La franciscana de la Inmaculada participa mañana en Madrid en la Noche de los Testigos, la vigilia de oración promovida por Ayuda a la Iglesia Necesitada
Cuatro años y ocho meses secuestrada por los yihadistas en Mali. Torturada, atada con cadenas, escupitajos, salivazos, insultos… Y constantes amenazas de muerte y llamadas a la conversión al islam. “Conviértete, eres un perro de Iglesia”, le decían. Pero la religiosa colombiana Gloria Cecilia Narváez no claudicó, ante el calvario que sufrió desde que una noche de 2017, cuatro terroristas irrumpieron en su comunidad mientras veían las noticias en televisión. “Les ofrecí mi vida para que no hicieran nada a mis hermanas”, comenta. Y ellos aceptaron: “Es así como comienza la pasión”.
“Fue una experiencia de amor, esperanza y caridad”, llegó a asegurar esta mañana, durante la rueda de prensa con motivo de la VI Noche de los Testigos, una vigilia de oración que se celebrará mañana en la catedral de La Almudena, convocada por Ayuda a la Iglesia Necesitada, la fundación pontificia que sale al rescate de los 646 millones de cristianos que viven en países sin libertad religiosa.
Esta mirada misericordiosa a su pasado no borra la voz quebrada cada vez que recuerda cuando la azotaban. “Todas las mañanas me gritaban: el Islam es la religión. Todas las mañanas rezaba a Dios para que transformaran sus corazones”, rememora.
“Me castigaron y me dieron duro, me golpeaban contra la arena, me daban en la clavícula… Lloraba mucho”, admite Gloria, que nunca se rindió. “Jesucristo me sostuvo y jamás renunciaría a él”, explica la religiosa. Para combatir su cautiverio, dibujaba en la arena un cáliz, arrodillada evocaba al Dulce Nombre de María, recitaba el magníficat, rezaba el rosario, entonaba los salmos… “Me sentía abrazada por la oración de la Iglesia, besada por Jesús y protegida por el manto de María”, comparte esta misionera.
Su congregación se ha visto obligada a abandonar Malí, dejando atrás su misión volcada en la catequesis de niños y jóvenes, un orfanato, la alfabetización de la mujer, un centro sanitario y la maternidad. “Sufres por tenerte que ir, no tanto por lo que hacíamos, sino por estar con la gente, porque nosotras salíamos al encuentro de cualquier persona, fuera o no cristiana”, expresa.
“Tenemos una nueva oportunidad de amar y de perdonar”, plantea la consagrada colombiana, que hace un llamamiento: “Ahora soy libre para pedirles a todos que nadie nunca más esté encadenado por su fe”. Ante la realidad de la guerra y los refugiados de Ucrania, la hermana Gloria trae al presente el “dolor hasta las entrañas” que se vive también en Malí, Nigeria, Burkina…