“Llevábamos una vida muy tranquila y feliz en Pakistán”. Pero la ley de la blasfemia se cruzó en su camino y tuvieron que abandonar su país hace tres años por pura supervivencia. Es el calvario que han sufrido Marta y David y sus tres hijos. Hoy viven en España y mañana participarán en la VI Noche de los Testigos, una vigilia de oración convocada por Ayuda a la Iglesia Necesitada, la fundación pontificia que sale al rescate de los 646 millones de cristianos que viven en países sin libertad religiosa.
- PODCAST: El Papa quiere acabar con la guerra
- ¿Quieres recibir gratis por WhatsApp las mejores noticias de Vida Nueva? Pincha aquí
- Regístrate en el boletín gratuito y recibe un avance de los contenidos
“Ser católico era similar a quitarse la vida. Por eso decidimos vivir fuera del país para lograr un futuro seguro”, señaló esta madre de familia sobre la difícil decisión que les llevó a dejarlo todo para comenzar una nueva vida en Barcelona.
Llamadas de presión
Ella trabajaba en una ong y él, un alto directivo en una empresa. “Todos los días recibía llamadas para dejar sus trabajo o convertirse al islam”, explica ella sobre una creciente persecución: “Los cristianos se enfrentan a una injusticia extrema cuando se introdujo la ley de la blasfemia, que se usa diariamente para saldar cuentas personales y problemas financieros”.
Mediación imposible
Antes de iniciar su exilio, buscaron ayuda tanto en sus empresas como en los líderes cristianos. “Teníamos la confianza en que Dios nos sacaría de la situación”. Sin embargo, “nadie podía tomar medidas ante las acusaciones que se hicieron contra nosotros”, lamentan tras ser denunciados por intento de conversión.
Aunque Marta y David están a salvo, tienen la mirada puesta en la minoría cristiana que continúa en Paquistán, un dos por ciento de una población de cuatro millones de habitantes. “Los cristianos tienen un problema real, se les debe dar un asilo prioritario”, reivindicó el matrimonio.
“Lo que vemos en Ucrania es algo nuevo, que nosotros llevamos sufriendo diariamente en Paquistán”, aseveró David, convencido de que “nosotros vivimos una guerra silenciosa y psicológica que es igual de dura que la de las bombas”.