PPC Editorial presentará mañana, 24 de marzo, en el marco de los Foros PPC, su último libro: ‘Joven, católica y mujer: por qué quiero ser sacerdote’, de la teóloga alemana Jacqueline Straub, que dialogará con Cristina Inogés, miembro de la Comisión Metodológica del Sínodo de la Sinodalidad; Marciano Vidal, religioso redentorista y moralista; y Javier Navarro, director editorial de PPC. Junto a ellos estará también Carmen Picó, de la Asociación de Teólogas Españolas, quien dialoga hoy con Vida Nueva acerca del libro y de esta importante discusión para la Iglesia católica: el sacerdocio femenino.
PREGUNTA.- ¿Qué vamos a encontrar en esta edición de los Foros PPC?
RESPUESTA.- Lo que destacaría principalmente es la presencia de la autora. Jacqueline Straub es una mujer joven, pero con la formación suficiente como para poder hablar de estos temas con un cierto grado de solidez, y eso me parece importante.
Con ella, los asistentes y espectadores del Foro PPC encontrarán una experiencia de fe discernida y acompañada que no tiene respuesta en la Iglesia, así como un ejercicio honesto de búsqueda en la esperanza de que el Espíritu obrará una posibilidad. Pero, además, hallarán una provocación, que no es más que provocar en la Iglesia (institución y comunidad) una reflexión sobre el lugar de la mujer en la Iglesia.
P.- ¿Por qué es importante abrir este debate sobre el sacerdocio femenino?
R.- Es un tema que, a pesar de que se ha querido obviar en muchas ocasiones, se descubre como latente. Ha salido muchas veces, desde la propia vida parroquial hasta el Sínodo de la Amazonía, por ejemplo. También es verdad que se ha elegido por la frescura del testimonio. La reivindicación de Jacqueline no se hace cargada de dolor, sino exponiendo su vocación y con unos motivos muy bien argumentados. Ella está esperando una respuesta, porque la respuesta que se ha dado no es satisfactoria.
Además, es importante porque guarda relación con el gobierno de la Iglesia, ejercido hasta ahora solo por varones, lo cual plantea una situación injusta en la que las mujeres afrontan su vocación religiosa. La aspiración a la “cura de almas” se reserva exclusivamente al varón, cuando muchas mujeres a lo largo de la historia han sentido y sienten esa llamada.
Por otro lado, la experiencia de fe de las mujeres no tiene un espacio de reconocimiento en la comunidad eclesial. No hay homilías de mujeres, por ejemplo, por lo que no hay experiencia antropológica ni de fe de las mujeres para la comunidad… Y otras mujeres de las generaciones más jóvenes no encuentran referencias. Por último, es importante también porque las mujeres consagradas ya están realizando un acompañamiento pastoral, un servicio eclesial… sin reconocimiento…
P.- ¿Pueden las posturas contrarias en este tema encontrar puntos de unión en la Teología?
R.- En una discusión no hay entendimiento sin que ambas partes lo quieran. Si partimos de reduccionismos o dogmatismos, no hay diálogo posible. El diálogo solo se puede dar desde la actitud del Concilio Vaticano II, de lectura de los ‘signos de los tiempos’. Los tiempos han cambiado y la Iglesia debe, como ha hecho siempre, responder.
P.- El sacerdocio femenino, ¿debería ser igual que el masculino o conllevaría una redefinición de lo que es ser sacerdote?
R.- El sector más conservador reduce esta petición a un intercambio de cromos: un “quítate tú que me pongo yo”. Sin embargo, es más bien una llamada a la reflexión acerca de lo que no funciona en la Iglesia, que es el clericalismo que el papa Francisco tantas veces ha denunciado.
En definitiva, el tema del sacerdocio femenino, y del diaconado femenino como se debate en otros foros, lo que está abriendo es el debate sobre la estructura organizativa y jerárquica de la Iglesia.
P.- Justo cuando planteamos este tema, llega la nueva Constitución Apostólica y el Papa abre la puerta a que mujeres, laicas y consagradas, puedan llegar a dirigir un Dicasterio vaticano. ¿Es este el principio del cambio?
R.- Como decía antes, efectivamente no es una cuestión sencilla, ya que el lugar de los laicos en la Iglesia que nace del magisterio del CV II es un tema por resolver, y que afecta tanto a hombres como a mujeres. Los laicos deben sentir que pueden ejercer su vocación de ser cristianos en el mundo construyendo la comunidad, la Iglesia, cada uno desde los dones que pueda aportar.
Que el papa abra el gobierno de la Iglesia a los laicos, hombres y mujeres, permitirá una implicación mayor y evitará la pasividad con la que los laicos participan en la comunidad. No se trata de asistir a la Iglesia, sino de celebrar, generar proyectos, posibilidades…
Por otro lado, se trata de hacer justicia a tantas mujeres que han consagrado su vida al servicio y acompañamiento de las comunidades y que ven su testimonio ausente o relegado. Solo con reconocer lo que ya hacen las mujeres, la Iglesia cambiaría. Y el reconocimiento es autoridad y potestad, algo que de momento no tenemos. Esto ha generado mucho dolor a lo largo de la historia y lo sigue generando.