un G’: “No estoy a tu lado, pero te deseo paz y libertad. / No reces por mí, quiero que sepas que estoy bien. / Yo tengo mi fe, mis armas, mi cora que no sé pa’ quién”. Porque, aunque sabe que “solo el amor con amor se paga” y duele sentir que “tantas baladas se quedarán sin dedicar”, lo mejor es aceptar la prueba y confiar en la siguiente ventana que se abrirá: “Qué pena cuando quieres algo pero Dios tiene otros planes pa’ ti. / No me enamoro de nadie, jura’o, como un G. / Ni escribo canciones de amor pero en esta me doblo por ti”. Pacto de sangre al fin: “Que siempre te querré aunque no te tenga. / Que siempre me tendrás aunque no me quiera’ (jura’o, como un G)”.
Acercándonos ya al final, subidos en el frenesí de la ‘Motomami’, aún hay tiempo para adentrarse en ‘La Combi Versace’ y ser conscientes de que Rosalía sufre amando para parir belleza y vida a bocajarro: “Bendicen toda’ mis canciones / para que tú te enamores”. Un camino, claro, que no puede recorrer sola: “Dios bendiga a Gianni (Flores para Gianni)”. Eso sí, aún no es su hora de desfilar ante un altar: “Combino el rojo con el rosa, vestidas de blanco. / Me visto de novia, pero no soy tu esposa”.
Tal vez, los versos que resumen el disco son los que cierran ‘Saoko’, la última de las 16 canciones: “La que sabe, sabe. / Que si estoy en esto es para romper. / Y si me rompo con esto, pues me romperé / Y que solo hay riesgo si hay algo que perder. / Las llamas son bonitas porque no temen a arder. / Y el fuego es bonito porque todo lo rompe”. Rosalía, quien ya estaba instalada en el Olimpo del Arte, ha renunciado a seguir tal cual la senda que se podía esperar en ella y, con una tremenda patada, ha vuelto a poner el tablero patas arriba, mezclando todos los géneros en los que ha brillado y con un alud de letras que abordan todos los palos y en los que, sí, Dios ocupa un espacio propio.
Fe encarnada en la belleza, en la libertad de la mirada y en la boca que huye de juicios y prejuicios y que en la canción ‘Bulerías’ le hace una petición al Señor: “Que Dios bendiga a Pastor y Mercé. / A la Lil Kim, a Tego y a la M.I.A. / A mi familia y a la libertad”.
Familia, libertad, Dios. La ‘Trinidad’ de Rosalía en ‘Motomami’.