Rafael Iglesias: “Es un error pensar que los santos son seres de otra pasta”

El religioso marianista Rafael Iglesias

Desde 1986, año de su aparición, lleva once ediciones y se ha publicado en diversas lenguas, pero “en Valencia –tierra natal de su protagonista– se habían agotado los ejemplares”. Así explica el director del Servicio de Publicaciones Marianistas, Rafael Iglesias, SM, por qué ve la luz ahora una edición renovada y prologada por él mismo de ‘Tal vez me hable Dios’ (PPC/SM), el libro del padre José María Salaverri sobre el joven Faustino Pérez-Manglano.



PREGUNTA.- ‘Tal vez me hable Dios’ vuelve a ponerse de actualidad…

RESPUESTA.- A través de sus páginas, muchos han conocido y trabado amistad con Faustino, antiguo alumno del Colegio El Pilar que, sin alcanzar los 17 años, se apagó por la enfermedad de Hodking, dejando un rastro de simpatía y admiración. El P. Salaverri, su acompañante, escribió este libro y promovió la apertura de su causa. Nos parecía que era la ocasión de relanzar su figura, siguiendo la invitación del papa Francisco a vivir la santidad que a veces se manifiesta en jóvenes que con su pasión nos sacan de la modorra. Faustino evidencia que el carisma, la espiritualidad y la educación marianista son caminos que llevan hacia una configuración de la vida con Jesús y la propuesta luminosa del Evangelio.

P.- ¿En qué punto se encuentra su causa?

R.- Tras finalizar el proceso diocesano en Valencia, continuó su camino en Roma y, el 14 de enero de 2011, Benedicto XVI reconoció la heroicidad de sus virtudes declarándolo venerable. Ya hemos hecho cuanto estaba en nuestras manos. Ahora toca que, por su intercesión, se produzca un milagro, signo de su santidad. Entonces, la Iglesia declarará a Faustino “beato” pudiendo dársele culto en la Iglesia local y en nuestra Familia carismática.

Un joven de tantos

P.- Testimonios así nos recuerdan que la santidad huele más a calle que a incienso…

R.- Salaverri decía que ser santo no es ser perfecto. Faustino era un joven de tantos. En su vida se cruzó la pregunta y la llamada: “Tal vez me hable Dios”. Escuchó y respondió con determinación a una llamada que él vio concretada en la vida religiosa marianista a la que quiso consagrarse. Es un error pensar que los santos son seres de otra pasta. Faustino no era un niño perfecto, pero sí un apasionado de Jesucristo y de María.

P.- ¿Qué pueden aprender de Faustino los jóvenes de hoy en día?

R.- Faustino nos ayuda a vivir despiertos a los gritos que nos llegan de la gente, a lo que pasa a nuestro alrededor, a lo que toca el corazón. Nos hace caer en la cuenta de que la vida es corta y hemos de vivirla intensamente, sin aplazar decisiones, centrando nuestras energías en amar. Nos enseña a asumir lo que la vida trae, lo bueno y lo malo, salud y enfermedad, luces y sombras, con la entereza de quien se sabe en las mejores manos. (…)

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